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En el corazón de la Iglesia yo seré amor.





En esta meditación descubriremos cómo era la interioridad de santa Teresa del Niño Jesús, alma dedicada enteramente al Amor en el seno de la Iglesia de Cristo. Nos lo declara en su autobiografía:

"Teniendo un deseo inmenso de martirio, acudí  a las cartas de san Pablo, para tratar de hallar una respuesta. Mis ojos dieron casualmente con los capítulos doce y trece de la primera Carta a los Corintios, y en el primero de ellos leí que no todos pueden ser al mismo tiempo apóstoles, profetas y doctores; que la Iglesia consta de diversos miembros, y que el ojo no puede ser al mismo tiempo mano.

Era una respuesta bien clara,  ciertamente, pero no suficiente para satisfacer mis deseos y darme la paz. Continué, pues, leyendo sin desanimarme, y encontré esta consoladora exhortación: Ambicionad los carismas mejores. Y aún os voy a mostrar un camino excepcional. El Apóstol, en efecto, hace notar cómo los mayores dones, sin la caridad, no son nada, y cómo esta misma caridad es el mejor camino para llegar a Dios de un modo seguro. Con esas palabras, hallé la tranquilidad que buscaba.

Al contemplar el cuerpo místico de la Iglesia, no me había reconocido a mí misma en ninguno de esos miembros que san Pablo enumera. Yo deseaba más bien verme en todos ellos: apóstol, profeta, doctor... En la caridad descubrí el quicio de mi vocación. Entendí que la Iglesia tiene un cuerpo resultante de la unión de varios miembros, y que en este cuerpo no falta el que es el más necesario y noble de todos: entendí que la Iglesia tiene un corazón y que este corazón está ardiendo de amor.

Entendí que sólo el amor es el que impulsa a obrar a todos los miembros de la Iglesia y que, si faltase este amor, ni los Apóstoles anunciarían el Evangelio, ni los mártires derramarían su sangre. Reconocí claramente y me convencí de que el AMOR contiene en sí todas las VOCACIONES; que el amor lo es todo; que abarca todos los tiempos y lugares; en una palabra, que el amor es eterno.

Entonces, llena de una alegría desbordante, exclamé:

"¡Oh Jesús, amor mío!, por fin he encontrado mi vocación: mi vocación es el amor.

Sí, he hallado mi propio lugar en la Iglesia, y este lugar es el que tú, Señor, me has señalado.

En el corazón de la Iglesia, que es mi madre, yo seré el amor; de este modo lo seré todo, y mi deseo se verá colmado"