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La Homilía del Papa Francisco en la Misa de Clausura del Jubileo de la Orden de los Predicadores

Papa Francisco

Misa de Clausura del Jubileo Dominicano - 21 de enero de 2017 en la Basílica de San Juan de Letrán de Roma

Papa Francisco

La Palabra de Dios hoy nos presenta dos escenarios humanos opuestos: de una parte el “carnaval” de la curiosidad mundana; de la otra, la glorificación del Padre mediante las obras buenas. Y nuestra vida se mueve siempre entre estos dos escenarios. De hecho, ellos están en toda época, como lo demuestran las palabras de San Pablo dirigido a Timoteo (Cfr. 2 Tim 4,1-5). Y también Santo Domingo con sus primeros hermanos, ochocientos años atrás, se movía entre estos dos escenarios.

Pablo advierte a Timoteo que deberá anunciar el Evangelio en un contexto en que la gente busca siempre nuevos “maestros”, “cuentos”, doctrinas diversas, ideologías… «Prurientes auribus» (2 Tim 4,3). Es el “carnaval” de la curiosidad mundana, de la seducción. Por esto el Apóstol instruye a su discípulo usando incluso verbos fuertes, como “insiste”, “advierte”, “reprocha”, “exhorta”, y luego “vigila”, “soporta los sufrimientos” (vv. 2.5).

Es interesante ver como ya entonces, dos milenios atrás, los apóstoles del Evangelio se encontraban ante este escenario, que en nuestros días se ha desarrollado mucho y globalizado a causa de la seducción del relativismo subjetivista. La tendencia de la búsqueda de novedad propia del ser humano encuentra el ambiente ideal en la sociedad del aparentar, del consumo, en el cual muchas veces se reciclan cosas viejas, pero lo importante es hacerlas parecer como nuevas, atrayentes, seductoras. También la verdad es enmascarada. Nos movemos en la así llamada “sociedad liquida”, sin puntos fijos, desordenada, sin referencias sólidas y estables; en la cultura de lo efímero, del usa y tira.

Ante este “carnaval” mundano resalta netamente el escenario opuesto, que encontramos en las palabras de Jesús que hemos escuchado: «glorifiquen al Padre que está en el cielo» (Mt 5,16). Y ¿cómo se da este paso de la superficialidad casi-afectuosa a la glorificación? Se da gracias a las buenas obras de aquellos que, se hacen discípulos de Jesús, y son “sal” y “luz”. «Así debe brillar ante los ojos de los hombres – dice Jesús – la luz que hay en ustedes, a fin de que ellos vean sus buenas obras y glorifiquen al Padre que está en el cielo» (Mt 5,16).

En medio del “carnaval” de ayer y hoy, esta es la respuesta de Jesús y de la Iglesia, este es la base sólida en medio del ambiente “liquido”: las buenas obras que podemos realizar gracias a Cristo y a su Santo Espíritu, y que hacen nacer en el corazón el agradecimiento a Dios Padre, la alabanza, o al menos la maravilla y la pregunta: ¿Por qué?, ¿Por qué esta persona se comporta así?: la inquietud del mundo ante el testimonio del Evangelio.

Pero para que este “sacudón” suceda se necesita que la sal no pierda el sabor y la luz no se esconda (Cfr. Mt 5,13-15). Jesús lo dice muy claramente: si la sal pierde su sabor no sirve para nada. ¡Cuidado que la sal pierda su sabor! ¡Atención a una Iglesia que pierde el sabor! ¡Cuidado que un sacerdote, un consagrado, una congregación que pierde su sabor!

Hoy nosotros damos gloria al Padre por la obra que Santo Domingo, lleno de la luz y de la sal de Cristo, ha realizado ochocientos años atrás; una obra al servicio del Evangelio, predicado con la palabra y con la vida; una obra que, con la gracia del Espíritu Santo, ha hecho que muchos hombres y mujeres sean ayudados a no perderse en medio del “carnaval” de la curiosidad mundana, sino en cambio hayan escuchado el gusto de la sana doctrina, el gusto del Evangelio, y se hayan convertido, a su vez, en luz y sal, artesanos de obras buenas… y los verdaderos hermanos y hermanas que glorifican a Dios y enseñan a glorificar a Dios con las buenas obras de la vida.

(Traducción del italiano, Renato Martinez – Radio Vaticano)

Nuevo proyecto de Archivum Fratrum Praedicatoum: Dominicos y Autoridad Civil

Nuevo proyecto de Archivum Fratrum Praedicatoum: Dominicos y Autoridad Civil

A lo largo de su dilatada historia, desde la Edad Media hasta la actualidad, la Orden de Predicadores ha tenido relación con la autoridad civil, tanto a nivel local como a nivel internacional. Hubo momentos en que esta relación fue muy estrecha, mientras que en otros se registraron duros conflictos.

Siendo conscientes de la complejidad del tema el comité editorial de Archivum Fratrum Preadicatorum (Nova Series) ha decidido dedicar su próximo monográfico a la cuestión: Dominicos y Autoridad Civil. Por ello el comité editorial estará complacido de evaluar las contribuciones originales que versen sobre el tema, considerando las diferentes perspectivas y diversas situaciones.

Reflexiones teóricas de miembros de la Orden pueden ser comparadas con los hechos reales que se dieron en los contextos locales, a nivel de las diversas provincias o conventos determinados, así como a nivel nacional e internacional. Nuestro objetivo es reunir un volumen que ofrezca la mejor visión posible de un aspecto tan importante de la vida de la Orden que, sin embargo, ha sido hasta ahora no suficientemente investigado.

Los estudiosos interesados en participar en este proyecto están invitados a presentar hasta finales de abril de 2017 el resumen del artículo que planean escribir (200-250 palabras). Los artículos seleccionados para la publicación deberán enviarse con fecha límite de diciembre de 2017 a la dirección de correo electrónico istitutostorico@pust.it; no deberán superar en ningún caso los 45.000 caracteres (excluyendo las notas a pie de página). Los artículos serán sometidos a peer review.

Archivum Fratrum Praedicatorum
Istituto Storico Domenicano

Misa de Clausura del Jubileo Dominicano

Basilica of St John Lateran, Rome

Misa de Clausura del Jubileo Dominicano - 21 de enero de 2017 en la Basílica de San Juan de Letrán de Roma

La Prefectura de la Casa Pontificia confirmó que su Santidad Franciso presidirá la misa de clausura del Jubileo Dominicano el próximo 21 de enero en la Basílica de San Juan de Letrán de Roma a las 4:00 p.m. Todos los miembros de la Familia Dominicana y amigos de la Orden están cordialmente invitados a participar en esta celebración eucarística. Con el fin de garantizar billetes para todos los que quieran participar, les pedimos que confirmen su presencia enviando un correo antes del día 13 de enero a iubileum2016@curia.op.org

Todos los inscritos al Congreso para la mission de la Orden tienen ya un billete reservado. El ingreso a la Basilica será a partir de las 3:00 p.m. A partir de las 3:30 p.m. tendremos la oración del Santo Rosario. Pedimos a los frailes que asistan a la ceremonia que porten el hábito y la capa. Concelebrarán junto al  Santo Padre los obispos dominicos y priores provinciales presentes. 


Eucaristía en ocasión de la clausura del Jubileo de la Orden de Predicadores (I)

El 21 de enero a las 16h en la basílica de San Juan de Letrán Su Santidad el Papa Francisco presidirá la Eucaristía de clausura del Jubileo de la Orden de Predicadores, un acontecimiento importante que no sólo debe dirigir nuestros ojos hacía la rica historia de la orden sino también impulsarnos hacia su futuro. Cada Eucaristía es una celebración de la Iglesia (en este caso particularmente de la Familia Dominicana) y es necesario prepararse bien para vivirla en abundancia. De esta manera podremos celebrar realmente juntos, en el sentido más pleno de la palabra, recordando que la liturgia no es sólo asunto del celebrante o del coro, sino que involucra y expresa a toda la Iglesia con su riqueza de dones y vocaciones. Permitidme explicaros algunas particularidades de la celebración.

Antes de comenzar la Eucaristía rezaremos el Santo Rosario, oración especialmente importante en nuestra tradición dominicana. Será recitado en cinco idiomas y dirigido por el Maestro de la Orden fray Bruno Cadoré. Pero como nuestra Familia Dominicana habla más de cinco lenguas y está compuesta por más de cinco culturas las respuestas a las oraciones serán en latín expresando así mejor la universalidad de nuestra herencia y la unidad de la oración dominicana. Antes de cada misterio se cantará una pequeña composición coral que ayudará a la meditación. Al finalizar el Rosario cantaremos Imple Pater quod dixisti (la antífona O spem miram), estando seguros de que intercede por nosotros tal y como lo prometió en su lecho de muerte y ha cumplido durante 800 años.

Para prepararnos a la Eucaristía (inefable misterio de Dios entre los hombres) permaneceremos tras el Rosario unos momentos en silencio orante, con el fin de descansar nuestras mentes ocupadas y disponernos a la contemplación de Dios por medio de la liturgia.

Cada Eucaristía es una imagen de la entera Iglesia, lo que significa también de la Orden de Predicadores en la riqueza y pluralidad de sus formas de vida, con obispos dominicos, antiguos Maestros de la Orden y representantes de la Familia Dominicana de todo el mundo. Aunque la Eucaristía será celebrada mayoritariamente en lengua italiana, con el objetivo de subrayar tanto la unidad como la pluralidad de la oración dominicana, se interpretarán composiciones corales en diversas lenguas procedentes de nuestra tradición, tanto antigua como moderna. Nos disponemos a dar comienzo a los preparativos con la parte más sencilla.


En el momento de la comunión cantaremos el canto Adoro Te devote, conocido himno eucarístico compuesto por santo Tomás de Aquino. Los arreglos necesarios han sido compuestos para la ocasión.

fr. Dominik Jurczak OP

La promulgación de la Ratio Formationis Generalis (R.F.G.)

Fr Bruno Cadore, op

Queridos hermanos:

Con la aprobación del Capítulo General de Bolonia (ACG 2016 Bolonia, 244), por la presente promulgo la nueva Ratio Formationis Generalis (RFG) que «debe consignar los principios generales de carácter espiritual y las normas pedagógicas fundamentales para la formación de los frailes, dejando a las provincias el cuidado de elaborar sus propias normas conforme a las circunstancias de tiempo y lugar» (LCO 163).

Esta Ratio reemplaza la que estaba vigente desde 1987. La misma es el fruto de un largo proceso de consulta a provincias y formadores en las diferentes regiones de la Orden, adelantado por el consejo general y el socio encargado de la formación inicial. Agradezco sinceramente a todos aquellos que han participado de este modo a la elaboración de la presente Ratio – cuya versión original está en inglés. Ahora le corresponde a cada provincia proceder a la actualización de su propia Ratio Formationis Particularis (RFP), sobre la base de la Ratio Generalis (ACG 2016 Bolonia, 245), y de enviarla al consejo general para su aprobación. El socius para la vida fraterna y la formación estará encargado especialmente de acompañar este proceso.

Es la primera vez que una Ratio se dirige a todos los frailes, estén en formación inicial o no. Efectivamente, desde hace varios capítulos generales, se ha insistido en la continuidad entre la formación inicial y la formación permanente y en la necesidad de que todos prestemos la misma atención a estas dos dimensiones de la formación. Una vez más, la formación se presenta en esta Ratio como un camino, una escuela de vida apostólica, insistiendo a la vez en la responsabilidad primera de cada uno de los frailes por su propia formación, pero también en la responsabilidad d las comunidades y provincias que tiene el deber de apoyar a cada uno en ese proceso continuo de renovación de su propia vocación a convertirse en un «hombre evangélico y apostólico». Escuela de vida, nuestra formación nos conduce, según la etapa de vida de cada uno, a contemplar en el centro de nuestra vida la gracia de esa Palabra que queremos predicar. De este modo, la formación nos invita a unirnos a Cristo, camino de verdad que conduce a la vida y centrar nuestra vida en la búsqueda de la verdad. Escuela de Predicadores, la formación inicial y permanente nos guía por el camino de la obediencia apostólica que nos hace libres para dejar al Espíritu configurar en nosotros la compasión de Cristo y su anhelo ferviente de que el mundo tenga vida y sea salvado.

Las Constituciones Primitivas, en el capítulo sobre el noviciado, se referían al llamado de Cristo «aprended de mi». Ven y verás, decía Felipe a Natanael; Ve y predica, decía Domingo haciéndose eco de los apóstoles. Esta es la finalidad que orienta la formación en todas las edades de la vida dominicana y que reúne nuestra diversidad en la unidad de una comunión de «santa predicación».

Puede descargar la Ratio aquí - Español y Multilingüe.

Fray Bruno Cadoré, O.P.
Maestro de la Orden de Predicadores

!FELIZ NAVIDAD¡

Feliz Navidad a todos ustedes
La Curia General de la Orden de Predicadores,
Santa Sabina, Roma.
http://www.op.org/es/content/feliz-navidad-todos-ustedes
Feliz Navidad a todos ustedes

Enviados a Predicar el Evangelio

ENVIADOS A PREDICAR EL EVANGELIO

UN CONGRESO PARA CLAUSURAL EL OCTAVO CENTENARIO Y RECONFIRMAR AL MISMO TIEMPO LA ORDEN DE PREDICADORES
ENVIADOS A PREDICAR EL EVANGELIO

Durante la celebración del Capítulo de Trogir en 2013 nació la idea de una Congreso PARA la Misión de la Orden, propuesto como un momento central de la celebración del jubileo de los 800 años de la confirmación de la Orden en 2016. El Congreso se llevará a cabo entre las dos fechas cercanas a  la aprobación de la confirmación de la Orden “de Predicadores”: de acuerdo con las dos Bulas papales complementarias la una de la otra, confirmando una Orden “de Predicadores”: cf. Bula del 22 de diciembre de 1216 con la confirmación del Papa Honorio III y la Bula del 21 de enero de 1217[1] que designa formalmente una « Orden de Predicadores ». Con este motivo el Congreso Internacional para la Misión se llevará a cabo precisamente entre estas dos fechas: 22 de diciembre de 2016 y 21 de enero de 2017, como clausura solemne del año del Jubileo Dominicano y, sobre todo, como punto de partida de un nuevo camino para la misión de predicación de la Orden. El Congreso tendrá por tema principal el mismo que fue escogido por el Capítulo General para la celebración del año jubilar de los 800 años de la Orden: ENVIADOS A PREDICAR EL EVANGELIO (Cf. ACG Trogir, 50).

Para la preparación del Congreso, el Consejo General de la Orden ha propuesto la conformación de Foros para la reflexión común con la participación de frailes, hermanas y laicos, que trabajan hoy en diversos campos y tipos de predicación. Estos Foros han sido organizados de acuerdo con los “Mandatos de Misión” establecidos durante el Capítulo General de roma 2010 y formalmente identificados en el Capítulo de Trogir (Cf. ACG Trogir, 109 ss.).

1. OBJETIVOS DEL CONGRESO PARA LA MISIÓN:

1. Promover la sensibilización y la comprensión de los diferentes campos y contextos de la misión de la Orden hoy.

2. Animar y promover la cooperación mutua entre las regiones y entidades de la Orden.

3. Incentivar la creación de redes de colaboración en campos apostólicos específicos.

4. Identificar las presencias y formas de apostolado de la Orden que necesitan ser reforzadas.

5. Proponer valores et directrices comunes a la misión de la Orden con el propósito de profundizar nuestro aporte específico a la misión de evangelización de la Iglesia

2. PROPÓSITO DEL CONGRESO:

El principal objetivo del Congreso consiste en definir cuál es la contribución de nuestra predicación a la misión de la Iglesia y de la Orden misma en el futuro inmediato:

¿Cómo puede el Congreso contribuir a RENOVAR LA PREDICACIÓN DE LA ORDEN y animarnos a renovar nuestra misión de predicadores?
          
b. ¿En qué y cómo puede la Orden contribuir a reforzar la predicación de la Iglesia?
c. ¿Cuál es nuestra responsabilidad específica en esta misión ?
d. ¿De qué manera podrán las hermanas y hermanos predicadores poner al servicio de la Iglesia el carisma que ella espera de nosotros?
e. En este momento en que la Iglesia da prioridad al evangelio de la familia ¿Cuál es la contribución específica que la Orden puede dar, de una parte desde su tradición comunitaria y de otra parte desde la realidad como “familia dominicana”?

3. TEMAS DEL CONGRESO:

Además del tema principal del Jubileo, propuesto por el capítulo general del Trogir: EVIADOS E PREDICAR EL EVANGELIO, los talleres del Congreso, los Foros preparatorios y los trabajos en grupo de desarrollaran a partir de loa FOROS DE MISIÓN, organizador según los « Mandatos de Misión » establecidos en el capítulo general de Roma 2010 y determinados formalmente en el capítulo general de Trogir (Cf. ACG Trogir, 109 ss.).

1.        Migrantes
2.        Pueblos originarios
3.        Diálogo interreligioso y Ecuménico
4.        Pastoral en grandes centros de ciudad
5.        Peregrinaciones y devoción del Rosario
6.        Ministerio Parroquial
7.        Educación y evangelización
8.        Proceso Salamanca. 
9.        Escuelas de Predicación
10.      El estudio como misión de la Orden
11.      Justicia, paz y cuidado de la tierra
12.      Pastoral universitaria (campus ministry)
13.      Arte y predicación
14.      Apostolado en prisiones
15.      Apostolado de la salud
16.      Comunicaciones (mass media)

4. METODOLOGIA DEL CONGRESO

El Congreso, que reunirá más de 400 frailes, hermanas, laicos e invitados de diversas regiones, está organizado en cuatro sesiones principales (una cada día), siguiendo las grandes líneas de la misión de predicación de la Orden así:

Día 1: Humanidad: justicia, paz y cuidado de la tierra, migrantes, pueblos originarios, derechos humanos…

Día 2: Encuentro: diálogo interreligioso, unidad de los cristianos, escucha, educación, medios y mundo digital.

Día 3: Servicio: ministerio de la palabra, ministerio parroquial, ministerio de la salud, apostolado en prisiones…

Día 4: Conclusión: Centrada en el tema principal del Jubileo -y por tanto, del Congreso: 

ENVIADOS A PREDICAR EL EVANGELIO, que será desarrollado cada día como sigue: 

Día 1: Evangelio,
Día 2: Predicación,
Día 3: Enviados.

5.  LUGAR Y PROGRAMA DEL CONGRESSO

El Congreso será celebrado en Roma, en la Pontificia Universidad Santo Tomás de Aquino, Angelicum, del 17 al 21 de enero de 2017 y será la clausura solemne del Jubileo de los 800 años de la confirmación de la Orden.

PROGRAMA GENERAL DEL CONGRESSO

6. COSTOS DEL CONGRESO

Teniendo en cuenta que el Congreso se llevará a cabo en la Pontificia Universidad de santo Tomás de Aquino (Angelicum) de Roma, para el alojamiento se escogieron varias casas de acogida vecinas al Angelicum y el gran Hotel “Tra Noi”. Gracias a un acuerdo entre estas diversas instituciones que acogerán a todos los participantes, la organización del Congreso puede ofrecer precios muy económicos para la inscripción y costo general del Congreso (incluyendo alojamiento y alimentación del 17 al 22 de enero, los materiales del Congreso y la participación en todos los eventos programados así:

1. En habitación individual: Total entre 350 y 400 euros (según la participación o no en las ceremonias de apertura y clausura del Congreso).
2. Habitación compartida: Total entre 300 y 350 euros (según la participación o no en las ceremonias de apertura y clausura del Congreso).
3. Sin habitación (residentes en Roma): Total entre 200 y 250 euros (según la participación o no en las ceremonias de apertura y clausura del Congreso).

7. INSCRIPCIONES:

Para inscribirse en el Congreso necesitan solamente enviar su nombre y número de pasaporte

Al correo romaop2017@curia.op.org y se les enviará de inmediato por mail el formulario de inscripción con las indicaciones prácticas para el registro personal, el pago correspondiente y la participación en el Congreso.

Fraternalmente,

Comité Organizador del Congreso.


[1] El nombre original de la Orden de Santo Domingo es: “Orden de Predicadores” … El origen real de esta denominación explícita del papa Honorio III, se encuentra en la bula de 21 de enero de 1217, conservada actualmente en la biblioteca municipal de Carcasona (Francia) (Cf. AFP 28 [1958] 95-100; V. Kudelka, MOPH, XXV, 79; SDF, 801-802).

Santo Domingo Hijo de España y de la Iglesia Católica


Árbol genealógico de Santo Domingo que últimamente ha dado otra flor en la Madre Maravillas de Jesús OCD por la rama de los Guzmanes

Fuente: www.traditio-op.org

Santo Domingo de Guzmán, Prebitero y Fundador.


http://www.elsevier.es/ficheros/publicaciones/03656691/0000008900000005/v2_201405240439/S0365669113002219/v2_201405240439/es/main.assets/gr1.jpeg

SANTO DOMINGO DE GUZMÁN,
PRESBÍTERO y FUNDADOR
Vidas de los Santos de A. Butler


(1221 P. C.) - Santo Domingo nació a principios de 1171 en Calaroga, población de Castilla que entonces se llamaba Calaruega. No sabemos nada de cierto sobre su padre, aparte de que llevaba el nombre de Félix y que, al parecer, pertenecía a la familia de Guzmán. La madre de santo Domingo fue la beata Juana de Aza. A los catorce años, Domingo partió de la casa de su tío, que era arcipreste de Gumiel de Izán, e ingresó en la escuela de Palencia. Era todavía estudiante cuando se le nombró canónigo de la catedral de Osma y, después de su ordenación, se consagró al cumplimiento de sus deberes de canónigo. El capítulo vivía en comunidad, bajo la regla de san Agustín y su regularidad y observancia fueron un magnífico ejemplar para el joven sacerdote. A lo que parece, Domingo vivió ahí sin distinguirse en nada de los otros canónigos, ejercitándose en la virtud y preparándose para la tarea que Dios le tenía reservada. Rara vez salía de la casa de los canónigos, y pasaba la mayor parte del tiempo en la iglesia, «llorando los pecados ajenos y leyendo y practicando los consejos que da Casiano en sus Conferencias». Cuando Diego de Acevedo fue elegido obispo de Osma hacia el año de 1201, Domingo le sucedió en el cargo de prior del capítulo. Tenía entonces treinta y un años y había practicado la vida contemplativa a la que acabamos de referirnos durante seis o siete años. En 1204 terminó ese período y el joven hizo su aparición en el mundo en forma inesperada.

Aquel año, Alfonso IX de Castilla envió al obispo de Osma a Dinamarca a negociar el matrimonio de su hijo y el prelado llevó consigo a Domingo. De camino a Dinamarca, los viajeros atravesaron el Languedoc, donde se había difundido mucho la herejía de los albigenses. En Toulouse se alojaron en casa de un albigense. Lleno de compasión por su huésped, Domingo pasó toda la noche en discusión con él y, a la salida del sol, el hombre había recuperado la fe y abjurado de sus errores. La mayoría de los autores suponen que en ese instante Domingo comprendió lo que Dios quería de él. Al regresar de Dinamarca, el obispo y Domingo fueron a Roma a pedir a Inocencio III que los enviase a predicar el Evangelio a los cumanos en Rusia. El Pontífice, que supo apreciar el celo y la virtud de los misioneros, los exhortó para que consagraran sus esfuerzos a luchar dentro de la cristiandad por desarraigar la herejía. Domingo y el obispo pasaron después por Citeaux, a cuyos monjes había encargado el Papa especialmente que lucharan contra los albigenses. En Montpellier se reunieron con el abad de Citeaux y otros dos monjes, Pedro de Castelnau y Raúl de Fontefroide, que habían trabajado en la misión del Languedoc. Diego y Domingo cayeron entonces en la cuenta de que todos los esfuerzos hechos hasta entonces por desarraigar la herejía habían resultado inútiles.

El sistema albigense se basaba en el dualismo del bien y el mal. A este ultimo principio, opuesto al bien, pertenecía la materia y todo lo material. Por consiguiente, los albigenses negaban la realidad de la Encarnación y rechazaban los sacramentos; la perfección exigía que el hombre renunciase a la procreación, comiese y bebiese lo menos posible y el suicidio era cosa laudable. Naturalmente, la mayoría de los albigenses no practicaban estrictamente su doctrina, pero el reducido círculo de los «perfectos» vivía en una pureza heroica y su proceder ascético contrastaba con la vida fácil de los monjes cistercienses. En aquellas circunstancias resultaba inútil tratar de convertir a los herejes mediante el empleo razonable de las cosas materiales, ya que el pueblo seguía instintivamente a quienes llevaban una vida heroica, que no eran ciertamente los predicadores cistercienses. Viendo esto, santo Domingo y el obispo de Osma exhortaron a los cistercienses a imitar el ejemplo de los herejes, a no viajar a caballo, a no alojarse en las mejores hosterías y a despedir a los criados que tenían a su servicio. Una vez que consiguiesen hacerse oír del pueblo, a causa de su vida de penitencia, deberían emplear las armas de la persuasión y la discusión en vez de las amenazas. La tarea era tanto más difícil, cuanto que el albigenismo constituía una religión nueva más bien que una herejía originada en el cristianismo y su forma más avanzada amenazaba la existencia misma de la sociedad humana. Santo Domingo estaba persuadido de que era posible oponer un dique al albigenismo, y Dios quiso valerse de su predicación como instrumento para hacer penetrar su gracia en el corazón de numerosos herejes.

Santo Domingo no se contentó con pedir a otros el ejemplo, sino que lo dio él mismo. Así pues, organizó una serie de conversaciones con los herejes, que hicieron algún efecto en el pueblo, pero no entre los jefes de la herejía. El obispo de Osma volvió poco después a su diócesis, en tanto que su compañero se quedaba en Francia, pero antes de que partiese el prelado, santo Domingo había dado ya el primer paso para fundar la orden que estaba destinada a marcar el alto al albigenismo. Había observado que las mujeres desempeñaban un papel muy importante en la difusión de la herejía y que las jóvenes, después de recibir en su casa los principios de la mala doctrina, iban a proseguir su educación en conventos albigenses. En 1206, el día de la fiesta de santa María Magdalena, santo Domingo recibió una señal del cielo y, en menos de seis meses, fundó en Prouille un convento con nueve monjas a las que había convertido de la herejía y, cerca de ahí, alojó a los hombres que le ayudaban en el apostolado. En esa forma, empezó a preparar predicadores virtuosos, a ofrecer refugio a las mujeres convertidas, a ver por la educación de las jóvenes y a organizar una casa religiosa en la que se oraba constantemente.

El asesinato del legado pontificio, Pedro de Castelnau, a manos de un criado del conde de Toulouse, desencadenó una «cruzada» contra los albigenses, en la que se practicaron todos los horrores y crueldades de una guerra civil. El caudillo de los albigenses era Raimundo VI, conde de Toulouse; el de los católicos era Simón IV de Montfort, conde de Leicester. Santo Domingo no creía en la eficacia ni en la legitimidad de una empresa que tratase de imponer la ortodoxia por la fuerza, y es falso que haya tenido algo que ver en el establecimiento de la Inquisición, ya que el tribunal empezó a funcionar en el sur de Francia desde fines del siglo XII (Posteriormentela Orden de Santo Domingo se hizo cargo de la Inquisición. Desde un principio se mostró reacia a desmpañar esa taresa y en 1243 pidió al Papa que la relevara del cargo, pero Inocencio IV rehusó el pedido. Sólo dos de los inquisidores generales de España fueron dominicos, Torquemada fue uno de ellos). El santo no se mezcló jamás en ninguna de las crueles ejecuciones que llevó a cabo la Inquisición. Los historiadores de la época mencionan únicamente, como armas de santo Domingo, la instrucción, la paciencia, la penitencia, el ayuno, las lágrimas y la oración. En cierta ocasión en que el obispo de Toulouse fue a visitar su diócesis con una comitiva de soldados y criados, el santo le reprendió con estas palabras: «En vano intentaréis convertir de esa manera a los enemigos de la fe. La oración es más eficaz que la espada y la humildad más útil que los vestidos finos». Domingo estuvo a punto de ser elegido obispo en tres ocasiones; pero se opuso firmemente, pues sabía que Dios le destinaba a otra tarea.

Santo Domingo había predicado ya diez años en el Languedoc, y a su alrededor se había reunido un grupo de predicadores. Hasta entonces, había portado el hábito de los Canónigos Regulares de San Agustín y observado su regla. Pero deseaba ardientemente reavivar el espíritu apostólico de los ministros del altar, puesto que su ausencia era la causa principal del escándalo del pueblo y del florecimiento del vicio y la herejía. Para eso proyectaba fundar un grupo de religiosos, que no serían necesariamente sacerdotes ni se dedicarían exclusivamente a la contemplación, como los monjes, sino que unirían a la contemplación el estudio de las ciencias sagradas y la práctica de los ministerios pastorales, especialmente de la predicación. El objetivo principal del santo era el de multiplicar en la Iglesia los predicadores celosos, cuyo espíritu y ejemplo facilitasen la difusión de la luz de la fe y el calor de la caridad, capaces de ayudar eficazmente a los obispos a curar las heridas que habían infligido a la Iglesia la falsa doctrina y la vida disipada. Para facilitar la tarea de Santo Domingo, el obispo Fulk, de Toulouse, le concedió, en 1214, una renta, y, al año siguiente, aprobó la fundación embrionaria de la nueva orden. Pocos meses más tarde, santo Domingo acompañó al obispo al cuarto Concilio de Letrán.

Inocencio III acogió muy amablemente al santo y aprobó el convento de religiosas de Prouille. Además, introdujo en el décimo canon del Concilio una cláusula que ponía de relieve la obligación de predicar y la necesidad de elegir pastores poderosos en obras y palabras, capaces de instruir y edificar a los fieles con el ejemplo y la predicación. Aunque en dicho canon el Pontífice subrayaba la necesidad de formar predicadores aptos, la aprobación de la nueva orden no era tarea fácil, porque el mismo Concilio había legislado contra la multiplicación de las órdenes religiosas. Se dice que Inocencio III había resuelto negarse a la petición, pero que aquella misma noche soñó que la iglesia de San Juan de Letrán estaba a punto de derrumbarse y que santo Domingo la sostenía. Como quiera que fuese, lo cierto es que el Papa aprobó verbalmente la nueva fundación y ordenó al santo que consultase con sus hermanos cuál de las reglas religiosas ya aprobadas querían seguir. En agosto de 1216, se reunieron en Prouille, Domingo y sus dieciséis compañeros, de los cuales ocho eran franceses, siete españoles y uno inglés. Tras de discutir los pros y los contras, decidieron adoptar la regla de San Agustín, que era la más antigua y menos detallada de cuantas existían, que había sido escrita para sacerdotes por un sacerdote y predicador eminente. Santo Domingo añadió algunas cláusulas, tomadas en parte de las reglas de los premonstratenses. Inocencio III murió el 18 de julio de 1216 y Honorio III fue elegido para sustituirle. Ello retardó un poco el viaje de santo Domingo a Roma, pero entretanto, terminó el primer convento de Toulouse, al que el obispo regaló la iglesia de San Román. Ahí empezaron los primeros dominicos a llevar vida comunitaria con votos religiosos.

Santo Domingo llegó a Roma en octubre de 1216. Honorio III aprobó ese mismo año la nueva comunidad y sus constituciones, «en consideración a que los religiosos de vuestra orden serán paladines de la fe y luz del mundo, Nos confirmamos vuestra orden». Santo Domingo continuó sus prédicas en Roma con gran éxito, hasta después de la Pascua. Fue entonces cuando se hizo amigo del cardenal Ugolino (más tarde Gregorio IX) y de san Francisco de Asís. Según cuenta la leyenda, santo Domingo soñó que la ira divina estaba a punto de descargarse sobre el mundo pecador, pero lo salvó la intercesión de Nuesta Señora ante su hijo al señalarle a dos personajes: el uno era el propio santo Domingo, el otro era un desconocido. Al día siguiente, se hallaba el santo en oración en la iglesia, cuando entró en ella un mendigo cubierto de harapos. El santo reconoció inmediatamente en él al hombre de su sueño; así pues, se le acercó, le abrazó y le dijo: «Vos sois mi compañero y tenéis que estar a mi lado, pues si permanecemos unidos no habrá poder humano capaz de resistirnos». El encuentro de los dos hombres de Dios, Domingo y Francisco se celebra dos veces al año, en sus respectivas fiestas; en efecto, en esos días los miembros de cada orden cantan la misa en las iglesia de los de la otra y se reúnen «para comer el pan que no ha faltado en siete siglos». Algunos autores han comparado a santo Domingo con san Francisco; pero la comparación es poco inteligente, ya que ambos santos se completan y corrigen el uno al otro, y los únicos puntos que tienen en común, son la fe, cl celo y la caridad.

El 13 de agosto de 1217, los frailes predicadores se reunieron con el fundador en Prouille. Santo Domingo les dio instrucciones sobre la manera de predicar y enseñar y los exhortó a estudiar sin descanso; sobre todo, les recordó que su principal obligación era la santificación propia y que estaban llamados a proseguir la obra de los Apóstoles para establecer en el mundo el reino de Cristo. También les habló de la humildad, de la desconfianza en sí mismos y de la confianza en Dios; en esa forma serían capaces de superar todas las aflicciones y persecuciones, y de pelear la gran batalla contra el mundo y los poderes del infierno. Con gran sorpresa de todos, pues la herejía había ganado terreno en el sitio en que se encontraban, santo Domingo dispersó a sus hermanos el día de la Asunción en todas direcciones, diciéndoles: «Tened confianza en mí. Yo sé lo que hago. Nuestra obligación no es almacenar la semilla, sino sembrarla». Cuatro de los frailes partieron a España, siete a París, dos volvieron a Toulouse, dos permanecieron en Prouille y el fundador se dirigió a Roma en el mes de diciembre. Santo Domingo tenía la intención de renunciar a su papel en la naciente orden e ir a predicar el Evangelio a los tártaros, pero Dios iba a disponer las cosas de otro modo.

Cuando santo Domingo llegó a Roma, el Papa le confió la Iglesia de San Sixto. Al mismo tiempo que fundaba allí un convento, enseñaba teología; su predicación en San Pedro llamó la atención de la multitud. En aquella época, la mayoría de las religiosas de Roma no observaban la clausura y vivían sin reglas, unas en pequeños conventos y otras en casa de sus padres o amigos. Inocencio III había intentado varias veces reunir a todas las religiosas dispersas en un convento de clausura, pero no lo había logrado. Así pues, encargó a santo Domingo de llevar a cabo esa reforma y así lo hizo éste. Cedió a las religiosas su propio monasterio de San Sixto, que acababa de construir; el Papa le dio, en cambio para sus frailes una casa en el Aventino y la iglesia de Santa Sabina. Se cuenta que el Miércoles de Ceniza de 1218, la abadesa y las religiosas que iban a transladarse al convento de San Sixto, se hallaban en la casa capitular con santo Domingo y tres cardenales, cuando un mensajero les llevó la noticia de que un joven, Napoleón, sobrino del cardenal Stephen, acababa de matarse al caer del caballo. Santo Domingo ordenó que transportasen el cadáver a la casa capitular y pidió al hermano Tancredo que prepararse el altar para la misa. Los cardenales y sus comitivas, la abadesa y sus monjas, los frailes y una gran multitud que se había reunido, se dirigieron a la iglesia. Al terminar la celebración del santo sacrificio, santo Domingo enderezó un tanto los maltrechos miembros del cadáver, se arrodilló a orar e hizo la señal de la cruz sobre el muerto. En seguida, levantó las manos al cielo y exclamó: «Napoleón, en el nombre de Nuestro Señor Jesucrito te mando que te levantes». El joven resucitó al punto, sin una sola herida, en presencia de la multitud.

Como fray Mateo de Francia había tenido éxito en la fundación de una casa de la orden en la Universidad de París, santo Domingo envió a algunos de sus hermanos a la Universidad de Bolonia, donde el beato Reginaldo de Orléans llevó a cabo la fundación de uno de los más famosos conventos de la orden. Entre 1218 y 1219, el fundador viajó por España, Francia e Italia, fundando conventos. En el verano de 1219, llegó a Bolonia, donde estableció su residencia habitual hasta el fin de su vida. En 1220, Honorio III confirmó al santo en el cargo de superior general. En Pentecostés de ese mismo año, se reunió el primer capítulo general de la orden, en Bolonia; en él se redactaron las constituciones definitivas, que hicieron de la Orden de Predicadores «la más perfecta de las organizaciones monásticas que produjo la Edad Media» (Hauck): una orden religiosa en el sentido moderno de la palabra, donde la unidad es la orden y no el convento, cuyos miembros dependen de un superior general y cuyas reglas llevan la marca inconfundible del fundador, particularmente por lo que se refiere a la capacidad de adaptación y a la supresión de la propiedad.

Santo Domingo predicaba en todos los sitios por donde pasaba y oraba constantemente por la conversión de los infieles y de los pecadores. Si tal hubiese sido la voluntad de Dios, el santo habría querido verter su sangre por Cristo e ir a predicar a los bárbaros la buena nueva del Evangelio. Por ello, hizo del ministerio de la palabra el fin principal de su institución. Quería que todos sus religiosos se entregasen a la predicación, cada uno según su capacidad, y que los que tenían especial talento de predicadores sólo interrumpiesen el ministerio para retirarse, de cuando en cuando, a predicarse a sí mismos en la soledad y el silencio. La vocación dominicana consiste en «compartir con los demás el fruto de la contemplación». Esa es la razón por la cual los miembros de la orden se preparan largamente, mediante la práctica de la oración, de la humildad, de la abnegación y de la obediencia. Santo Domingo repetía frecuentemente: «Quien domina sus pasiones es amo del mundo. Quien no las domina se convierte en su esclavo. Más vale ser martillo que yunque». Santo Domingo enseñó a sus misioneros a hablar directamente al corazón, mediante la práctica de la caridad. Alguien le preguntó una vez en qué libro había preparado el sermón que acababa de predicar: «En el libro del amor», respondió el fundador. La cultura, la enseñanza y el estudio de la Biblia fueron, desde el primer momento, elementos esenciales de la orden; nada tiene de extraño que los dominicos se hayan distinguido en el trabajo intelectual, ni que haya llamado al fundador «el primer Ministro de Instrucción Pública en la Europa moderna». El espíritu de oración y recogimiento es otra de las características de los dominicos, como lo fue de santo Domingo, quien pedía incesantemente a Dios que le concediese el verdadero amor del prójimo y la capacidad de ayudar a los otros. El santo exigía inflexiblemente el cumplimiento de las reglas que había impuesto. Al llegar a Bolonia, en 1220 advirtió en el convento que se edificaba, cierta elegancia que cuadraba mal con el espíritu de pobreza de la orden; sin vacilar un instante, mandó que se detuviese la construcción. Gracias a ese enérgico espíritu de disciplina, la orden se extendió rápidamente. En 1221, cuando se reunió el segundo capítulo general, había ya unos sesenta conventos, distribuidos en ocho provincias; los dominicos habían llegado ya a Polonia, Escandinavia, Palestina y el hermano Gilberto con otros doce frailes habían fundado las casa de Canterbury, Londres y Oxford. La Orden de Predicadores se halla actualmente establecida en todo el mundo.

Al terminar el segundo capítulo general, Santo Domingo fue a visitar al cardenal Ugolino en Venecia. A la vuelta de ese viaje, se sintió enfermo y fue iransladado al campo para que respirase un aire más puro, pero, ya había comprendido que se aproximaba la hora de su muerte. Habló a sus hermanos acerca de la belleza de la castidad. Como no poseía bienes temporales, redactó su testamento en estos términos: «Hijos míos muy queridos, he aquí mi herencia: conservad la caridad entre vosotros, permaneced humildes y observad voluntariamente la pobreza». Después de exhortar largamente a sus hijos a la pobreza, el santo pidió que le transladasen de nuevo a Bolonia, porque deseaba per sepultado «bajo los pies de sus hermanos». Los frailes del convento de Bolonia se reunieron a rezar las oraciones por los agonizantes en torno al fundador y, al llegar al «subvenite», santo Domingo repitió esas hermosas palabras y exhaló el último suspiro. Era el atardecer del 6 de agosto de 1221; el santo tenía cincuenta y dos años. Su muerte fue un ejemplo de la pobreza de la que había hablado poco antes a sus hermanos, puesto que expiró «en el lecho del hermano Moneta, ya que carecía de una cama propia, vestido con el hábito del hermano Moneta, porque no tenía otro para reemplazar el que había llevado durante tantos años». El beato Jordán de Sajoniahabía escrito en la vida del santo: «Lo único que podía turbar la serenidad de su alma era el sufrirniento ajeno. El rostro de un hombre revela si es feliz o no; el rostro anuble y transfigurado de gozo de Domingo revelaba la paz de su alma. Poseía tal bondad y tal deseo de ayudar al prójimo, que nadie escapaba a la fuerza de su encanto y cuantos le veían una vez le amaban para siempre». Al firmar el decreto de canonización de su amigo, en 1234, Gregorio IX (el tdrnul Ugolino) afirmó que estaba tan seguro de su santidad como de la de san Pedro y san Pablo.

La primera biografía de santo Domingo fue la que escribió el beato Jordán de Sajonia, quien le sucedió en el cargo de superior general. Existen, además, numerosos documentos biográficos relativamente antiguos. Sin entrar en detalles, baste con decir que los principales documentos se hallan reunidos en Acta Sanctorum, agosto, vol. II; en Scriptores O.P., de Quétif y Echard; y en Monumenta O.P. Historica, vols. XV y XVI. Tal vez la obra más importante sobre la vida de Santo Domingo es la de los padres Balme y Lelaidier, Cartulaire de Saint Dominique (1893-1901); se encontrarán ahí numerosos documentos eilustraciones. Desgraciadamente está obra termina con la vida del santo y no incluye los testimonios del proceso de canonización. Pero los testimonios de los frailes que habían conviviodo con él, tan eveladores del espíritu que le animaba, pueden verse en Acta Sancta Sanctorum y otras obras.

Santo Domingo, Confesor


Trad. Eccli. 15, 5

En medio de la iglesia abrió su boca, y el Señor lo llenó del espíritu de sabiduría y de entendimiento, y lo revistió de un manto de gloria. Sal. Ib. 6 Lo enriqueció de alegría y exultación.

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Dice el Martirologio Romano del 6 de agosto: "En Bolonia, el tránsito de santo Domingo, Confesor, que fue Fundador de la Orden de Frailes Predicadores. Este varón, muy esclarecido en santidad y doctrina, conservó sin mancilla perpetua virginidad, y por la singular gracia de sus méritos resucitó tres muertos; y habiendo con su predicación reprimido las herejías e instruido a muchísimos para la vida religiosa y piadosa, descansó en paz. Su fiesta se celebra el día 4 de Agosto por una constitución del Papa Paulo IV" (En el rito Romano Ordinario según el calendario reformado se celebra el 8 de Agosto).

El rito dominicano


En un principio cada convento de la Orden de Predicadores utilizaba los breviarios y misales locales. Pero en los capítulos generales, cuando se reunían frailes de las diversas provincias, se plasmaba la dificultad de esa diversidad litúrgica dentro de la Orden.

A causa de esto, se inició un proceso de unificación litúrgica en 1224. En 1254 el maestro de la Orden, Humberto de Romans, se hace cargo personalmente de la unificación definitiva de la liturgia de la Orden. En 1267 el papa Clemente IV aprueba los libros litúrgicos dominicanos.

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Aquí se puede descargar o escuchar el introito de la fiesta de Santo Domingo cantado por dominicos norteamericanos según el Gradual propio de la Orden.

Fuente: saeculorumamen.blogspot.mx

Jubileo Dominicano: El Santo Rosario como Oración por la Paz

El Santo Rosario como Oración por la Paz
El Rosario se ha propuesto muchas veces como una oración por la paz. Las graves dificultades que vive nuestro mundo nos hacen pensar que sólo una intervención de lo alto, capaz de guiar los corazones de quienes viven en situaciones de conflicto y de aquellos que guían el destino de las naciones, podría darnos razones para esperar un futuro mejor.
El Rosario es en sí mismo una oración por la paz ya que nos invita a contemplar a Cristo, el Príncipe de la Paz, aquel que es «nuestra paz» (Efesios 2,14). Todo aquel que medita el misterio de Cristo — y claramente, este es lo que busca el Rosario – aprende el secreto de paz y hace de él un proyecto de vida. Además, gracias a su carácter meditativo, a la sucesión tranquila de Avemarías, el Rosario tiene un efecto pacificador en el que ora, disponiéndole a recibir y experimentar en lo más profundo de sí mismo la paz verdadera, que es un don del Señor Resucitado (Jn 14,27; 20,21) y a irradiarla a su alrededor.
El Rosario es también una oración por la paz gracias a los frutos de caridad que él produce. ¿Cómo contemplar el misterio del Niño de Belén, los misterios gozosos, sin sentir el deseo de acoger, defender y promover la vida o de apoyar a los niños que sufren por tantas razones alrededor del mundo? ¿Cómo recorrer las huellas de Cristo que se revela en los misterios luminosos sin decidirse a testimoniar de sus «bienaventuranzas» en la vida cotidiana? ¿Cómo contemplar a Cristo cargando con la cruz o a Cristo crucificado sin sentir la necesidad de actuar como «Simón de Cirene» ayudando a nuestros hermanos y hermanas aquejados por el dolor u oprimidos por la desesperación? Y, finalmente, ¿cómo contemplar la gloria de Cristo resucitado o de María, nuestra señora del Rosario, sin anhelar hacer de este mundo un lugar más bello, justo y cercano al plan de Dios?
En una palabra, al dirigir nuestra mirada hacia Cristo, el Rosario, orado en todo momento, pero especialmente en este año jubilar, nos llama a comprometernos a ser constructores de paz en nuestro mundo. El Rosario es todo lo contrario a un escape de los problemas del mundo, él nos reclama contemplar y predicar sobre estos temas a través del lente del Evangelio con una mirada responsable y generosa, dándonos al mismo tiempo la fuerza para afrontarlos con la seguridad de contar con la ayuda de Dios y con la intención firme de testimoniar en cada situación del «amor que es el vínculo perfecto» que une todo en perfecta armonía (Col 3,14).

Celebración Penitencial en las Comunidades Locales OP


Fecha: Cuaresma de 2016  

Lugar:  Provincias, conventos, comunidades locales, fraternidades.

Coordinación:

Comité de Coordinación del Jubilé : iubileum2016@curia.op.org
Comisión Litúrgica OP : commissio.liturgica@curia.op.org
Provinciales y superiores locales
Promotores provinciales del Jubileo

El Capítulo General de Trogir recomendó que  «todas las comunidades incluyan, al menos una vez al año, un tiempo de reconciliación comunitaria entre los frailes, a fin de promover espacios de renovación y de sanación de nuestras relaciones fraternas» (ACG Trogir, 66)

Atendiendo a esta invitación y extendiéndola a todas las comunidades de la Familia Dominicana, el Comité de Coordinación del Jubileo, con la ayuda de la Comisión Litúrgica OP, propondrá una guía común para una celebración comunitaria de penitencia y de reconciliación. Dicha celebración busca invitarnos a vivir en comunidad la dinámica de metanoia y renovación propia de este tiempo jubilar

Por eso, invitamos a las provincias y comunidades locales a reservar desde ya un espacio para esta celebración dentro del calendario para el tiempo de cuaresma de 2016.

Para descargar el ritual de la celebración penitencial haga clic aquí: texto y carátula.

Beato Fray Angélico

Fray Angélico

La vida de fray Angélico, nacido en torno al año 1400 cerca de Vicchio, en Mugello (Toscana italiana), se desenvuelve en dos ambientes distintos y complementarios: el conventual y el artístico. Resumimos brevemente ambos, encuadrándolos dentro de un marco histórico-biográfico.

Carecemos de documentación sobre sus primeros años y su entorno familiar, y son escasas las noticias que pueden ofrecerse de su primera formación humana, religiosa y artística. En torno a 1417 se adiestra en talleres de Florencia como miniaturista y pintor, y se incorpora como un miembro más a la «Compañía de San Nicolás» en la Iglesia del Carmen.

Atraído por la predicación del beato Juan Dominici, ingresa en 1420 —junto con su hermano Benedetto— en la Orden dominicana, en el nuevo convento de Santo Domingo, Fiésole, en la periferia de Florencia. Se somete a la vida de observancia regular en ese convento reformado por el beato Dominici, que enarbola el humanismo cristiano frente a la cultura paganizante del renacimiento florentino. Al ser recibido a la profesión religiosa, Guido cambia su nombre por el de Fra Giovanni di san Domenico, e inicia su carrera sacerdotal. Alterna la vida de observancia regular y de estudio con su innata vocación artística, y crea el taller y estudio de arte. Durante este período fiesolano (1425-1438) pinta las tablas de la «Anunciación» (Museo del Prado) y la «Coronación» (Museo de Louvre) para los altares laterales de la iglesia del convento; minia, junto con su hermano Benedetto, los Libros Corales (Museo de San Marcos); recibe ofertas para pintar tablas destinadas a organismos e iglesias florentinas y a la iglesia-convento de santo Domingo de Cortona.

Se incorpora a la nueva comunidad dominicana de San Marcos de Florencia. Su prior y maestro es San Antonino de Florencia, insigne moralista y profesor, cuya Suma de Moral le brinda el marco doctrinal (junto a la Suma de Santo Tomás) de su magisterio teológico-artístico. En este segundo período florentino (hasta 1445) sus obras se multiplican; es el más fecundo. Lleva a cabo la ejecución de los célebres frescos del «Claustro», «Sala Capitular», «Pasillos» y «Celdas» de San Marcos, alternando el oficio de pintor con el de administrador del convento.


Comienza su período artístico en Roma en 1445. El Papa Eugenio IV lo llama para que se haga cargo de la decoración muralista de la Capilla, hoy desaparecida, del Smo. Sacramento en la basílica de San Pedro. Es la fecha en que, vacante la sede de Florencia, le proponen nombrarle arzobispo, cargo que declina a favor de su prior San Antonino. Interrumpe su estancia en Roma y comienza en verano los frescos que decoran la «Capilla de San Brizio» en la catedral de Orvieto (1447). Y después vuelve a continuar los frescos del estudio del Papa Nicolás V, conocido por «Capilla Nicolina», con el tema de San Esteban y San Lorenzo, obra que finalizaría en 1449.

Con motivo de la muerte de su hermano Benedetto, regresa a Fiésole y lo eligen prior del convento en 1450. Allí no acepta ya nuevos encargos, como el de afrescar la catedral de Prato. Tres años después regresa de nuevo a Roma, al convento de Minerva, llamado por el cardenal Torquemada para decorar el claustro. En ese convento fallece el 18 de febrero de 1455. Su cuerpo fue inhumado en la nave izquierda, junto al presbiterio. Una remodelación moderna, a modo de «Capilla del Beato Angélico», acoge la austera lápida de mármol blanco en que se talló su efigie-retrato y una inscripción de caracteres góticos que reza así: Aquí yace el venerable pintor fray Juan de Florencia de la Orden de Predicadores, 1455.

Reflexiones sobre su pintura: objetivos y constantes estéticas

  • Ideal de belleza a lo divino

Contrariamente a la temática de sus colegas que estaban afanosamente ocupados en idolatrar al hom-bre, entreteniéndose en la faceta humana, en llegar a la perfección del «natural», a través de la anatomía física del cuerpo y la presentación del «desnudo» como ideal de belleza del Renacimiento, el Angélico enfoca sus conquistas estéticas desde el ángulo del hombre, desde su interioridad, buscando en él el reflejo divino, empeñándose en escudriñar sus sentimientos espirituales, dando así vida a un tipo de «hombre-modelo», que acaso rara vez se encuentra en las condiciones de la vida terrena, pero que debe proponerse a la imitación del pueblo cristiano (Pío XII).

Dos cosas faltan en el Angélico, comenta el P. Sertillanges; «el estudio de la antigüedad pagana y el estudio de la anatomía». La primera creo que no es cierta; en cambio sí la segunda, si se trata del estudio y examen del «desnudo natural». Sólo habría que suponerlo en el período de aprendizaje, no dentro del convento observante. Prefiere seguir la tradición de sus maestros toscanos de envolver castamente el cuerpo, especialmente el desnudo femenino, en amplios ropajes y telas estampadas, que dieran ocasión para jugar con la soltura y caída de los pliegues entubados, ocultando de esta manera las formas anatómicas.

Con su vida, fray Angélico se opone ya de principio a los planteamientos de su contemporáneos que halagan con la belleza anatómica de las formas humanas, con mezcla de frivolidad y a veces de atrevida sensualidad. Se comprende que «tal hombre, como puntualiza Hipólito Taine, no estudiase nada de anatomía ni el modelo contemporáneo». Escorando premeditadamente el análisis del natural anatómico, intenta por otras vías estilísticas profundizar en la vida interior del hombre, retratando el alma por dentro, más que el cuerpo humano por fuera. A pesar de todo, trata el cuerpo humano con elegancia y con dignidad, especialmente en la figura divina de Cristo Crucificado. La serenidad y majestad que sus pinceles imprimieron en su cuerpo desnudo supieron poner el toque preciso y hasta anatómico del artista santo. En la Lamentación sobre el Cristo muerto resalta la noble dignidad de un cuerpo anatómicamente muerto, donde la horizontalidad de sus formas pálidas contrasta con la verticalidad de los santos emplazados en su entorno. Una vez más el Angélico utiliza el tema no como una narración histórica sino como símbolo redentor de un Dios sacrificado en medio de los hombres para su salvación.
Fray Angélico
  • Predicación por la imagen

En su personal tratamiento de los temas y protagonistas descuella su profunda religiosidad. La pertenencia a la Orden Dominicana, iniciada y continuada en conventos de rigurosa observancia, motivaron seguramente su iconografía. Los juicios críticos sobre su obra apuntan en esta línea. Su Santidad Pío XII, en la apertura de la Exposición del Angélico, se expresó en estos términos: «Mas esto no significa que su profunda religiosidad, su ascesis, alimentada con virtudes sólidas, con plegaria y contemplaciones, no haya producido en él un influjo determinado en orden a dar a la expresión artística ese poder de lenguaje con que llega directamente a los espíritus y, como se ha dicho muchas veces, el poder de transformar en oración su arte».

Su aportación pictórica, a pesar de las connotaciones con otros maestros, se define por su personalidad religiosa, por su lirismo teológico transcendente, y por la carga espiritual que inyecta a sus protagonistas. Su lenguaje plástico contiene un proceso de maduración asequible al pueblo cristiano, pues todo lo narra con sencillez y trasparencia evangélicas. Su producción artística, en los diversos períodos de su vida, está marcada por esta dimensión didáctico-religiosa.

Fray AngélicoSus composiciones sacras (cristológicas, mariológicas, angélicas, santorales y dominicanas) destacan por una rigurosa técnica artística, no exenta de anomalías típicas de los primitivos italianos, y por el toque de gracia de la luz y luminosidad de sus figuras. Son escenas que presentan una concepción unitaria, presidida por mesurado equilibrio en que los santos que la interpretan no se exhiben sino que asisten calladamente, sin pronunciar palabra que altere la serenidad del misterio del que todos son partícipes (Coronación de la Virgen, en San Marcos, celda n. 9; Crucifixión, en la Sala Capitular). A veces los santos comentan en silencio, o se miran con serena piedad para no turbar el orden y ritmo de la escena (Coronación del Louvre, Sagrada Conversación, Retablo de la SS. Trinidad, Descendimiento de la Cruz, Retablo de Bosco al Fratt). Sus personajes no se agitan exteriormente; están quietamente dominados por su calina interna; a lo sumo gesticulan con mesura sus manos ante la tragedia que presencian. En los rostros de todos los personajes se trasluce la paz interior de sus almas; y en la compostura externa se les aprecia tranquilidad anímica, fruto espiritual de la posesión de la «gratia Christi» en unos y de la «gloria Dei» en otros.

Dentro de este lirismo poético-religioso no caben emociones dramáticas, expresiones amargas, estados emocionales perturbados, estridencias psicológicas, exaltaciones desorbitadas, excitaciones pasionales: lo que predomina es la bonanza espiritual originada por una intensa vida interior.

En las composiciones de carácter sacrificial o martirial (Crucifixiones, Martirios) impone al lenguaje plástico su método adecuado. El drama de la Crucifixión se comunica a los asistentes, que lo evidencian en una emoción contenida, y lo superan asumiendo el dolor como realidad humana, sin gesticulaciones grandilocuentes a lo Giotto, con aceptación resignada de algo que era necesario a consecuencia del pecado del hombre, y dispuesto por voluntad divina al aceptar el acto sacrificial de Cristo redentor en la Cruz. Las posturas, ademanes y gestos de los participantes exteriorizan la aceptación de ese plan divino.

(Fuente: Domingo ITURGAIZ, Beato Angélico. Patrono espiritual de los artistas, en "Retablo de Artistas", Caleruega 1987)

Más bibliografía: Domingo Iturgaiz, El Angélico. Pintor de Santo Domingo de Guzmán, Salamanca 2000.

Encuentro Internacional de representantes de las Fraternidades Sacerdotales Dominicanas


FECHA:  22 al 26 de febrero de 2016  
LUGAR:  Casa del Pellegrino, San Sisto, Rome, Italy

COORDINACIÓN:
fr. Florentino Bolo, Coordinador de las Fraternidades Sacerdotales de la Orden:  sacerdotes@curia.op.org
fr. Orlando Rueda Acevedo, Socio para la Vida Apostólica: apostolatus@curia.op.org



ASAMBLEA

En respuesta a lo pedido por el Capítulo General de 2010, se celebrará una asamblea internacional de representantes de las FRATERNIDADES SACERTODALES DE SANTO DOMINGO con el objetivo de promover su vida y su misión, especialmente en el contexto del Jubileo de la Orden. Dicha asamblea tendrá lugar los días 22 al 26 de febrero de 2016 en la Casa del Pellegrino, San Sisto Vecchio en Roma. Se espera que de ella salgan propuestas concretas para el capítulo general de los frailes que tendrá lugar el mismo año en Bolonia (Italia).

PARTICIPANTES

La asamblea reunirá una representación suficiente de las fraternidades, en concreto, un fraile (preferiblemente el promotor) y un sacerdote (miembro) por cada provincia o fraternidad. Con el fin de promover un mayor conocimiento dentro de la Orden sobre las Fraternidades Sacerdotales Dominicanas, la asamblea también invita a aquellas provincias que todavía no tienen una fraternidad a enviar a un fraile como representante.

  
Programa. La asamblea comenzará el 22 de febrero y concluirá el 26 de febrero. Sin embargo, te sugerimos que llegues a Roma el sábado 20 para participar en el Angelus con el Santo Padre el día siguiente, domingo 21, en la plaza de San Pedro en el Vaticano. Recuerda que el alojamiento está reservado únicamente del 20 al 27 de febrero.

Temas financieros. Pedimos la generosidad de cada provincia para brindar ayuda económica, en caso de que fuese necesario, a los sacerdotes seculares representantes de las mismas. La Curia General ya hace un esfuerzo importante cubriendo los gastos de alojamiento y logística en Roma.

Sugerencias sobre el idioma. Sería útil, en orden a facilitar la comunicación, si tu provincia puede enviar un representante que hable inglés. Esto nos ayudaría a economizar los costos de traducción. De todos modos, si no fuera posible, organizaremos la traducción de acuerdo a las necesidades. Pedimos que nos indiquen un idioma de preferencia sobre los tres idiomas oficiales de la Orden: inglés, español y francés.

Material que se debe preparar. Te pedimos que prepares lo siguiente para la asamblea: (Si lo desea, puede también enviar por adelantado por e-mail a sacerdotes@curia.op.org)

1. INFORME ESCRITO. Una descripción breve del orígen la(s) fraternidad(es), sus miembros actuales, actividades y demás informaciones relevantes; esto permitirá una visión más exacta de la situación actual de las Fraternidades Sacerdotales en la Orden.

2. EVALUACION ESCRITA DE LA REGLA. Una evaluación ponderada de la Regla de las Fraternidades Sacerdotales de Santo Domingo (Latin, English, Spanish, French, Italian), donde se incluyan comentarios y sugerencias (si los hay).

3. OTRAS RECOMENDACIONES. Sugerimos que haya un foro de los miembros de las fraternidades junto con el promotor para proponer sugerencias en torno a:

a. Misión específica de las Fraternidades Sacerdotales Dominicanas

b. Modo de organizar las fraternidades dentro de la Orden

c. Necesidades y expectativas con miras a fortalecer la misión de la Orden dentro de las fraternidades

Rito de profesión. Si el sacerdote secular representante de tu provincia todavía no ha hecho profesión, nos alegra decirte que podemos organizar lo necesario para que lo haga durante la asamblea, posiblemente en presencia del Maestro de la Orden.

Dominicos en la Nueva España


En la ciudad de Toulouse, Francia, en el año de 1215, Santo Domingo de Guzmán fundó la Orden de Predicadores (conocidos como Dominicos) bajo el carisma del estudio y la predicación, lo cual en esa época constituyó una novedad pues la predicación era oficio del clero secular y no de las órdenes monásticas; en el lema de los dominicos “contemplar y dar a otros lo contemplado” quedó sintetizado el carácter a la vez monástico y apostólico de la Orden de Predicadores que fue confirmada por el Papa Honorio III el 22 de diciembre de 1216. La Orden dominicana destacó pronto en el estudio con figuras intelectuales tan importantes como Santo Tomás de Aquino (1224-1274) y San Alberto Magno (1193-1280).

Poco después del Descubrimiento de América los Dominicos se aprestaron a participar en la evangelización de las nuevas tierras y ya en el Capítulo General de la Orden celebrado en 1501 se señaló: “Que los frailes viajeros al Nuevo Mundo sean idóneos para la predicación, ejemplares y doctos, a la vez que temerosos de Dios, capaces de anunciar la palabra de Dios y de confirmarla con su ejemplo.” (Actas IX). Sin embargo no fue sino hasta septiembre de 1510 cuando los primeros misioneros dominicos arribaron a la isla de La Española, asumiendo de inmediato una posición enérgica de defensa de los indígenas ante los abusos que contra ellos cometían muchos encomenderos. En este sentido es célebre la homilía del cuarto domingo de Adviento pronunciada en Santo Domingo por fray Antonio de Montesinos. 

Primeras acciones de los dominicos en Nueva España; funciones de sus conventos

Después de la Conquista de México (1521) y del arribo de los doce primeros misioneros franciscanos (1524), el 23 de junio de 1526 desembarcaron en Veracruz los primeros misioneros dominicos también en número de doce, siendo ellos Tomás Ortiz, quien presidía al grupo, Vicente de Santa Ana, Diego de Sotomayor, Pedro de Santa María, Justo de Santo Domingo, Pedro Zambrano, Gonzalo Lucero, Bartolomé de Calzadilla, Domingo de Betanzos, Diego Ramírez, Alonso de las Vírgenes y Vicente de las Casas. Sin embargo, las enfermedades hicieron presa de la mayoría y dos años después el grupo quedó reducido a sólo tres frailes. En 1528 arribó a la Nueva España un segundo grupo de religiosos dominicos en número de veinticuatro, y su acción consolidó la benéfica labor de la Orden con la creación de cuatro provincias novohispanas: “Santiago de México (1532); San Vicente Ferrer de Chiapas y Guatemala (1551); San Hipólito Mártir de Oaxaca (1592), y San Miguel y los Santos Ángeles de Puebla (1656)[1] .”

Conforme al carisma de la Orden, los dominicos erigieron «conventos de estudio» y «conventos de misión». Los conventos «de estudio» estuvieron en las ciudades de México, Oaxaca y Puebla donde se formaban las vocaciones que surgían en el Nuevo Mundo. “Los primeros maestros del Estudio General Dominicano de México (1535) fueron, en primer lugar, el propio fundador de la Provincia, Fray Domingo de Betanzos, licenciado en derecho por la Universidad salmantina. Desde el año 1535 lo fueron Fray Domingo de la Cruz, doctor y maestro en teología por París, donde fue discípulo de Vitoria, juntamente con su amigo entrañable Domingo de Soto (1517-1520) y por Alcalá donde era rector cuando ingresó en la Orden.”[2] En estos «conventos de estudio» también se estudiaban las numerosas lenguas indígenas que se hablaban en los lugares de misión, pues los «capítulos provinciales» mandaban “que ningún religioso predique, ni confiese a los indios si no es perito en la lengua”[3] .

Los conventos «de misión» fueron mucho más numerosos y se edificaron siguiendo una política bien definida: el convento en medio del pueblo; es decir, establecer el convento donde hubiera población indígena para convivir con el pueblo, conocer sus costumbres y su lengua, enseñar oficios y, sobre todo, ser ejemplos vivos de vida cristiana. La distancia entre uno y otro convento debía ser de una jornada de camino (35 kilómetros aproximadamente) a fin de servir de hospedaje para quienes transitaran entre ellos. En las Actas de los Capítulos Provinciales se indicó que los religiosos encargados de la edificación de un convento debían pagar lo debido a los indígenas que participaran en los trabajos de construcción, que no podían ser más de doscientos y que debía enseñárseles un oficio relacionado con la construcción.

Los conventos dominicos se extienden principalmente hacia el sur; los primeros serán el de Oaxtepec y el de Izucar y luego hacia la Mixteca: Yanhuitlán, Noschitlan, Teposculula; en la zona Zapoteca entre los años 1532-1540 el de Etla, Coutlán, y Villa Alta. En menos de cincuenta años cubren todo el actual territorio del Estado de Oaxaca; en los inicios del siglo XVII comienzan a extenderse hacia el norte de México. “Las Actas del capítulo provincial de 1608 denuncian que el Maestro de la Orden ha aceptado la fundación del convento-colegio de la Santa Vera Cruz de Zacatecas, como convento formal de la provincia; y ha instituido por su primer prior al P. Fernando de Cubas. El Provincial de Santiago de México, Fr. Felipe Galindo conseguirá para la provincia la fundación del convento más norteño de la misma; Santa Rosa de Sombrerete, situado al norte del actual Estado de Zacatecas. Este convento-colegio fue, durante más de un siglo y medio, semillero fecundo de excelentes sacerdotes diocesanos, y propagador infatigable de cultura en los estados del noroeste de la nación. De igual manera lo eran, en el centro los dos conventos del Rosario de Guadalajara y de la Santa Vera Cruz de Zacatecas.”[4] Hacia finales del siglo XVII se fundarán los conventos de Querétaro y San Juan del Río, y ocho puestos misionales en la Sierra Gorda, cada uno con su propio sacerdote.

Fieles a su vocación intelectual, los frailes dominicos tuvieron destacada participación en la Real y Pontificia Universidad de México.“Durante el primer medio siglo desempeñaron la cátedra de prima de teología casi ininterrumpidamente. El primero en obtenerlo, en oposición con fray Alonso de la Veracruz, fray Pedro de la Peña; más tarde provincial de Santiago de México y obispo de Quito[5] .” 

Participación en el Episcopado novohispano y defensa de los indígenas

Aún más relevante fue la participación de la Orden de Predicadores en la conformación del Episcopado de la Nueva España y su decidida y firme defensa de los indígenas. Esa labor tuvo su inicio con quien fue el primer obispo de Nueva España, el fraile dominico Fray Julián Garcés (1452-1542) nombrado obispo por S.S. León X cuando erigió la diócesis «Carolense» en 1519, dos años antes de la Conquista de México cuando aún se ignoraba la realidad de los naturales existente en el interior del país, e incluso eran desconocidas sus dimensiones territoriales. Al consumarse la Conquista, la diócesis Carolense se concretó como «diócesis de Tlaxcala», ratificándose a Fray Julián Garcés como su titular.

En Tlaxcala Fray Julián se enfrentó a la situación de injusticia contra los indígenas generada por el gobierno de la primera Audiencia presidida por Nuño Beltrán de Guzmán quien, junto con sus oidores, afirmaba tajantemente la irracionalidad de los indios y manifestaba públicamente su oposición a que fueran evangelizados. Comprendiendo la trascendencia del asunto, Fray Julián Garcés escribió al Papa Paulo III una larga y exquisita carta en defensa de los indígenas y para informarle detalladamente el problema, y temiendo que la carta fuera interceptada por las autoridades de la Audiencia, la envió a Roma por conducto del también dominico Fray Bernardino de Minaya quien la entregó en propia mano al Pontífice.“En ella no sólo defiende la racionalidad de los indios, su aptitud para ser evangelizados y por tanto su libertad, sino también alaba sus grandes capacidades para las ciencias y las artes, así como sus hermosas virtudes sociales[6] .”

La respuesta de S.S. Paulo III fue la Bula «Sublimis Deus» (1537) en la que el Pontífice resuelve: “….Determinamos y declaramos (no obstante lo dicho ni cualquiera otra cosa que en contrario sea) Que los dichos indios y todas las demás gentes que de aquí en adelante vinieren a noticia de los cristianos, aunque más estén fuera de la fe en Jesucristo, que en ninguna manera han de ser privados de su libertad, y del dominio de sus bienes y que libre y lícitamente pueden y deben usar, y gozar de la dicha su libertad y dominio de sus bienes, y en ningún modo se deben hacer esclavos; y si lo contrario sucediere, sea de ningún valor ni fuerza. Determinamos y declaramos también, por la misma autoridad apostólica que los dichos indios y otras gentes sus semejantes han de ser llamados a la fe de Jesucristo con la predicación de la palabra de Dios y con el ejemplo de la buena y santa vida[7] .”

Otro obispo dominico destacado fue Fray Bartolomé de las Casas O.P. (1474-1566), nombrado obispo de Chiapas en 1543 y aunque permaneció en su diócesis sólo un año (1545) mereció el título de “apóstol de los indios” por la promoción y defensa de la dignidad de los indígenas que había realizado en la Corte Española, especialmente en la “Controversia de Valladolid” que dio origen a las “Leyes Nuevas” promulgadas por Carlos V el 20 de noviembre de 1542 “que en gran parte daban satisfacción a las demandas de Las Casas. Representaban una victoria de la conciencia cristiana. En las mismas se establecía «Ordenamos y mandamos que de aquí en adelante por ninguna causa de guerra ni otra alguna, aunque sea so título de rebelión ni por rescate, ni de otra manera, no se pueda hacer esclavo indio alguno; y queremos que sean tratados como vasallos nuestros de la Corona de Castilla, pues lo son»”[8] . El Obispo Las Casas es también conocido por su obra “Brevísima relación de la destrucción de las indias” escrita en Valencia, obra que dio verisimilitud a la «leyenda negra».

“En los tres siglos del virreinato la Orden de Predicadores proporcionó a la nación mexicana veinte obispos. Pero en los primeros ochenta años, es decir los correspondientes al siglo XVI, siglo verdaderamente creador de nuestra iglesia y nuestra nación, de los treinta obispos que figura en la historia de la Iglesia de México del P. Gutiérrez Casillas, S.J., doce pertenecen a la orden dominicana.”[9] Entre esos doce están: Fray Alonso de Montúfar, segundo arzobispo de México y que convocó y presidió los Concilios Mexicanos primero (1555) y segundo (1565); Fray Tomás de Casillas, obispo de Chiapas y Fray Bernardo de Alburquerque, obispo de Oaxaca. 

Declinación y restauración de la Orden Dominica en México

Al igual que todas las órdenes religiosas en México, la Orden de Predicadores dejó de existir legalmente en 1859 con la promulgación de las “ Leyes de Reforma”, aunque de hecho “siempre quedó un resto” dirigido por Fray Nicolás Arias como Vicario Provincial. La “Ley de nacionalización de bienes eclesiásticos” del 12 de julio de 1859, en su artículo quinto decía a la letra: “Se suprimen en toda la República las órdenes de los religiosos regulares que existen, cualquiera que sea la denominación o advocación con que se hayan erigido, así como también todas las archicofradías, congregaciones o hermandades anexas a las comunidades religiosas, a las catedrales, parroquias o cualesquiera otras iglesias.”Esta bárbara ley destruyó, además de la existencia de las Órdenes religiosas en México. el gran acervo cultural que guardaban los conventos, seminarios, escuelas, hospitales, asilos, hospicios y demás edificios construidos para albergar las obras sociales de la Iglesia. Los mismos edificios fueron convertidos en cuarteles, cárceles, cantinas, etc., o simplemente fueron demolidos.

No fue sino hasta 1895 cuando el gobierno de Porfirio Díaz (1876-1911) permitió la restauración de la Orden de Predicadores; Fray José Domingo Martínez, Vicario General y Visitador Apostólico trajo a varios religiosos dominicos españoles para restaurar las Provincias desoladas, constituyendo la «Congregación de los Dominicos de México» integrada por las cuatro antiguas Provincias mexicanas. En 1904, el Capítulo General de la Orden estableció en México dos «Congregaciones»: la de México y la de Puebla. Pero diez años después la Revolución carrancista volvió a destruirlas, por lo que en 1919 un decreto del Maestro de la Orden Luis Theissling, redujo ambas Congregaciones a “misiones”.[10] La posterior y más radical persecución religiosa desatada por el gobierno de Plutarco Elías Calles en 1926-1929, disminuyó aún más la actividad y presencia de la Orden dominicana en México.

Los “arreglos” de 1929 que pusieron fin a la Cristiada y las repercusiones de la Guerra en Europa, obligaron al gobierno de Lázaro Cárdenas (1934-1940)a moderar la política anticlerical y la Iglesia empezó a tener una precaria libertad de acción. En 1938 los dominicos regresaron a Oaxaca teniendo como vicario a Fray Vicente Escalante. En 1948 los dominicos realizaron una misión en todo el territorio de la Arquidiócesis de Puebla de los Ángeles; misión que culminó con la coronación pontificia de la imagen de Nuestra Señora del Rosario que se encuentra en la Capilla del mismo nombre, y que por su arquitectura y decorado barroco es llamada por muchos “la octava maravilla del mundo”. En 1961 se restauraron las provincias de Santiago de México y de San Hipólito Mártir de Oaxaca. Hoy en día, la Orden de Predicadores cuenta en México con más de veinte conventos y atienden innumerables parroquias y centros misionales, además de contar con diversas publicaciones y un centro de investigación histórica con sede en la ciudad de Querétaro. 

Notas:

1. Rodríguez, Santiago, O.P. Los Dominicos en Querétaro. Anuario Dominicano. Tomo I, 2005. Instituto Dominicano de Investigaciones Históricas. P. 29
    2. Rodríguez, Santiago O.P. Los Dominicos en la Evangelización de las Auténticas Expresiones Culturales Amerindias. Dominicos en Mesoamérica 500 años. Provincia Santiago de México. 1992.p. 23
    3.  Ibídem p.17
    4.  Rodríguez López, Los Dominicos en Querétaro, p. 30
    5.  Rodríguez López, Los Dominicos en la Evangelización… p.24
    6. Beuchot, Mauricio O.P. El Humanismo de Fray Julián Garcés, Dominicos en Mesoamérica. Provincia Santiago de México. 1992. P. 41
    7. Versión de Fray Antonio de Remesal, O.P, en: Juan Pablo II. Encuentro con los intelectuales mexicanos. México, 1991, pp. 76-77
    8.  Höffner, pp. 253-254
    9 Rodríguez, Santiago, Los Dominicos en la Evangelización… p.29
   10.Cf. Rodríguez. Santiago. Cronología de la Provincia de Santiago de México. Anuario Dominicano Tomo I. 2005.