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La Homilía del Papa Francisco en la Misa de Clausura del Jubileo de la Orden de los Predicadores

Papa Francisco

Misa de Clausura del Jubileo Dominicano - 21 de enero de 2017 en la Basílica de San Juan de Letrán de Roma

Papa Francisco

La Palabra de Dios hoy nos presenta dos escenarios humanos opuestos: de una parte el “carnaval” de la curiosidad mundana; de la otra, la glorificación del Padre mediante las obras buenas. Y nuestra vida se mueve siempre entre estos dos escenarios. De hecho, ellos están en toda época, como lo demuestran las palabras de San Pablo dirigido a Timoteo (Cfr. 2 Tim 4,1-5). Y también Santo Domingo con sus primeros hermanos, ochocientos años atrás, se movía entre estos dos escenarios.

Pablo advierte a Timoteo que deberá anunciar el Evangelio en un contexto en que la gente busca siempre nuevos “maestros”, “cuentos”, doctrinas diversas, ideologías… «Prurientes auribus» (2 Tim 4,3). Es el “carnaval” de la curiosidad mundana, de la seducción. Por esto el Apóstol instruye a su discípulo usando incluso verbos fuertes, como “insiste”, “advierte”, “reprocha”, “exhorta”, y luego “vigila”, “soporta los sufrimientos” (vv. 2.5).

Es interesante ver como ya entonces, dos milenios atrás, los apóstoles del Evangelio se encontraban ante este escenario, que en nuestros días se ha desarrollado mucho y globalizado a causa de la seducción del relativismo subjetivista. La tendencia de la búsqueda de novedad propia del ser humano encuentra el ambiente ideal en la sociedad del aparentar, del consumo, en el cual muchas veces se reciclan cosas viejas, pero lo importante es hacerlas parecer como nuevas, atrayentes, seductoras. También la verdad es enmascarada. Nos movemos en la así llamada “sociedad liquida”, sin puntos fijos, desordenada, sin referencias sólidas y estables; en la cultura de lo efímero, del usa y tira.

Ante este “carnaval” mundano resalta netamente el escenario opuesto, que encontramos en las palabras de Jesús que hemos escuchado: «glorifiquen al Padre que está en el cielo» (Mt 5,16). Y ¿cómo se da este paso de la superficialidad casi-afectuosa a la glorificación? Se da gracias a las buenas obras de aquellos que, se hacen discípulos de Jesús, y son “sal” y “luz”. «Así debe brillar ante los ojos de los hombres – dice Jesús – la luz que hay en ustedes, a fin de que ellos vean sus buenas obras y glorifiquen al Padre que está en el cielo» (Mt 5,16).

En medio del “carnaval” de ayer y hoy, esta es la respuesta de Jesús y de la Iglesia, este es la base sólida en medio del ambiente “liquido”: las buenas obras que podemos realizar gracias a Cristo y a su Santo Espíritu, y que hacen nacer en el corazón el agradecimiento a Dios Padre, la alabanza, o al menos la maravilla y la pregunta: ¿Por qué?, ¿Por qué esta persona se comporta así?: la inquietud del mundo ante el testimonio del Evangelio.

Pero para que este “sacudón” suceda se necesita que la sal no pierda el sabor y la luz no se esconda (Cfr. Mt 5,13-15). Jesús lo dice muy claramente: si la sal pierde su sabor no sirve para nada. ¡Cuidado que la sal pierda su sabor! ¡Atención a una Iglesia que pierde el sabor! ¡Cuidado que un sacerdote, un consagrado, una congregación que pierde su sabor!

Hoy nosotros damos gloria al Padre por la obra que Santo Domingo, lleno de la luz y de la sal de Cristo, ha realizado ochocientos años atrás; una obra al servicio del Evangelio, predicado con la palabra y con la vida; una obra que, con la gracia del Espíritu Santo, ha hecho que muchos hombres y mujeres sean ayudados a no perderse en medio del “carnaval” de la curiosidad mundana, sino en cambio hayan escuchado el gusto de la sana doctrina, el gusto del Evangelio, y se hayan convertido, a su vez, en luz y sal, artesanos de obras buenas… y los verdaderos hermanos y hermanas que glorifican a Dios y enseñan a glorificar a Dios con las buenas obras de la vida.

(Traducción del italiano, Renato Martinez – Radio Vaticano)

Eucaristía en ocasión de la clausura del Jubileo de la Orden de Predicadores (Parte II)

Eucaristía en ocasión de la clausura del Jubileo de la Orden de Predicadores

Continuando con la preparación para la Eucaristía de clausura del Jubileo de la Orden de Predicadores permitidme mostraros una panorámica de cómo se desarrollará la celebración del próximo sábado 21 de enero. Aunque incorporaremos algunos elementos litúrgicos propios de la tradición de la orden, que nos han nutrido durante siglos, el esquema fundamental será el de la Misa Pontifical.

El primer elemento proveniente de la tradición dominicana que utilizaremos en la liturgia serán las oraciones y lecturas. Celebraremos la Misa Votiva de Santo Domingo, compuesta en torno al año de su canonización en 1234. Estos textos si sitúan entre los más antiguos testimonios litúrgicos de la orden, pudiéndose fechar incluso antes de la unificación litúrgica llevada a cabo en 1256, que daría forma definitiva a la liturgia dominicana durante siglos.

A lo largo de la Eucaristía cantaremos algunas nuevas composiciones musicales en las tres lenguas oficiales de la orden. Como canto de entrada entonaremos "Mon Dieu, ma Miséricorde" recordando la oración constante de Nuestro Padre Santo Domingo a los pies de la cruz: "Señor ¿qué será de los pecadores?". Comprometidos con su mismo celo de salvación somos animados a llevar las alegrías y dificultades de nuestras vidas a los pies del Crucificado uniéndolas a su sacrificio. Para el ofertorio hemos elegido la composición "El pan de San Sixto" que nos transporta al refectorio de aquella primera fundación dominicana en Roma. Recordamos el milagro que llevó a cabo allí santo Domingo al pedir pan para sus hijos hambrientos y viendo aquellos como bajaban los ángeles para servírselo. Por último, en el momento de la comunión, colmados de alegría y gratitud, cantaremos "Thanks be to You, O Lord!". Al final de la celebración entonaremos dos antífonos latinas bien conocidas por todos: "Salve Regina" a la Virgen María y "O Lumen Ecclesiae" a santo Domingo, suplicando su constante intercesión.

Aún debemos notar otros dos momentos significativos. El primero es el "Padre Nuestro" (Pater Noster) que será cantado en latín; el segundo la oración de los fieles que debe reflejar de la mejor manera posible la universalidad de la orden y nuestra oración común. El deseo de orar juntos y no separados es también parte de la tradición y espiritualidad dominicanas. Tal como nos recuerda la Regla de san Agustín: "Lo primero porque os habéis congregado en comunidad es para que habitéis en la casa unánimes y tengáis una sola alma y un solo corazón hacia Dios". Se han dispuesto siete peticiones. Cada una de ellas será brevemente introducida en latín, dando a todos la oportunidad de rezar en el caso de que alguno no entienda la lengua vernácula en que la oración será leída. Concluiremos cada una de ellas entonando juntos "Kyrie eleison".


Permitidme para finalizar advertir por qué hemos decidido celebrar la Eucaristía de clausura del Jubileo de la Orden en la basílica de San Juan de Letrán. No se debe a que la basílica de San Pedro del Vaticano no fuese un lugar apropiado. La basílica Lateranense, catedral del obispo de Roma, era el lugar donde residía el Papa en la época de santo Domingo y donde presumiblemente se llevaron a cabo sus encuentros. En este día tan especial para todos nosotros, convocados una vez más por el propio Cristo y presididos por Su Santidad el Papa Francisco queremos redescubrir nuestra vocación como Orden de Predicadores. Digámoslo en palabras dominicanas: antes de contemplata aliis tradere debemos empezar por contemplari.

Debido a que la Eucaristía es una imagen de la Iglesia y especialmente en esta ocasión de la Familia Dominicana en toda la riqueza de sus diferentes formas de vida os pedimos por favor que no olvidéis vestir vuestros hábitos y capas o vuestras vestiduras solemnes. ¡Es nuestra fiesta! Para acceder a la basílica dirigíos a su entrada principal que estará abierta desde las 14:30.


Aquellos que no podáis uniros a la celebración en persona os queremos pedir que nos acompañéis de forma espiritual con vuestras oraciones. Asimismo la Eucaristía será retransmitida por Vatican TV y también en www.op.org

Fray Dominik Jurczak OP

Nuevo proyecto de Archivum Fratrum Praedicatoum: Dominicos y Autoridad Civil

Nuevo proyecto de Archivum Fratrum Praedicatoum: Dominicos y Autoridad Civil

A lo largo de su dilatada historia, desde la Edad Media hasta la actualidad, la Orden de Predicadores ha tenido relación con la autoridad civil, tanto a nivel local como a nivel internacional. Hubo momentos en que esta relación fue muy estrecha, mientras que en otros se registraron duros conflictos.

Siendo conscientes de la complejidad del tema el comité editorial de Archivum Fratrum Preadicatorum (Nova Series) ha decidido dedicar su próximo monográfico a la cuestión: Dominicos y Autoridad Civil. Por ello el comité editorial estará complacido de evaluar las contribuciones originales que versen sobre el tema, considerando las diferentes perspectivas y diversas situaciones.

Reflexiones teóricas de miembros de la Orden pueden ser comparadas con los hechos reales que se dieron en los contextos locales, a nivel de las diversas provincias o conventos determinados, así como a nivel nacional e internacional. Nuestro objetivo es reunir un volumen que ofrezca la mejor visión posible de un aspecto tan importante de la vida de la Orden que, sin embargo, ha sido hasta ahora no suficientemente investigado.

Los estudiosos interesados en participar en este proyecto están invitados a presentar hasta finales de abril de 2017 el resumen del artículo que planean escribir (200-250 palabras). Los artículos seleccionados para la publicación deberán enviarse con fecha límite de diciembre de 2017 a la dirección de correo electrónico istitutostorico@pust.it; no deberán superar en ningún caso los 45.000 caracteres (excluyendo las notas a pie de página). Los artículos serán sometidos a peer review.

Archivum Fratrum Praedicatorum
Istituto Storico Domenicano

Clausura del Jubileo 800 Años de la Fundación de la Orden de Predicadores en México



La Orden de Predicadores, mejor conocida como Dominicos, clausuraron el Jubileo por los 800 años de la Orden en el mundo, que celebraron desde el año 2016.

En la Basílica de Guadalupe, la celebración fue presidida por el Nuncio Apostólico en México, Mons. Franco Coppola, y concelebrada por sacerdotes de la Orden. Participaron las ramas masculina y femenina de los Predicadores y su brazo laical.

En su Homilía, el Sr. Nuncio dio lectura al mensaje del Secretario del Estado Vaticano, Mons. Pietro Parolin, en el que concedió la bendición apostólica a los participantes de la celebración, e insta a que la celebración sea propicia para dar gracias al Señor por tantos dones recibidos por su bondad durante todos estos años de la Orden de Predicadores, y además sea un impulso en su camino hacia la santidad, “como testigos fieles de Cristo y mensajeros valientes del Reino (de Dios)”.

El Nuncio compartió con la asamblea la explicación de la Palabra de Dios, recordando que en las primeras comunidades cristianas, vivían unidos y lo tenían todo en común, característica que también deben compartir todas las congregaciones. Por ello, pidió a Dios que conceda a los Predicadores una capacidad mayor de reproducir las primeras comunidades cristianas.

Clausura del Jubileo 800 Años de la Fundación de la Orden de Predicadores en México

También pidió al Señor para todos, la conciencia de ser parte de una comunidad; de abrir el corazón y los ojos “para darnos cuenta” de lo que está pasando al hermano que está al lado, sus problemas y sus dolencias.

En las peticiones, se oró porque el Papa Francisco siga siendo pastor de misericordia; porque la Orden de Predicadores cumpla el sueño de Santo Domingo: formar comunidades apostólicas; y por la paz en México y que todos los mexicanos nos comprometamos a luchar por una vida más justa.


Misa de Clausura del Jubileo Dominicano

Basilica of St John Lateran, Rome

Misa de Clausura del Jubileo Dominicano - 21 de enero de 2017 en la Basílica de San Juan de Letrán de Roma

La Prefectura de la Casa Pontificia confirmó que su Santidad Franciso presidirá la misa de clausura del Jubileo Dominicano el próximo 21 de enero en la Basílica de San Juan de Letrán de Roma a las 4:00 p.m. Todos los miembros de la Familia Dominicana y amigos de la Orden están cordialmente invitados a participar en esta celebración eucarística. Con el fin de garantizar billetes para todos los que quieran participar, les pedimos que confirmen su presencia enviando un correo antes del día 13 de enero a iubileum2016@curia.op.org

Todos los inscritos al Congreso para la mission de la Orden tienen ya un billete reservado. El ingreso a la Basilica será a partir de las 3:00 p.m. A partir de las 3:30 p.m. tendremos la oración del Santo Rosario. Pedimos a los frailes que asistan a la ceremonia que porten el hábito y la capa. Concelebrarán junto al  Santo Padre los obispos dominicos y priores provinciales presentes. 


Eucaristía en ocasión de la clausura del Jubileo de la Orden de Predicadores (I)

El 21 de enero a las 16h en la basílica de San Juan de Letrán Su Santidad el Papa Francisco presidirá la Eucaristía de clausura del Jubileo de la Orden de Predicadores, un acontecimiento importante que no sólo debe dirigir nuestros ojos hacía la rica historia de la orden sino también impulsarnos hacia su futuro. Cada Eucaristía es una celebración de la Iglesia (en este caso particularmente de la Familia Dominicana) y es necesario prepararse bien para vivirla en abundancia. De esta manera podremos celebrar realmente juntos, en el sentido más pleno de la palabra, recordando que la liturgia no es sólo asunto del celebrante o del coro, sino que involucra y expresa a toda la Iglesia con su riqueza de dones y vocaciones. Permitidme explicaros algunas particularidades de la celebración.

Antes de comenzar la Eucaristía rezaremos el Santo Rosario, oración especialmente importante en nuestra tradición dominicana. Será recitado en cinco idiomas y dirigido por el Maestro de la Orden fray Bruno Cadoré. Pero como nuestra Familia Dominicana habla más de cinco lenguas y está compuesta por más de cinco culturas las respuestas a las oraciones serán en latín expresando así mejor la universalidad de nuestra herencia y la unidad de la oración dominicana. Antes de cada misterio se cantará una pequeña composición coral que ayudará a la meditación. Al finalizar el Rosario cantaremos Imple Pater quod dixisti (la antífona O spem miram), estando seguros de que intercede por nosotros tal y como lo prometió en su lecho de muerte y ha cumplido durante 800 años.

Para prepararnos a la Eucaristía (inefable misterio de Dios entre los hombres) permaneceremos tras el Rosario unos momentos en silencio orante, con el fin de descansar nuestras mentes ocupadas y disponernos a la contemplación de Dios por medio de la liturgia.

Cada Eucaristía es una imagen de la entera Iglesia, lo que significa también de la Orden de Predicadores en la riqueza y pluralidad de sus formas de vida, con obispos dominicos, antiguos Maestros de la Orden y representantes de la Familia Dominicana de todo el mundo. Aunque la Eucaristía será celebrada mayoritariamente en lengua italiana, con el objetivo de subrayar tanto la unidad como la pluralidad de la oración dominicana, se interpretarán composiciones corales en diversas lenguas procedentes de nuestra tradición, tanto antigua como moderna. Nos disponemos a dar comienzo a los preparativos con la parte más sencilla.


En el momento de la comunión cantaremos el canto Adoro Te devote, conocido himno eucarístico compuesto por santo Tomás de Aquino. Los arreglos necesarios han sido compuestos para la ocasión.

fr. Dominik Jurczak OP

La promulgación de la Ratio Formationis Generalis (R.F.G.)

Fr Bruno Cadore, op

Queridos hermanos:

Con la aprobación del Capítulo General de Bolonia (ACG 2016 Bolonia, 244), por la presente promulgo la nueva Ratio Formationis Generalis (RFG) que «debe consignar los principios generales de carácter espiritual y las normas pedagógicas fundamentales para la formación de los frailes, dejando a las provincias el cuidado de elaborar sus propias normas conforme a las circunstancias de tiempo y lugar» (LCO 163).

Esta Ratio reemplaza la que estaba vigente desde 1987. La misma es el fruto de un largo proceso de consulta a provincias y formadores en las diferentes regiones de la Orden, adelantado por el consejo general y el socio encargado de la formación inicial. Agradezco sinceramente a todos aquellos que han participado de este modo a la elaboración de la presente Ratio – cuya versión original está en inglés. Ahora le corresponde a cada provincia proceder a la actualización de su propia Ratio Formationis Particularis (RFP), sobre la base de la Ratio Generalis (ACG 2016 Bolonia, 245), y de enviarla al consejo general para su aprobación. El socius para la vida fraterna y la formación estará encargado especialmente de acompañar este proceso.

Es la primera vez que una Ratio se dirige a todos los frailes, estén en formación inicial o no. Efectivamente, desde hace varios capítulos generales, se ha insistido en la continuidad entre la formación inicial y la formación permanente y en la necesidad de que todos prestemos la misma atención a estas dos dimensiones de la formación. Una vez más, la formación se presenta en esta Ratio como un camino, una escuela de vida apostólica, insistiendo a la vez en la responsabilidad primera de cada uno de los frailes por su propia formación, pero también en la responsabilidad d las comunidades y provincias que tiene el deber de apoyar a cada uno en ese proceso continuo de renovación de su propia vocación a convertirse en un «hombre evangélico y apostólico». Escuela de vida, nuestra formación nos conduce, según la etapa de vida de cada uno, a contemplar en el centro de nuestra vida la gracia de esa Palabra que queremos predicar. De este modo, la formación nos invita a unirnos a Cristo, camino de verdad que conduce a la vida y centrar nuestra vida en la búsqueda de la verdad. Escuela de Predicadores, la formación inicial y permanente nos guía por el camino de la obediencia apostólica que nos hace libres para dejar al Espíritu configurar en nosotros la compasión de Cristo y su anhelo ferviente de que el mundo tenga vida y sea salvado.

Las Constituciones Primitivas, en el capítulo sobre el noviciado, se referían al llamado de Cristo «aprended de mi». Ven y verás, decía Felipe a Natanael; Ve y predica, decía Domingo haciéndose eco de los apóstoles. Esta es la finalidad que orienta la formación en todas las edades de la vida dominicana y que reúne nuestra diversidad en la unidad de una comunión de «santa predicación».

Puede descargar la Ratio aquí - Español y Multilingüe.

Fray Bruno Cadoré, O.P.
Maestro de la Orden de Predicadores

!FELIZ NAVIDAD¡

Feliz Navidad a todos ustedes
La Curia General de la Orden de Predicadores,
Santa Sabina, Roma.
http://www.op.org/es/content/feliz-navidad-todos-ustedes
Feliz Navidad a todos ustedes

Enviados a Predicar el Evangelio

ENVIADOS A PREDICAR EL EVANGELIO

UN CONGRESO PARA CLAUSURAL EL OCTAVO CENTENARIO Y RECONFIRMAR AL MISMO TIEMPO LA ORDEN DE PREDICADORES
ENVIADOS A PREDICAR EL EVANGELIO

Durante la celebración del Capítulo de Trogir en 2013 nació la idea de una Congreso PARA la Misión de la Orden, propuesto como un momento central de la celebración del jubileo de los 800 años de la confirmación de la Orden en 2016. El Congreso se llevará a cabo entre las dos fechas cercanas a  la aprobación de la confirmación de la Orden “de Predicadores”: de acuerdo con las dos Bulas papales complementarias la una de la otra, confirmando una Orden “de Predicadores”: cf. Bula del 22 de diciembre de 1216 con la confirmación del Papa Honorio III y la Bula del 21 de enero de 1217[1] que designa formalmente una « Orden de Predicadores ». Con este motivo el Congreso Internacional para la Misión se llevará a cabo precisamente entre estas dos fechas: 22 de diciembre de 2016 y 21 de enero de 2017, como clausura solemne del año del Jubileo Dominicano y, sobre todo, como punto de partida de un nuevo camino para la misión de predicación de la Orden. El Congreso tendrá por tema principal el mismo que fue escogido por el Capítulo General para la celebración del año jubilar de los 800 años de la Orden: ENVIADOS A PREDICAR EL EVANGELIO (Cf. ACG Trogir, 50).

Para la preparación del Congreso, el Consejo General de la Orden ha propuesto la conformación de Foros para la reflexión común con la participación de frailes, hermanas y laicos, que trabajan hoy en diversos campos y tipos de predicación. Estos Foros han sido organizados de acuerdo con los “Mandatos de Misión” establecidos durante el Capítulo General de roma 2010 y formalmente identificados en el Capítulo de Trogir (Cf. ACG Trogir, 109 ss.).

1. OBJETIVOS DEL CONGRESO PARA LA MISIÓN:

1. Promover la sensibilización y la comprensión de los diferentes campos y contextos de la misión de la Orden hoy.

2. Animar y promover la cooperación mutua entre las regiones y entidades de la Orden.

3. Incentivar la creación de redes de colaboración en campos apostólicos específicos.

4. Identificar las presencias y formas de apostolado de la Orden que necesitan ser reforzadas.

5. Proponer valores et directrices comunes a la misión de la Orden con el propósito de profundizar nuestro aporte específico a la misión de evangelización de la Iglesia

2. PROPÓSITO DEL CONGRESO:

El principal objetivo del Congreso consiste en definir cuál es la contribución de nuestra predicación a la misión de la Iglesia y de la Orden misma en el futuro inmediato:

¿Cómo puede el Congreso contribuir a RENOVAR LA PREDICACIÓN DE LA ORDEN y animarnos a renovar nuestra misión de predicadores?
          
b. ¿En qué y cómo puede la Orden contribuir a reforzar la predicación de la Iglesia?
c. ¿Cuál es nuestra responsabilidad específica en esta misión ?
d. ¿De qué manera podrán las hermanas y hermanos predicadores poner al servicio de la Iglesia el carisma que ella espera de nosotros?
e. En este momento en que la Iglesia da prioridad al evangelio de la familia ¿Cuál es la contribución específica que la Orden puede dar, de una parte desde su tradición comunitaria y de otra parte desde la realidad como “familia dominicana”?

3. TEMAS DEL CONGRESO:

Además del tema principal del Jubileo, propuesto por el capítulo general del Trogir: EVIADOS E PREDICAR EL EVANGELIO, los talleres del Congreso, los Foros preparatorios y los trabajos en grupo de desarrollaran a partir de loa FOROS DE MISIÓN, organizador según los « Mandatos de Misión » establecidos en el capítulo general de Roma 2010 y determinados formalmente en el capítulo general de Trogir (Cf. ACG Trogir, 109 ss.).

1.        Migrantes
2.        Pueblos originarios
3.        Diálogo interreligioso y Ecuménico
4.        Pastoral en grandes centros de ciudad
5.        Peregrinaciones y devoción del Rosario
6.        Ministerio Parroquial
7.        Educación y evangelización
8.        Proceso Salamanca. 
9.        Escuelas de Predicación
10.      El estudio como misión de la Orden
11.      Justicia, paz y cuidado de la tierra
12.      Pastoral universitaria (campus ministry)
13.      Arte y predicación
14.      Apostolado en prisiones
15.      Apostolado de la salud
16.      Comunicaciones (mass media)

4. METODOLOGIA DEL CONGRESO

El Congreso, que reunirá más de 400 frailes, hermanas, laicos e invitados de diversas regiones, está organizado en cuatro sesiones principales (una cada día), siguiendo las grandes líneas de la misión de predicación de la Orden así:

Día 1: Humanidad: justicia, paz y cuidado de la tierra, migrantes, pueblos originarios, derechos humanos…

Día 2: Encuentro: diálogo interreligioso, unidad de los cristianos, escucha, educación, medios y mundo digital.

Día 3: Servicio: ministerio de la palabra, ministerio parroquial, ministerio de la salud, apostolado en prisiones…

Día 4: Conclusión: Centrada en el tema principal del Jubileo -y por tanto, del Congreso: 

ENVIADOS A PREDICAR EL EVANGELIO, que será desarrollado cada día como sigue: 

Día 1: Evangelio,
Día 2: Predicación,
Día 3: Enviados.

5.  LUGAR Y PROGRAMA DEL CONGRESSO

El Congreso será celebrado en Roma, en la Pontificia Universidad Santo Tomás de Aquino, Angelicum, del 17 al 21 de enero de 2017 y será la clausura solemne del Jubileo de los 800 años de la confirmación de la Orden.

PROGRAMA GENERAL DEL CONGRESSO

6. COSTOS DEL CONGRESO

Teniendo en cuenta que el Congreso se llevará a cabo en la Pontificia Universidad de santo Tomás de Aquino (Angelicum) de Roma, para el alojamiento se escogieron varias casas de acogida vecinas al Angelicum y el gran Hotel “Tra Noi”. Gracias a un acuerdo entre estas diversas instituciones que acogerán a todos los participantes, la organización del Congreso puede ofrecer precios muy económicos para la inscripción y costo general del Congreso (incluyendo alojamiento y alimentación del 17 al 22 de enero, los materiales del Congreso y la participación en todos los eventos programados así:

1. En habitación individual: Total entre 350 y 400 euros (según la participación o no en las ceremonias de apertura y clausura del Congreso).
2. Habitación compartida: Total entre 300 y 350 euros (según la participación o no en las ceremonias de apertura y clausura del Congreso).
3. Sin habitación (residentes en Roma): Total entre 200 y 250 euros (según la participación o no en las ceremonias de apertura y clausura del Congreso).

7. INSCRIPCIONES:

Para inscribirse en el Congreso necesitan solamente enviar su nombre y número de pasaporte

Al correo romaop2017@curia.op.org y se les enviará de inmediato por mail el formulario de inscripción con las indicaciones prácticas para el registro personal, el pago correspondiente y la participación en el Congreso.

Fraternalmente,

Comité Organizador del Congreso.


[1] El nombre original de la Orden de Santo Domingo es: “Orden de Predicadores” … El origen real de esta denominación explícita del papa Honorio III, se encuentra en la bula de 21 de enero de 1217, conservada actualmente en la biblioteca municipal de Carcasona (Francia) (Cf. AFP 28 [1958] 95-100; V. Kudelka, MOPH, XXV, 79; SDF, 801-802).

Santo Domingo Hijo de España y de la Iglesia Católica


Árbol genealógico de Santo Domingo que últimamente ha dado otra flor en la Madre Maravillas de Jesús OCD por la rama de los Guzmanes

Fuente: www.traditio-op.org

Santo Domingo de Guzmán, Prebitero y Fundador.


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SANTO DOMINGO DE GUZMÁN,
PRESBÍTERO y FUNDADOR
Vidas de los Santos de A. Butler


(1221 P. C.) - Santo Domingo nació a principios de 1171 en Calaroga, población de Castilla que entonces se llamaba Calaruega. No sabemos nada de cierto sobre su padre, aparte de que llevaba el nombre de Félix y que, al parecer, pertenecía a la familia de Guzmán. La madre de santo Domingo fue la beata Juana de Aza. A los catorce años, Domingo partió de la casa de su tío, que era arcipreste de Gumiel de Izán, e ingresó en la escuela de Palencia. Era todavía estudiante cuando se le nombró canónigo de la catedral de Osma y, después de su ordenación, se consagró al cumplimiento de sus deberes de canónigo. El capítulo vivía en comunidad, bajo la regla de san Agustín y su regularidad y observancia fueron un magnífico ejemplar para el joven sacerdote. A lo que parece, Domingo vivió ahí sin distinguirse en nada de los otros canónigos, ejercitándose en la virtud y preparándose para la tarea que Dios le tenía reservada. Rara vez salía de la casa de los canónigos, y pasaba la mayor parte del tiempo en la iglesia, «llorando los pecados ajenos y leyendo y practicando los consejos que da Casiano en sus Conferencias». Cuando Diego de Acevedo fue elegido obispo de Osma hacia el año de 1201, Domingo le sucedió en el cargo de prior del capítulo. Tenía entonces treinta y un años y había practicado la vida contemplativa a la que acabamos de referirnos durante seis o siete años. En 1204 terminó ese período y el joven hizo su aparición en el mundo en forma inesperada.

Aquel año, Alfonso IX de Castilla envió al obispo de Osma a Dinamarca a negociar el matrimonio de su hijo y el prelado llevó consigo a Domingo. De camino a Dinamarca, los viajeros atravesaron el Languedoc, donde se había difundido mucho la herejía de los albigenses. En Toulouse se alojaron en casa de un albigense. Lleno de compasión por su huésped, Domingo pasó toda la noche en discusión con él y, a la salida del sol, el hombre había recuperado la fe y abjurado de sus errores. La mayoría de los autores suponen que en ese instante Domingo comprendió lo que Dios quería de él. Al regresar de Dinamarca, el obispo y Domingo fueron a Roma a pedir a Inocencio III que los enviase a predicar el Evangelio a los cumanos en Rusia. El Pontífice, que supo apreciar el celo y la virtud de los misioneros, los exhortó para que consagraran sus esfuerzos a luchar dentro de la cristiandad por desarraigar la herejía. Domingo y el obispo pasaron después por Citeaux, a cuyos monjes había encargado el Papa especialmente que lucharan contra los albigenses. En Montpellier se reunieron con el abad de Citeaux y otros dos monjes, Pedro de Castelnau y Raúl de Fontefroide, que habían trabajado en la misión del Languedoc. Diego y Domingo cayeron entonces en la cuenta de que todos los esfuerzos hechos hasta entonces por desarraigar la herejía habían resultado inútiles.

El sistema albigense se basaba en el dualismo del bien y el mal. A este ultimo principio, opuesto al bien, pertenecía la materia y todo lo material. Por consiguiente, los albigenses negaban la realidad de la Encarnación y rechazaban los sacramentos; la perfección exigía que el hombre renunciase a la procreación, comiese y bebiese lo menos posible y el suicidio era cosa laudable. Naturalmente, la mayoría de los albigenses no practicaban estrictamente su doctrina, pero el reducido círculo de los «perfectos» vivía en una pureza heroica y su proceder ascético contrastaba con la vida fácil de los monjes cistercienses. En aquellas circunstancias resultaba inútil tratar de convertir a los herejes mediante el empleo razonable de las cosas materiales, ya que el pueblo seguía instintivamente a quienes llevaban una vida heroica, que no eran ciertamente los predicadores cistercienses. Viendo esto, santo Domingo y el obispo de Osma exhortaron a los cistercienses a imitar el ejemplo de los herejes, a no viajar a caballo, a no alojarse en las mejores hosterías y a despedir a los criados que tenían a su servicio. Una vez que consiguiesen hacerse oír del pueblo, a causa de su vida de penitencia, deberían emplear las armas de la persuasión y la discusión en vez de las amenazas. La tarea era tanto más difícil, cuanto que el albigenismo constituía una religión nueva más bien que una herejía originada en el cristianismo y su forma más avanzada amenazaba la existencia misma de la sociedad humana. Santo Domingo estaba persuadido de que era posible oponer un dique al albigenismo, y Dios quiso valerse de su predicación como instrumento para hacer penetrar su gracia en el corazón de numerosos herejes.

Santo Domingo no se contentó con pedir a otros el ejemplo, sino que lo dio él mismo. Así pues, organizó una serie de conversaciones con los herejes, que hicieron algún efecto en el pueblo, pero no entre los jefes de la herejía. El obispo de Osma volvió poco después a su diócesis, en tanto que su compañero se quedaba en Francia, pero antes de que partiese el prelado, santo Domingo había dado ya el primer paso para fundar la orden que estaba destinada a marcar el alto al albigenismo. Había observado que las mujeres desempeñaban un papel muy importante en la difusión de la herejía y que las jóvenes, después de recibir en su casa los principios de la mala doctrina, iban a proseguir su educación en conventos albigenses. En 1206, el día de la fiesta de santa María Magdalena, santo Domingo recibió una señal del cielo y, en menos de seis meses, fundó en Prouille un convento con nueve monjas a las que había convertido de la herejía y, cerca de ahí, alojó a los hombres que le ayudaban en el apostolado. En esa forma, empezó a preparar predicadores virtuosos, a ofrecer refugio a las mujeres convertidas, a ver por la educación de las jóvenes y a organizar una casa religiosa en la que se oraba constantemente.

El asesinato del legado pontificio, Pedro de Castelnau, a manos de un criado del conde de Toulouse, desencadenó una «cruzada» contra los albigenses, en la que se practicaron todos los horrores y crueldades de una guerra civil. El caudillo de los albigenses era Raimundo VI, conde de Toulouse; el de los católicos era Simón IV de Montfort, conde de Leicester. Santo Domingo no creía en la eficacia ni en la legitimidad de una empresa que tratase de imponer la ortodoxia por la fuerza, y es falso que haya tenido algo que ver en el establecimiento de la Inquisición, ya que el tribunal empezó a funcionar en el sur de Francia desde fines del siglo XII (Posteriormentela Orden de Santo Domingo se hizo cargo de la Inquisición. Desde un principio se mostró reacia a desmpañar esa taresa y en 1243 pidió al Papa que la relevara del cargo, pero Inocencio IV rehusó el pedido. Sólo dos de los inquisidores generales de España fueron dominicos, Torquemada fue uno de ellos). El santo no se mezcló jamás en ninguna de las crueles ejecuciones que llevó a cabo la Inquisición. Los historiadores de la época mencionan únicamente, como armas de santo Domingo, la instrucción, la paciencia, la penitencia, el ayuno, las lágrimas y la oración. En cierta ocasión en que el obispo de Toulouse fue a visitar su diócesis con una comitiva de soldados y criados, el santo le reprendió con estas palabras: «En vano intentaréis convertir de esa manera a los enemigos de la fe. La oración es más eficaz que la espada y la humildad más útil que los vestidos finos». Domingo estuvo a punto de ser elegido obispo en tres ocasiones; pero se opuso firmemente, pues sabía que Dios le destinaba a otra tarea.

Santo Domingo había predicado ya diez años en el Languedoc, y a su alrededor se había reunido un grupo de predicadores. Hasta entonces, había portado el hábito de los Canónigos Regulares de San Agustín y observado su regla. Pero deseaba ardientemente reavivar el espíritu apostólico de los ministros del altar, puesto que su ausencia era la causa principal del escándalo del pueblo y del florecimiento del vicio y la herejía. Para eso proyectaba fundar un grupo de religiosos, que no serían necesariamente sacerdotes ni se dedicarían exclusivamente a la contemplación, como los monjes, sino que unirían a la contemplación el estudio de las ciencias sagradas y la práctica de los ministerios pastorales, especialmente de la predicación. El objetivo principal del santo era el de multiplicar en la Iglesia los predicadores celosos, cuyo espíritu y ejemplo facilitasen la difusión de la luz de la fe y el calor de la caridad, capaces de ayudar eficazmente a los obispos a curar las heridas que habían infligido a la Iglesia la falsa doctrina y la vida disipada. Para facilitar la tarea de Santo Domingo, el obispo Fulk, de Toulouse, le concedió, en 1214, una renta, y, al año siguiente, aprobó la fundación embrionaria de la nueva orden. Pocos meses más tarde, santo Domingo acompañó al obispo al cuarto Concilio de Letrán.

Inocencio III acogió muy amablemente al santo y aprobó el convento de religiosas de Prouille. Además, introdujo en el décimo canon del Concilio una cláusula que ponía de relieve la obligación de predicar y la necesidad de elegir pastores poderosos en obras y palabras, capaces de instruir y edificar a los fieles con el ejemplo y la predicación. Aunque en dicho canon el Pontífice subrayaba la necesidad de formar predicadores aptos, la aprobación de la nueva orden no era tarea fácil, porque el mismo Concilio había legislado contra la multiplicación de las órdenes religiosas. Se dice que Inocencio III había resuelto negarse a la petición, pero que aquella misma noche soñó que la iglesia de San Juan de Letrán estaba a punto de derrumbarse y que santo Domingo la sostenía. Como quiera que fuese, lo cierto es que el Papa aprobó verbalmente la nueva fundación y ordenó al santo que consultase con sus hermanos cuál de las reglas religiosas ya aprobadas querían seguir. En agosto de 1216, se reunieron en Prouille, Domingo y sus dieciséis compañeros, de los cuales ocho eran franceses, siete españoles y uno inglés. Tras de discutir los pros y los contras, decidieron adoptar la regla de San Agustín, que era la más antigua y menos detallada de cuantas existían, que había sido escrita para sacerdotes por un sacerdote y predicador eminente. Santo Domingo añadió algunas cláusulas, tomadas en parte de las reglas de los premonstratenses. Inocencio III murió el 18 de julio de 1216 y Honorio III fue elegido para sustituirle. Ello retardó un poco el viaje de santo Domingo a Roma, pero entretanto, terminó el primer convento de Toulouse, al que el obispo regaló la iglesia de San Román. Ahí empezaron los primeros dominicos a llevar vida comunitaria con votos religiosos.

Santo Domingo llegó a Roma en octubre de 1216. Honorio III aprobó ese mismo año la nueva comunidad y sus constituciones, «en consideración a que los religiosos de vuestra orden serán paladines de la fe y luz del mundo, Nos confirmamos vuestra orden». Santo Domingo continuó sus prédicas en Roma con gran éxito, hasta después de la Pascua. Fue entonces cuando se hizo amigo del cardenal Ugolino (más tarde Gregorio IX) y de san Francisco de Asís. Según cuenta la leyenda, santo Domingo soñó que la ira divina estaba a punto de descargarse sobre el mundo pecador, pero lo salvó la intercesión de Nuesta Señora ante su hijo al señalarle a dos personajes: el uno era el propio santo Domingo, el otro era un desconocido. Al día siguiente, se hallaba el santo en oración en la iglesia, cuando entró en ella un mendigo cubierto de harapos. El santo reconoció inmediatamente en él al hombre de su sueño; así pues, se le acercó, le abrazó y le dijo: «Vos sois mi compañero y tenéis que estar a mi lado, pues si permanecemos unidos no habrá poder humano capaz de resistirnos». El encuentro de los dos hombres de Dios, Domingo y Francisco se celebra dos veces al año, en sus respectivas fiestas; en efecto, en esos días los miembros de cada orden cantan la misa en las iglesia de los de la otra y se reúnen «para comer el pan que no ha faltado en siete siglos». Algunos autores han comparado a santo Domingo con san Francisco; pero la comparación es poco inteligente, ya que ambos santos se completan y corrigen el uno al otro, y los únicos puntos que tienen en común, son la fe, cl celo y la caridad.

El 13 de agosto de 1217, los frailes predicadores se reunieron con el fundador en Prouille. Santo Domingo les dio instrucciones sobre la manera de predicar y enseñar y los exhortó a estudiar sin descanso; sobre todo, les recordó que su principal obligación era la santificación propia y que estaban llamados a proseguir la obra de los Apóstoles para establecer en el mundo el reino de Cristo. También les habló de la humildad, de la desconfianza en sí mismos y de la confianza en Dios; en esa forma serían capaces de superar todas las aflicciones y persecuciones, y de pelear la gran batalla contra el mundo y los poderes del infierno. Con gran sorpresa de todos, pues la herejía había ganado terreno en el sitio en que se encontraban, santo Domingo dispersó a sus hermanos el día de la Asunción en todas direcciones, diciéndoles: «Tened confianza en mí. Yo sé lo que hago. Nuestra obligación no es almacenar la semilla, sino sembrarla». Cuatro de los frailes partieron a España, siete a París, dos volvieron a Toulouse, dos permanecieron en Prouille y el fundador se dirigió a Roma en el mes de diciembre. Santo Domingo tenía la intención de renunciar a su papel en la naciente orden e ir a predicar el Evangelio a los tártaros, pero Dios iba a disponer las cosas de otro modo.

Cuando santo Domingo llegó a Roma, el Papa le confió la Iglesia de San Sixto. Al mismo tiempo que fundaba allí un convento, enseñaba teología; su predicación en San Pedro llamó la atención de la multitud. En aquella época, la mayoría de las religiosas de Roma no observaban la clausura y vivían sin reglas, unas en pequeños conventos y otras en casa de sus padres o amigos. Inocencio III había intentado varias veces reunir a todas las religiosas dispersas en un convento de clausura, pero no lo había logrado. Así pues, encargó a santo Domingo de llevar a cabo esa reforma y así lo hizo éste. Cedió a las religiosas su propio monasterio de San Sixto, que acababa de construir; el Papa le dio, en cambio para sus frailes una casa en el Aventino y la iglesia de Santa Sabina. Se cuenta que el Miércoles de Ceniza de 1218, la abadesa y las religiosas que iban a transladarse al convento de San Sixto, se hallaban en la casa capitular con santo Domingo y tres cardenales, cuando un mensajero les llevó la noticia de que un joven, Napoleón, sobrino del cardenal Stephen, acababa de matarse al caer del caballo. Santo Domingo ordenó que transportasen el cadáver a la casa capitular y pidió al hermano Tancredo que prepararse el altar para la misa. Los cardenales y sus comitivas, la abadesa y sus monjas, los frailes y una gran multitud que se había reunido, se dirigieron a la iglesia. Al terminar la celebración del santo sacrificio, santo Domingo enderezó un tanto los maltrechos miembros del cadáver, se arrodilló a orar e hizo la señal de la cruz sobre el muerto. En seguida, levantó las manos al cielo y exclamó: «Napoleón, en el nombre de Nuestro Señor Jesucrito te mando que te levantes». El joven resucitó al punto, sin una sola herida, en presencia de la multitud.

Como fray Mateo de Francia había tenido éxito en la fundación de una casa de la orden en la Universidad de París, santo Domingo envió a algunos de sus hermanos a la Universidad de Bolonia, donde el beato Reginaldo de Orléans llevó a cabo la fundación de uno de los más famosos conventos de la orden. Entre 1218 y 1219, el fundador viajó por España, Francia e Italia, fundando conventos. En el verano de 1219, llegó a Bolonia, donde estableció su residencia habitual hasta el fin de su vida. En 1220, Honorio III confirmó al santo en el cargo de superior general. En Pentecostés de ese mismo año, se reunió el primer capítulo general de la orden, en Bolonia; en él se redactaron las constituciones definitivas, que hicieron de la Orden de Predicadores «la más perfecta de las organizaciones monásticas que produjo la Edad Media» (Hauck): una orden religiosa en el sentido moderno de la palabra, donde la unidad es la orden y no el convento, cuyos miembros dependen de un superior general y cuyas reglas llevan la marca inconfundible del fundador, particularmente por lo que se refiere a la capacidad de adaptación y a la supresión de la propiedad.

Santo Domingo predicaba en todos los sitios por donde pasaba y oraba constantemente por la conversión de los infieles y de los pecadores. Si tal hubiese sido la voluntad de Dios, el santo habría querido verter su sangre por Cristo e ir a predicar a los bárbaros la buena nueva del Evangelio. Por ello, hizo del ministerio de la palabra el fin principal de su institución. Quería que todos sus religiosos se entregasen a la predicación, cada uno según su capacidad, y que los que tenían especial talento de predicadores sólo interrumpiesen el ministerio para retirarse, de cuando en cuando, a predicarse a sí mismos en la soledad y el silencio. La vocación dominicana consiste en «compartir con los demás el fruto de la contemplación». Esa es la razón por la cual los miembros de la orden se preparan largamente, mediante la práctica de la oración, de la humildad, de la abnegación y de la obediencia. Santo Domingo repetía frecuentemente: «Quien domina sus pasiones es amo del mundo. Quien no las domina se convierte en su esclavo. Más vale ser martillo que yunque». Santo Domingo enseñó a sus misioneros a hablar directamente al corazón, mediante la práctica de la caridad. Alguien le preguntó una vez en qué libro había preparado el sermón que acababa de predicar: «En el libro del amor», respondió el fundador. La cultura, la enseñanza y el estudio de la Biblia fueron, desde el primer momento, elementos esenciales de la orden; nada tiene de extraño que los dominicos se hayan distinguido en el trabajo intelectual, ni que haya llamado al fundador «el primer Ministro de Instrucción Pública en la Europa moderna». El espíritu de oración y recogimiento es otra de las características de los dominicos, como lo fue de santo Domingo, quien pedía incesantemente a Dios que le concediese el verdadero amor del prójimo y la capacidad de ayudar a los otros. El santo exigía inflexiblemente el cumplimiento de las reglas que había impuesto. Al llegar a Bolonia, en 1220 advirtió en el convento que se edificaba, cierta elegancia que cuadraba mal con el espíritu de pobreza de la orden; sin vacilar un instante, mandó que se detuviese la construcción. Gracias a ese enérgico espíritu de disciplina, la orden se extendió rápidamente. En 1221, cuando se reunió el segundo capítulo general, había ya unos sesenta conventos, distribuidos en ocho provincias; los dominicos habían llegado ya a Polonia, Escandinavia, Palestina y el hermano Gilberto con otros doce frailes habían fundado las casa de Canterbury, Londres y Oxford. La Orden de Predicadores se halla actualmente establecida en todo el mundo.

Al terminar el segundo capítulo general, Santo Domingo fue a visitar al cardenal Ugolino en Venecia. A la vuelta de ese viaje, se sintió enfermo y fue iransladado al campo para que respirase un aire más puro, pero, ya había comprendido que se aproximaba la hora de su muerte. Habló a sus hermanos acerca de la belleza de la castidad. Como no poseía bienes temporales, redactó su testamento en estos términos: «Hijos míos muy queridos, he aquí mi herencia: conservad la caridad entre vosotros, permaneced humildes y observad voluntariamente la pobreza». Después de exhortar largamente a sus hijos a la pobreza, el santo pidió que le transladasen de nuevo a Bolonia, porque deseaba per sepultado «bajo los pies de sus hermanos». Los frailes del convento de Bolonia se reunieron a rezar las oraciones por los agonizantes en torno al fundador y, al llegar al «subvenite», santo Domingo repitió esas hermosas palabras y exhaló el último suspiro. Era el atardecer del 6 de agosto de 1221; el santo tenía cincuenta y dos años. Su muerte fue un ejemplo de la pobreza de la que había hablado poco antes a sus hermanos, puesto que expiró «en el lecho del hermano Moneta, ya que carecía de una cama propia, vestido con el hábito del hermano Moneta, porque no tenía otro para reemplazar el que había llevado durante tantos años». El beato Jordán de Sajoniahabía escrito en la vida del santo: «Lo único que podía turbar la serenidad de su alma era el sufrirniento ajeno. El rostro de un hombre revela si es feliz o no; el rostro anuble y transfigurado de gozo de Domingo revelaba la paz de su alma. Poseía tal bondad y tal deseo de ayudar al prójimo, que nadie escapaba a la fuerza de su encanto y cuantos le veían una vez le amaban para siempre». Al firmar el decreto de canonización de su amigo, en 1234, Gregorio IX (el tdrnul Ugolino) afirmó que estaba tan seguro de su santidad como de la de san Pedro y san Pablo.

La primera biografía de santo Domingo fue la que escribió el beato Jordán de Sajonia, quien le sucedió en el cargo de superior general. Existen, además, numerosos documentos biográficos relativamente antiguos. Sin entrar en detalles, baste con decir que los principales documentos se hallan reunidos en Acta Sanctorum, agosto, vol. II; en Scriptores O.P., de Quétif y Echard; y en Monumenta O.P. Historica, vols. XV y XVI. Tal vez la obra más importante sobre la vida de Santo Domingo es la de los padres Balme y Lelaidier, Cartulaire de Saint Dominique (1893-1901); se encontrarán ahí numerosos documentos eilustraciones. Desgraciadamente está obra termina con la vida del santo y no incluye los testimonios del proceso de canonización. Pero los testimonios de los frailes que habían conviviodo con él, tan eveladores del espíritu que le animaba, pueden verse en Acta Sancta Sanctorum y otras obras.

Disciplina de nuestro Padre Domingo.



“Con esta mira prescribe la Iglesia, ciertos días, el ayuno y la abstinencia; y los fundadores de Órdenes religiosas han establecido austeridades especiales: vigilia perpetua, levantarse de noche, la disciplina. Los santos echaron mano de estos rigores para mejor practicar la más perfecta castidad. Santo Domingo se disciplinaba tres veces cada noche: una, en expiación de sus propias faltas; otras, por las de los pecadores; la tercera, por las almas del purgatorio. La noche la consagraba a la oración y a la penitencia; dormía poco, y rara vez antes de los Maitines, y ya no se volvía a acostar. Iba, en la iglesia, de un altar a otro, rezando, ya de rodillas, con los brazos en cruz, o bien inclinado y postrado en tierra. Cuando el sueño le dominaba, se acostaba sobre una escalera o apoyaba su cabeza contra un altar. Esta personal inmolación era en su vida el acompañamiento del Sacrificio de la Misa.

Tal tenor de vida supone sin duda gracias extraordinarias; mas hay ciertas austeridades que todos podemos practicar, en vez de buscar nuestras propias comodidades. Por ej., la costumbre de hacer la disciplina preserva de muchas faltas, mantiene en nuestras almas el amor de la austeridad, expía no pocas negligencias, y nos ayuda a librar a las almas de las ligaduras que las atan al mal. La observancia en una Orden religiosa es algo así como la corteza del árbol; si a un vigoroso roble le quitáis la corteza, la savia deja de circular y el árbol muere. Los santos decían: «Si mitigáis la observancia, rebajaréis los espíritus», que perderán sus ardores para caminar con ímpetu en el camino de la perfección”.

(“La tres edades de la vida interior”, cap 7, Segunda Parte, Fray Reginald Garrigou-Lagrange OP).

(Imagen: “Domingo penitente” de Luis Tristán)

Santo Domingo, Confesor


Trad. Eccli. 15, 5

En medio de la iglesia abrió su boca, y el Señor lo llenó del espíritu de sabiduría y de entendimiento, y lo revistió de un manto de gloria. Sal. Ib. 6 Lo enriqueció de alegría y exultación.

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Dice el Martirologio Romano del 6 de agosto: "En Bolonia, el tránsito de santo Domingo, Confesor, que fue Fundador de la Orden de Frailes Predicadores. Este varón, muy esclarecido en santidad y doctrina, conservó sin mancilla perpetua virginidad, y por la singular gracia de sus méritos resucitó tres muertos; y habiendo con su predicación reprimido las herejías e instruido a muchísimos para la vida religiosa y piadosa, descansó en paz. Su fiesta se celebra el día 4 de Agosto por una constitución del Papa Paulo IV" (En el rito Romano Ordinario según el calendario reformado se celebra el 8 de Agosto).

El rito dominicano


En un principio cada convento de la Orden de Predicadores utilizaba los breviarios y misales locales. Pero en los capítulos generales, cuando se reunían frailes de las diversas provincias, se plasmaba la dificultad de esa diversidad litúrgica dentro de la Orden.

A causa de esto, se inició un proceso de unificación litúrgica en 1224. En 1254 el maestro de la Orden, Humberto de Romans, se hace cargo personalmente de la unificación definitiva de la liturgia de la Orden. En 1267 el papa Clemente IV aprueba los libros litúrgicos dominicanos.

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Aquí se puede descargar o escuchar el introito de la fiesta de Santo Domingo cantado por dominicos norteamericanos según el Gradual propio de la Orden.

Fuente: saeculorumamen.blogspot.mx