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La Religión “de la Cabeza” versus la Religión “del Corazón” : Una Antinomia Falaz


La reciente edición de un periódico prominente en los círculos fundamentalistas contiene esta declaración: "Si quieres escribirme y hablarme intelectualmente, ahorra papel y sellos. Tengo algo en mi corazón que no vas a alcanzar a través de mi cabeza. La fe de mi corazón arde con un Libro vivo y poderoso. Déjame estar en mi ‘ignorancia’"! [1]

Tras este párrafo hay varios supuestos inquietantes.

1.- En primer lugar, el autor parece dar por supuesto que la "cabeza" y el "corazón" de alguna manera son contrarios. Esto parece ser hoy suposición común entre muchos creyentes en la Biblia, pese a no ser correcta. Es evidente que el término “corazón”, tanto en el AT como en el NT, alude a todos los elementos y funciones inmateriales del hombre en su totalidad. Sin embargo, para muchos cristianos, el “corazón” parece referirse principalmente a las emociones humanas; así cuando dicen: "El Señor agita mi corazón", lo que quieren decir es que el Señor agita sus emociones. Como se emplea en las Escrituras, el término “corazón” alude a un concepto que en realidad refiere a veces a las emociones (1 Samuel 2:1; Lucas 24:32). Pero también alude a toda clase de fenómenos inmateriales humanos. [2] Y algunas veces a la razón humana (nótese Proverbios 23:7 y Mateo 13:15).

Es un error, por tanto, decir: "Tengo algo en mi corazón que no vas a alcanzar a través de mi cabeza", como si la "cabeza", término con el cual estoy seguro que el autor quiere decir “mente”, no está de alguna manera en la provincia de lo que la Biblia entiende y nombra por "corazón".

2.- En segundo lugar, la confusión lleva al error de crear una antítesis entre la mente y las otras funciones del “corazón”: la espiritualidad, la voluntad, las emociones, etc. Y esto hace el autor del párrafo. Declara que no quiere que nadie le escriba cartas para "hablarle intelectualmente."

En otras palabras, en su "corazón", la parte suya verdaderamente "espiritual" según cree, él sabe lo que es correcto, y los argumentos racionales que le sean presentados no le podrán hacer cambiar de opinión. Implícito en este juicio está también el supuesto de que la mente es algo inferior a la genuina espiritualidad, y tal vez incluso su enemiga. Tal vez puede deducirse de la declaración, además, que la "cabeza" (mente) implica la razón, y que el razonamiento humano, fácilmente le lleva a uno a hacerse en enemigo de la verdad cristiana. Si no es así para el autor, lo es para muchos cristianos ahora. Uno sospecha que la seria desconfianza en la inteligencia humana es una reacción contra el “liberalismo” teológico (que es hijastro del deísmo y del "libre pensamiento"); es por eso que muchos cristianos parecen creer que el énfasis en el intelecto conduce casi inevitablemente a la negación de la fe.

Sin embargo, esa opinión no puede sostenerse en la Biblia. Algunos apelan a 1 Corintios 1:2, pero al parecer no advierten que Pablo no está depreciando el conocimiento ni la razón (nótese 2:6), sino la sabiduría mundana del "hombre natural" (2:14). El contraste que hace Pablo aquí no es entre la razón humana y una “razón espiritual”, sino entre la razón espiritual, y la razón carnal, no regenerada. Es decir: la Biblia nos presenta la razón y la mente humana como totalmente depravadas, como lo hace cualquier otra parte del hombre (Romanos 3:10-18). Pero decir que la mente y la razón humana están totalmente depravadas, no quiere decir que están constitucionalmente incapacitadas. En efecto, los cristianos siempre apelamos a la mente y la razón de los inconversos. Sin duda el hombre natural no percibe las cosas del Espíritu de Dios, por eso no puede ser convertido sin el poder regenerador del Espíritu Santo. Pero el problema es con su depravación ética, su propia autonomía, que ha corrompido su manera de pensar, pero que no ha afectado a su capacidad de razonar. Es claro que los inconversos no entienden las cosas espirituales; pero es porque “han detenido la verdad con injusticia” (Romanos 1:18), no porque su mente sea por constitución incapaz de comprender la verdad espiritual: el problema es ético, no es metafísico.

3.- Y en tercer lugar, evadiendo y devaluando la mente, el autor se deshace del entendimiento como vehículo por el que la Palabra de Dios se dirige, tanto a los perdidos como a los salvos. En la parábola del sembrador, las personas no convertidas son caracterizadas como tierra "junto al camino" (Mateo 13: 4-19); esos son los que no entienden el mensaje. Es imposible para alguien ser convertido a menos que entienda el mensaje de la salvación, y la comprensión es función de la mente: por ello es que sin razonamiento es imposible la conversión. El razonamiento, sin duda, debe ser inducido por el Espíritu Santo, pero eso no quiere decir que el razonamiento humano deba ser sustituido por algo místico y celestial, que la razón no es capaz de captar.

Lo mismo se aplica a los cristianos cuyo amor debe "abundar aun más y más en conocimiento y en todo juicio" (Filipenses 1:9). Si el autor del párrafo mencionado arriba está diciendo: "Entré en un estado de certeza sobre una creencia o práctica, porque mis emociones fueron agitadas, y por ende no fue algo intelectual", está seriamente equivocado. La fe y el mensaje cristiano se dirigen antes que nada a la mente, y después hace su camino en dirección a la voluntad, al espíritu, las emociones, etc. [3], que son todos aspectos que la Biblia llama con la palabra "corazón". Aislar uno de estos aspectos de los otros, en este caso dar a entender que el razonamiento es inferior a la emoción o a la voluntad, es tan inexacto como decir que la “razón” eclipsa a la voluntad y a las emociones, lo que es un dogma gnóstico. 

Desacreditar el intelecto como el autor del párrafo hace, es eliminar el instrumento que Dios mismo ha ordenado para la aprehensión de la verdad cristiana. Y lo torna a uno vulnerable a toda suerte de emocionalismos, misticismos e irracionalismos, y farsas anti-bíblicas, que pueden abrazarse nada más porque le hacen a uno “sentirse bien".

Este tipo de anti-intelectualismo es una plaga dominante entre los cristianos modernos.


Andrew Sandlin 
Traducción de Alberto Mansueti 

NOTAS

[1] The Flaming Torch, Julio-Septiembre 1990, p. 1 [La posición del periódico al respecto no es clara].

[2] W.E. Vine, Merrill F. Unger, y William White, Vine’s Expository Dictionary of Biblical Words (Nashville: Thomas Nelson Publishers, 1985), pp. 108-109, 297; Gleason L. Archer, R. Laird Harris, y Bruce K. Waltke, Theological Wordbook of the OT (Chicago: Moody Press, 1980), pp. 466, 467; Gordon Clark, Religion, Reason and Revelation (Jefferson, MD: The Trinity Foundation, 1986 [2nd. Ed.]), pp. 90-94.

[3] D. Martyn Lloyd-Jones, Spiritual Depression (Grand Rapids: Eerdmans Publishing Co., 1965), Cap.. IV.


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