El
Obispo dominico Mons. Raúl Vera López, titular de la Diócesis de
Saltillo (México), celebraro el 6 de enero 25 años de su consagración
episcopal.
La Diócesis organiza el jubileo episcopal de su
Pastor bajo el lema: "Construyendo la Iglesia profética, con la
fortaleza del Espíritu respondemos a los signos de los tiempos".
Participaron de la celebración, entre el 4 y el 5 de
enero, con sendas conferencias y testimonios, entre otros: Jon Sobrino,
SJ; Gustavo Gutiérrez OP; Jesús Espeja OP; Clodomiro Siller, Javier
Sicilia y Fr. Miguel Concha OP. Recordemos que Vera recibió el Premio
Rafto 2010, otorgado por la Fundación Rafto por su compromiso en la
defensa de los derechos humanos y que fue uno de los cuatro finalistas
al Premio Nobel de la Paz 2012.
Fray José Raúl Vera López OP nació en Acámbaro,
Guanajuato, el 21 de junio de 1945. Originario de una zona muy católica y
de una familia modesta, emprendedora, con vocación por el conocimiento y
el servicio. Don Raúl recuerda a su madre atenta a su pequeño, pero
potente radio de onda corta, escuchando las noticias del mundo que
transmitían Radio Francia Internacional, La Voz de América, Radio Moscú.
El
niño Raúl soñaba con ser bombero. Con seis hermanos, vive una infancia
feliz entre papalotes, futbol y bicicletas al lado especialmente de su
hermano Carlos. Inquieto y travieso, es apodado El Rojo por el tono de
su cabello pelirrojo. A los 17 años, con apoyo de sus hermanas, a inicio
de los 60, va a estudiar a la universidad de la ciudad de México.
Alternaba su estancia en las nuevas instalaciones de la Facultad de
Ingeniería, en Ciudad Universitaria, y el Centro Cultural Universitario
(CUC), a cargo de los dominicos y que aún opera.
Es importante destacar que Mons. Raúl es uno de
los pocos obispos mexicanos con una formación universitaria secular.
Entre sus principales mentores en aquellos años juveniles se destacan el
biblista Manuel Jiménez; Alex Morelli, cura obrero francés, y el
fundador de la parroquia universitaria, Agustín Désobry.
A diferencia de la mayoría de los obispos
mexicanos que ingresaron a la Iglesia entre los 13 y los 16 años de
edad, casi unos niños, Raúl Vera ingresó al seminario una vez concluida
su carrera universitaria, a los 23 años. Son datos no menores, porque si
bien él es eclesial e institucional, tiene la virtud de no ser
clerical. Vera se tituló de ingeniero químico en la Universidad Nacional
Autónoma de México. Era un estudiante que no se perdía las marchas
estudiantiles y vivió una doble politización: la universitaria y la
católica. Su opción sacerdotal está marcada socialmente por el 68.
La Orden de Predicadores, frailes dominicos, lo
hace estudiar filosofía en México y teología en Bolonia, Italia
(1968-1976). Fue ordenado sacerdote por el papa Paulo VI el 29 de junio
de 1975 y funge como capellán de estudiantes de la UNAM (1976-1981 y
1985-1987). En enero de 1988 asume la diócesis de Ciudad Altamirano para
reorganizarla y, sobre todo, destrabar las agudas tensiones del clero.
Sin embargo, su encomienda más delicada fue sin duda su nombramiento de
obispo coadjutor de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, el 15 de agosto
de 1995.
Vera fue transferido a San Cristóbal de las Casas
gracias a la acción del entonces nuncio Girolamo Prigione, quien hacia
1993 estuvo a punto de remover a Samuel Ruiz. Amenazado por la curia
vaticana, el levantamiento zapatista en 1994 cambió el contexto, así
como la solicitud en ese momento de Manuel Camacho Solís, comisionado
para la paz en Chiapas; estos hechos fueron determinantes para sostener
al obispo rebelde por ser pieza clave en la negociación entre el EZLN y
el gobierno.
Por lo tanto, Mons. Raúl se incorpora a San
Cristóbal con una tarea precisa: neutralizar el liderazgo de don Samuel
Ruiz y demoler su trabajo pastoral con los indígenas.
Raúl Vera queda conmovido por los testimonios de
fe de los pueblos indígenas, así lo ha revelado, y desde el inicio
expresa su abierta indignación ante la marginación y a la represión
gubernamental; avala el trabajo pastoral de la diócesis, la postura de
defensa de la cultura y los derechos indígenas y, sobre todo, reconoce
públicamente la trayectoria y el trabajo pastoral de treinta años del
obispo Samuel Ruiz.
La curia vaticana no lo perdona y, pese a tener
derecho de sucesión, lo transfiere a la diócesis de Saltillo el 30 de
diciembre de 1999, decisión que Vera acata con disciplina. Ahí
desarrolla no sólo la opción por los excluidos, la justicia,
particularmente a mineros y migrantes, sino que a través de una pastoral
integral abre su atención a grupos de homosexuales.
Ha
sufrido el doble embate de la derecha: la política, incómoda por sus
posturas críticas, y la derecha religiosa, que se escandaliza con sus
aperturas pastorales. Sectores afines al Yunque lo han amenazado y
denunciado, reclamando: "queremos un obispo católico". Roma, haciendo
caso de rumores, lo llama en septiembre de 2011 a aclarar especialmente
su relación con la comunidad gay. Sin embargo, don Raúl no se deja
amedrentar y continúa su trabajo.
Ha sido un severo crítico del poder. A Felipe
Calderón le increpó que había fallado como católico. Ha sido el actor
religioso que con mayor severidad ha cuestionado a Peña Nieto y el
regreso de prácticas autoritarias, de impostura y corrupción del PRI.
Raúl Vera es heredero de los mejores obispos
posconciliares de América Latina, como Hélder Cámara y Óscar Arnulfo
Romero. Inquieto, hiperactivo e infatigable, es el mejor obispo que
tiene hoy la Iglesia mexicana, sin duda alguna. Ha sido valiente y
generoso, ha levantado numerosas controversias dentro y fuera de la
Iglesia.
Recibió el Premio Rafto 2010, otorgado por la
Fundación Rafto por su compromiso en la defensa de los derechos humanos y
que fue uno de los cuatro finalistas al Premio Nobel de la Paz 2012.
Su jubileo es una celebración que tiene raíces en
el antiguo testamento, una fiesta pública, solemne y significativa. Va,
pues, nuestro reconocimiento por estos años de compromiso cristiano.