«Tratándose de Dios, ¿cómo llegar a esa vida común que reclama la amistad? Respondemos, que la vida humana tiene dos fases: una exterior, la del cuerpo y los sentidos; la otra espiritual, la del alma. Si la comunicación e intimidad con Dios o los Ángeles son completamente extrañas a la vida del cuerpo, son en cambio accesibles al alma; y lo son ya desde la tierra, aunque imperfectamente, pues: "Nuestra vida está en el cielo" (Fil 3, 20), y con toda perfección en la patria donde: "Los siervos de Dios le servirán y verán cara a cara" (Ap 23, 3).
De todo lo cual, la Caridad entre el hombre y Dios es una amistad que comienza en la tierra, para completarse en el cielo».
(Santo Tomas de Aquino, S. Th. II-II a. 1. ad 1).
(Imagen: Detalle de "Cristo en casa de Marta y Maria" de Henryk Siemiradzki).
«Y completando, digamos que la felicidad no puede consistir en bien alguno creado. Es ella el bien perfecto, el que debe satisfacer todos nuestros deseos, pues de lo contrario no sería nuestro fin último. Ahora bien: lo que busca nuestro corazón es el bien absoluto, así como es la verdad absoluta lo que busca nuestro ingenio.
Pero lo absoluto no podemos hallarlo más que en Dios, pues toda creatura no pasa de ser un bien parcial y limitado. Por lo tanto, Dios sólo será nuestra felicidad; El, quien según el Salmista: "Llena de bienes todas nuestras ansias"». (S. Th. I-II, Q. 2, a. 8).
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