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Hay impureza en el corazón del hombre, y otra que llega de fuera: Benedicto XVI a sus ex-alumnos


“Verdad, amor y bondad que vienen de Dios hacen al hombre puro, y verdad, amor y bondad se encuentran en la Palabra, que libera del ‘olvido’ de un mundo que no piensa más en Dios”, dijo el Papa emérito Benedicto XVI explicando la "purificación del corazón" al celebrar la misa este domingo 30 de agosto en la iglesia del Camposanto Teutónico en el Vaticano.

En este caso, la homilía ha sido pronunciada por Benedicto XVI ante los miembros de Schülerkreis (el círculo de estudiantes de Ratzinger) y del Nuovo Schülerkreis, informó la página web de la fundación vaticana Joseh Ratzinger Benedicto XVI.

"Los estudiosos de la obra del Papa emérito se han reunido recientemente en Castel Gandolfo para reflexionar sobre el tema Cómo hablar hoy de Dios, acompañados por el filosofo Tomás Halk" informó .

Siguiendo la lectura del domingo (Mc 7,3) e incluso ampliando la reflexión a todo el Evangelio, el Papa Benedicto XVI ha reflexionado sobre la cuestión: ¿El mal viene solo del exterior o del interior? ¿No será que el mal que nos ataca también viene del exterior?

"‘Cierto, es necesario ser purificados de toda la impureza que está fuera’, podríamos decir ‘responder con una higiene exterior a las tantas enfermedades y a veces epidemias que nos amenazan’”, expresó.

“Es bueno tener este clase de responsabilidad para el exterior hasta que la muerte no prevalga. Sin embargo –continuó-, esto no es suficiente porque hay otra “epidemia del corazón”, interna, que “lleva a la corrupción y a otras suciedades”, un mal que induce “al hombre a pensar solo en sí mismo y no al bien”.

De esta manera, señaló la importancia del culto, junto al ethos, es decir, la higiene interior”, la limpieza del corazón: ¿Qué hace al hombre puro? ¿Cuál es la auténtica fuerza de purificación? ¿Cómo se alcanza la higiene del corazón?, preguntó Benedicto XVI.

La Palabra purifica el corazón

“En otra parte del Evangelio –agregó–, el Señor dice a los suyos: Ustedes son puros debido a la palabra que les he anunciado”. Así, “Verdad, amor y bondad que vienen de Dios, hacen al hombre puro, y verdad, amor y bondad se encuentran en la Palabra, que libera del olvido de un mundo que ya no piensa en Dios”.

Benedicto explicó que la Palabra es más de lo que esperamos y más de lo que parece porque en ella “está Jesucristo mismo y nosotros encontramos la Palabra también en aquellos que la reflejan, que nos muestran el rostro de Dios y que reflejan su afabilidad, su humildad de corazón, su sencillez, su bondad, su sinceridad”.

Antes de terminar deseó “que el Señor nos conceda esta "limpieza del corazón" por medio de la Verdad, que viene de Dios”, y por último enfatizó: es esta la fuerza de la purificación”.

Comunicado de la Conferencia del Episcopado Mexicano con ocasión de la renuncia del Papa Benedicto XVI



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CEM (Obispos de México)

Lunes, 11 de Febrero de 2013 11:14
Comunicado de la Conferencia del Episcopado Mexicano con ocasión de la renuncia del Papa Benedicto XVI

En este día, memoria de Nuestra Señora de Lourdes y Jornada Mundial del Enfermo, durante el consistorio realizado en Roma para definir tres canonizaciones, S. S. Benedicto XVI anunció que, después de haber examinado reiteradamente ante Dios su conciencia, ha llegado a la certeza de que, por lo avanzado de su edad, ya no tiene fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio petrino, por lo que ha decidido renunciar libremente al ministerio de Obispo de Roma, de forma que desde el 28 de febrero próximo a las 20:00 hrs, la Sede de San Pedro quedará vacante y deberá convocarse el cónclave para la elección del nuevo Sumo Pontífice.

La Conferencia del Episcopado Mexicano agradece a Dios, rico en misericordia, el luminoso pontificado de S. S. Benedicto XVI, y expresa su profunda gratitud al Santo Padre por su fidelidad y su generosa entrega al servicio de la Iglesia universal, y por el amor y solicitud hacia el pueblo mexicano, particularmente manifestado en su inolvidable visita pastoral a nuestra nación.

La misma Conferencia invita a los católicos mexicanos y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad a unirnos en oración, para que el Señor recompense al Papa Benedicto XVI su servicio, y para que conceda a su Iglesia un nuevo Sumo Pontífice según su corazón.

El hecho de que la renuncia del Santo Padre se produzca en el Año de la Fe, nos confirma en la certeza de que es Jesús, que ha fundado su Iglesia, quien la guía; que –como ha dicho el Papa Benedicto XVI- estamos en las manos de Dios, y que esas son las mejores manos.

Encomendamos a Santa María de Guadalupe al Santo Padre, a la Iglesia universal, a la Iglesia que peregrina en México, y la elección del nuevo Vicario de Cristo.

Por los Obispos de México

+José Francisco, Cardenal Robles Ortega
Arzobispo de Guadalajara
Presidente de la CEM

+Eugenio Lira Rugarcía
Obispo Auxiliar de Puebla
Secretario General de la CEM

El Papa Benedicto XVI renunciará al Pontificado el próximo 28 de febrero


                     Benedicto XVI ha explicado que la decisión ha sido muy meditada y que la ha tomado “con total libertad y por falta de fuerzas” para el bien de la Iglesia.



El Papa Benedicto XVI ha anunciado hoy (lunes 11 de febrero) su renuncia al Pontificado, que será efectiva a partir del 28 de febrero. Ha dado a conocer su decisión durante el consistorio para causas de canonización y ha explicado que esta decisión la toma “con total libertad y por falta de fuerzas”.
A las 12:30 de la mañana el portavoz de la Santa Sede, Federico Lombardi, ha dado una rueda de prensa para transmitir la noticia oficial. El portavoz ha hecho oficial la noticia y ha leído las palabras que el Pontífice pronunció hoy mismo en un Consistorio celebrado hoy en el Vaticano. El Santo Padre ha dicho lo siguiente:

Mensaje íntegro de renuncia del Papa

Queridísimos hermanos,

Os he convocado a este Consistorio, no sólo para las tres causas de canonización, sino también para comunicaros una decisión de gran importancia para la vida de la Iglesia. Después de haber examinado ante Dios reiteradamente mi conciencia, he llegado a la certeza de que, por la edad avanzada, ya no tengo fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio petrino.
Soy muy consciente de que este ministerio, por su naturaleza espiritual, debe ser llevado a cabo no únicamente con obras y palabras, sino también y en no menor grado sufriendo y rezando. Sin embargo, en el mundo de hoy, sujeto a rápidas transformaciones y sacudido por cuestiones de gran relieve para la vida de la fe, para gobernar la barca de san Pedro y anunciar el Evangelio, es necesario también el vigor tanto del cuerpo como del espíritu, vigor que, en los últimos meses, ha disminuido en mí de tal forma que he de reconocer mi incapacidad para ejercer bien el ministerio que me fue encomendado.

Por esto, siendo muy consciente de la seriedad de este acto, con plena libertad, declaro que renuncio al ministerio de Obispo de Roma, Sucesor de San Pedro, que me fue confiado por medio de los Cardenales el 19 de abril de 2005, de forma que, desde el 28 de febrero de 2013, a las 20.00 horas, la sede de Roma, la sede de San Pedro, quedará vacante y deberá ser convocado, por medio de quien tiene competencias, el cónclave para la elección del nuevo Sumo Pontífice.

Queridísimos hermanos, os doy las gracias de corazón por todo el amor y el trabajo con que habéis llevado junto a mí el peso de mi ministerio, y pido perdón por todos mis defectos. Ahora, confiamos la Iglesia al cuidado de su Sumo Pastor, Nuestro Señor Jesucristo, y suplicamos a María, su Santa Madre, que asista con su materna bondad a los Padres Cardenales al elegir el nuevo Sumo Pontífice.
Por lo que a mi respecta, también en el futuro, quisiera servir de todo corazón a la Santa Iglesia de Dios con una vida dedicada a la plegaria.

Vaticano, 10 de febrero 2013.

BENEDICTUS PP XVI

Portavoz del Vaticano

El padre Lombardi ha aclarado que es una decisión coherente con el modo de pensar del Papa Benedicto XVI y que no puede resultar una total sorpresa porque el Papa ya había manifestado en varias ocasiones su intención de renunciar si no se sentía con las fuerzas necesarias para llevar adelante el Gobierno de la Iglesia. El portavoz citó el libro “Luz del mundo” en el cual Benedicto XVI explicó que un Papa puede dimitir, no en momentos difíciles y convulsos, porque eso sería dejar a la Iglesia desvalida, sino en momentos de serenidad.
Mons. Lombardi leyó también las palabras que el decano del Colegio Cardenalicio, Mons. Ángelo Sodano, pronunció ante el Papa después del anuncio de su renuncia. El Cardenal dijo hablar en nombre de todos los Cardenales, manifestando su sorpresa por la decisión, casi incredulidad, manifestando la total cercanía de los Cardenales al Santo Padre en su decisión. Recordó los momentos de la elección de Benedicto XVI y terminó manifestando su gratitud, la de todos los Cardenales y la de toda la Iglesia, por estos años de servicio a la Iglesia.

Los periodistas preguntaron al portavoz dónde va a vivir el Papa tras su renuncia. Lombardi ha respondido que en primer lugar irá a vivir a Castelgandolfo y tras el Cónclave y con el nuevo Pontífice, se irá a la colina Vaticana a un monasterio ocupado con anterioridad por unas monjas de clausura. Allí se dedicará a la oración, la reflexión, el estudio y con probabilidad a escribir libros como ha hecho hasta ahora, pero sin responsabilidad ninguna de Gobierno. El portavoz ha dejado muy claro que en ningún momento va a suponer una interferencia al nuevo Pontífice, conociendo la prudencia y la mesura que es propia del Papa Benedicto XVI.

Respecto a cuándo tendrá lugar el Cónclave, el portavoz vaticano ha indicado que comenzará de inmediato, poco después de la renuncia de Benedicto XVI, puesto que en este caso no hay que esperar a que tengan lugar las exequias del anterior Pontífice, como ha sido habitual hasta ahora. El Cónclave podría durar entre 15 o 20 días así que en marzo tendremos nuevo Pontífice, que podrá presidir las celebraciones de la Semana Santa y Pascua.

Durante el tiempo de Sede Vacante cesarán de sus cargos todos los Cardenales que son Prefectos de Congregaciones y Presidentes de Concilios y Comisiones Pontificias, y serán los respectivos secretarios de dichas Congregaciones quienes se ocupen de los temas corrientes durante el tiempo de la elección. También cesará el Secretario de Estado, Tarsicio Bertone, y será sustituido temporalmente por su sustituto.
Los pasos a dar durante ese tiempo de Sede Vacante están todos señalados en la Constitución Apostólica Universi Dominici Gregis, promulgada por Juan Pablo II en 1996. El responsable de convocar el Cónclave y los pasos a dar durante la Sede Vacante es el camarlengo que desde 2007 es el Cardenal Tarsicio Bertone.


- Fray Antonio Praena ha publicado este post en su blog: Benedicto XVI deja el pontificado

MENSAJE DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI PARA LA CUARESMA 2013


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MENSAJE DEL SANTO PADRE 
BENEDICTO XVI 
PARA LA CUARESMA 2013
Creer en la caridad suscita caridad
«Hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él» (1 Jn 4,16)

Queridos hermanos y hermanas:

La celebración de la Cuaresma, en el marco del Año de la fe, nos ofrece una ocasión preciosa para meditar sobre la relación entre fe y caridad: entre creer en Dios, el Dios de Jesucristo, y el amor, que es fruto de la acción del Espíritu Santo y nos guía por un camino de entrega a Dios y a los demás.

1. La fe como respuesta al amor de Dios

En mi primera Encíclica expuse ya algunos elementos para comprender el estrecho vínculo entre estas dos virtudes teologales, la fe y la caridad. Partiendo de la afirmación fundamental del apóstol Juan: «Hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él» (1 Jn 4,16), recordaba que «no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva... Y puesto que es Dios quien nos ha amado primero (cf. 1 Jn 4,10), ahora el amor ya no es sólo un “mandamiento”, sino la respuesta al don del amor, con el cual Dios viene a nuestro encuentro» (Deus caritas est, 1). La fe constituye la adhesión personal ―que incluye todas nuestras facultades― a la revelación del amor gratuito y «apasionado» que Dios tiene por nosotros y que se manifiesta plenamente en Jesucristo. El encuentro con Dios Amor no sólo comprende el corazón, sino también el entendimiento: «El reconocimiento del Dios vivo es una vía hacia el amor, y el sí de nuestra voluntad a la suya abarca entendimiento, voluntad y sentimiento en el acto único del amor. Sin embargo, éste es un proceso que siempre está en camino: el amor nunca se da por “concluido” y completado» (ibídem, 17). De aquí deriva para todos los cristianos y, en particular, para los «agentes de la caridad», la necesidad de la fe, del «encuentro con Dios en Cristo que suscite en ellos el amor y abra su espíritu al otro, de modo que, para ellos, el amor al prójimo ya no sea un mandamiento por así decir impuesto desde fuera, sino una consecuencia que se desprende de su fe, la cual actúa por la caridad» (ib., 31a). El cristiano es una persona conquistada por el amor de Cristo y movido por este amor ―«caritas Christi urget nos» (2 Co 5,14)―, está abierto de modo profundo y concreto al amor al prójimo (cf. ib., 33). Esta actitud nace ante todo de la conciencia de que el Señor nos ama, nos perdona, incluso nos sirve, se inclina a lavar los pies de los apóstoles y se entrega a sí mismo en la cruz para atraer a la humanidad al amor de Dios.

«La fe nos muestra a Dios que nos ha dado a su Hijo y así suscita en nosotros la firme certeza de que realmente es verdad que Dios es amor... La fe, que hace tomar conciencia del amor de Dios revelado en el corazón traspasado de Jesús en la cruz, suscita a su vez el amor. El amor es una luz ―en el fondo la única― que ilumina constantemente a un mundo oscuro y nos da la fuerza para vivir y actuar» (ib., 39). Todo esto nos lleva a comprender que la principal actitud característica de los cristianos es precisamente «el amor fundado en la fe y plasmado por ella» (ib., 7).

2. La caridad como vida en la fe

Toda la vida cristiana consiste en responder al amor de Dios. La primera respuesta es precisamente la fe, acoger llenos de estupor y gratitud una inaudita iniciativa divina que nos precede y nos reclama. Y el «sí» de la fe marca el comienzo de una luminosa historia de amistad con el Señor, que llena toda nuestra existencia y le da pleno sentido. Sin embargo, Dios no se contenta con que nosotros aceptemos su amor gratuito. No se limita a amarnos, quiere atraernos hacia sí, transformarnos de un modo tan profundo que podamos decir con san Pablo: ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí (cf. Ga 2,20).

Cuando dejamos espacio al amor de Dios, nos hace semejantes a él, partícipes de su misma caridad. Abrirnos a su amor significa dejar que él viva en nosotros y nos lleve a amar con él, en él y como él; sólo entonces nuestra fe llega verdaderamente «a actuar por la caridad» (Ga 5,6) y él mora en nosotros (cf. 1 Jn 4,12).

La fe es conocer la verdad y adherirse a ella (cf. 1 Tm 2,4); la caridad es «caminar» en la verdad (cf. Ef 4,15). Con la fe se entra en la amistad con el Señor; con la caridad se vive y se cultiva esta amistad (cf. Jn 15,14s). La fe nos hace acoger el mandamiento del Señor y Maestro; la caridad nos da la dicha de ponerlo en práctica (cf. Jn 13,13-17). En la fe somos engendrados como hijos de Dios (cf. Jn 1,12s); la caridad nos hace perseverar concretamente en este vínculo divino y dar el fruto del Espíritu Santo (cf. Ga 5,22). La fe nos lleva a reconocer los dones que el Dios bueno y generoso nos encomienda; la caridad hace que fructifiquen (cf. Mt 25,14-30).

3. El lazo indisoluble entre fe y caridad

A la luz de cuanto hemos dicho, resulta claro que nunca podemos separar, o incluso oponer, fe y caridad. Estas dos virtudes teologales están íntimamente unidas por lo que es equivocado ver en ellas un contraste o una «dialéctica». Por un lado, en efecto, representa una limitación la actitud de quien hace fuerte hincapié en la prioridad y el carácter decisivo de la fe, subestimando y casi despreciando las obras concretas de caridad y reduciéndolas a un humanitarismo genérico. Por otro, sin embargo, también es limitado sostener una supremacía exagerada de la caridad y de su laboriosidad, pensando que las obras puedan sustituir a la fe. Para una vida espiritual sana es necesario rehuir tanto el fideísmo como el activismo moralista.

La existencia cristiana consiste en un continuo subir al monte del encuentro con Dios para después volver a bajar, trayendo el amor y la fuerza que derivan de éste, a fin de servir a nuestros hermanos y hermanas con el mismo amor de Dios. En la Sagrada Escritura vemos que el celo de los apóstoles en el anuncio del Evangelio que suscita la fe está estrechamente vinculado a la solicitud caritativa respecto al servicio de los pobres (cf. Hch 6,1-4). En la Iglesia, contemplación y acción, simbolizadas de alguna manera por las figuras evangélicas de las hermanas Marta y María, deben coexistir e integrarse (cf. Lc 10,38-42). La prioridad corresponde siempre a la relación con Dios y el verdadero compartir evangélico debe estar arraigado en la fe (cf. Audiencia general 25 abril 2012). A veces, de hecho, se tiene la tendencia a reducir el término «caridad» a la solidaridad o a la simple ayuda humanitaria. En cambio, es importante recordar que la mayor obra de caridad es precisamente la evangelización, es decir, el «servicio de la Palabra». Ninguna acción es más benéfica y, por tanto, caritativa hacia el prójimo que partir el pan de la Palabra de Dios, hacerle partícipe de la Buena Nueva del Evangelio, introducirlo en la relación con Dios: la evangelización es la promoción más alta e integral de la persona humana. Como escribe el siervo de Dios el Papa Pablo VI en la Encíclica Populorum progressio, es el anuncio de Cristo el primer y principal factor de desarrollo (cf. n. 16). La verdad originaria del amor de Dios por nosotros, vivida y anunciada, abre nuestra existencia a aceptar este amor haciendo posible el desarrollo integral de la humanidad y de cada hombre (cf. Caritas in veritate, 8).

En definitiva, todo parte del amor y tiende al amor. Conocemos el amor gratuito de Dios mediante el anuncio del Evangelio. Si lo acogemos con fe, recibimos el primer contacto ―indispensable― con lo divino, capaz de hacernos «enamorar del Amor», para después vivir y crecer en este Amor y comunicarlo con alegría a los demás.

A propósito de la relación entre fe y obras de caridad, unas palabras de la Carta de san Pablo a los Efesios resumen quizá muy bien su correlación: «Pues habéis sido salvados por la gracia mediante la fe; y esto no viene de vosotros, sino que es un don de Dios; tampoco viene de las obras, para que nadie se gloríe. En efecto, hechura suya somos: creados en Cristo Jesús, en orden a las buenas obras que de antemano dispuso Dios que practicáramos» (2,8-10). Aquí se percibe que toda la iniciativa salvífica viene de Dios, de su gracia, de su perdón acogido en la fe; pero esta iniciativa, lejos de limitar nuestra libertad y nuestra responsabilidad, más bien hace que sean auténticas y las orienta hacia las obras de la caridad. Éstas no son principalmente fruto del esfuerzo humano, del cual gloriarse, sino que nacen de la fe, brotan de la gracia que Dios concede abundantemente. Una fe sin obras es como un árbol sin frutos: estas dos virtudes se necesitan recíprocamente. La cuaresma, con las tradicionales indicaciones para la vida cristiana, nos invita precisamente a alimentar la fe a través de una escucha más atenta y prolongada de la Palabra de Dios y la participación en los sacramentos y, al mismo tiempo, a crecer en la caridad, en el amor a Dios y al prójimo, también a través de las indicaciones concretas del ayuno, de la penitencia y de la limosna.

4. Prioridad de la fe, primado de la caridad

Como todo don de Dios, fe y caridad se atribuyen a la acción del único Espíritu Santo (cf. 1 Co 13), ese Espíritu que grita en nosotros «¡Abbá, Padre!» (Ga 4,6), y que nos hace decir: «¡Jesús es el Señor!» (1 Co 12,3) y «¡Maranatha!» (1 Co 16,22; Ap 22,20).

La fe, don y respuesta, nos da a conocer la verdad de Cristo como Amor encarnado y crucificado, adhesión plena y perfecta a la voluntad del Padre e infinita misericordia divina para con el prójimo; la fe graba en el corazón y la mente la firme convicción de que precisamente este Amor es la única realidad que vence el mal y la muerte. La fe nos invita a mirar hacia el futuro con la virtud de la esperanza, esperando confiadamente que la victoria del amor de Cristo alcance su plenitud. Por su parte, la caridad nos hace entrar en el amor de Dios que se manifiesta en Cristo, nos hace adherir de modo personal y existencial a la entrega total y sin reservas de Jesús al Padre y a sus hermanos. Infundiendo en nosotros la caridad, el Espíritu Santo nos hace partícipes de la abnegación propia de Jesús: filial para con Dios y fraterna para con todo hombre (cf. Rm 5,5).

La relación entre estas dos virtudes es análoga a la que existe entre dos sacramentos fundamentales de la Iglesia: el bautismo y la Eucaristía. El bautismo (sacramentum fidei) precede a la Eucaristía (sacramentum caritatis), pero está orientado a ella, que constituye la plenitud del camino cristiano. Análogamente, la fe precede a la

caridad, pero se revela genuina sólo si culmina en ella. Todo parte de la humilde aceptación de la fe («saber que Dios nos ama»), pero debe llegar a la verdad de la caridad («saber amar a Dios y al prójimo»), que permanece para siempre, como cumplimiento de todas las virtudes (cf. 1 Co 13,13).

Queridos hermanos y hermanas, en este tiempo de cuaresma, durante el cual nos preparamos a celebrar el acontecimiento de la cruz y la resurrección, mediante el cual el amor de Dios redimió al mundo e iluminó la historia, os deseo a todos que viváis este tiempo precioso reavivando la fe en Jesucristo, para entrar en su mismo torrente de amor por el Padre y por cada hermano y hermana que encontramos en nuestra vida. Por esto, elevo mi oración a Dios, a la vez que invoco sobre cada uno y cada comunidad la Bendición del Señor.

Vaticano, 15 de octubre de 2012
BENEDICTUS PP. XVI
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