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¡Volvamos a invocar el Santísimo Nombre de Jesús!



“En el año 1274 grandes males amenazaron al mundo. La Iglesia fue asaltada por furiosos enemigos desde adentro y fuera. Fue tan grande el peligro que el Papa Gregorio X, que reinaba por entonces, convocó un Concilio de obispos en Lyon para determinar la mejor manera de salvar a la sociedad de la ruina en la que estaba cayendo. Entre las muchas formas propuestas, el Papa y los obispos eligieron la que ellos consideraron más fácil y eficaz de todas, es decir, la frecuente repetición del Santo Nombre de Jesús.

El Santo Padre entonces pidió a los obispos del mundo y a sus sacerdotes que invocaran el Nombre de Jesús y urgieran a sus fieles el poner su confianza en éste poderoso Nombre, repitiéndolo constantemente con ilimitada confianza. El Papa encargó especialmente a la Orden de Santo Domingo la gloriosa tarea de predicar las Maravillas del Santo Nombre, trabajo que ellos cumplieron con ilimitado celo.

Sus hermanos Franciscanos les secundaron. San Bernardino de Siena y San Lorenzo de Puerto-Mauricio fueron ardientes apóstoles del Santo Nombre de Jesús.

Sus esfuerzos fueron coronados con el éxito. Fueron barridos los enemigos de la Iglesia y desaparecieron los peligros que amenazaban a la sociedad y la paz reinó una vez más.

Esta es la lección más importante para nosotros porque, en nuestros días, terribles sufrimientos están aplastando muchas naciones. Y aun mayores tribulaciones están amenazando a todas las demás.

Ningún gobierno o gobiernos parecen lo bastante fuertes y hábiles como para detener este tremendo torrente de males. No hay más que un remedio y es la oración.

Todo cristiano debe volver a Dios y pedirle misericordia. La oración más fácil de todas las oraciones, como hemos visto, es el Nombre de Jesús.

Todos, sin excepción, pueden invocar este Santo Nombre cientos de veces al día, no solamente por sus propias intenciones, sino también para pedir a Dios que libere al mundo de una inminente ruina.

Es asombroso lo que una persona que reza puede hacer para salvar a su país y a la sociedad. Leemos en la Sagrada Escritura cómo Moisés salvó por sus oraciones al pueblo de Israel de la destrucción y cómo una piadosa mujer, Judit de Betulia, salvó su ciudad y su gente cuando los gobernadores estaban desesperados y a punto de rendirse a sus enemigos.

De nuevo notamos, que las dos ciudades Sodoma y Gomorra, que Dios destruyó con fuego, por causa de sus pecados y crímenes, ¡les hubiera perdonado si hubieran habido solamente diez personas que rezaran por ellos!

Una y otra vez leemos de reyes, emperadores, hombres de estado y famosos comandantes militares que pusieron toda su confianza en la oración, y así obraron maravillas. Si las oraciones de un hombre pueden hacer tanto, ¿cuánto más harán las oraciones de muchos?

El Nombre de Jesús es la más corta, más fácil, y más poderosa de las oraciones. Todos pueden decirlo incluso en medio de su trabajo diario. Dios no puede rehusar de oírlo.

Invoquemos el nombre de Jesús pidiéndole que nos salve de las calamidades que nos amenazan”.

(De “Las maravillas del Santo Nombre de Jesús” de Fr. Paul O’Sullivan OP: http://www.traditio-op.org/biblioteca/Sullivan/Las_Maravillas_de_Santo_Nombre,_Fr_Paul_O_´Sullivan_OP.pdf ).

(Imagen: Niño Jesús por Émile Munier).

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