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Apostolado en el hogar

Resultado de imagen para el hogar cristiano

En su libro ¡Levantaos! ¡Vamos! El Papa Juan Pablo II escribe: “el deseo de santidad se desarrolla mucho mejor cuando encuentra a su alrededor el clima favorable de una buena familia. ¡Qué importante es el ambiente familiar! Los santos generan y forman santos” (p. 96). Y continúa su libro ¡Levantaos! ¡Vamos!: “Los laicos pueden realizar su vocación en el mundo y alcanzar la santidad no solamente comprometiéndose activamente a favor de los pobres y los necesitados, sino también animando con espíritu cristiano la sociedad mediante el cumplimiento de sus deberes profesionales y con el testimonio de una vida familiar ejemplar. No pienso sólo en los que ocupan puestos de primer plano en la vida de la sociedad, sino en todos los que saben transformar en oración su vida cotidiana, poniendo a Cristo en el centro de su actividad. Él será quien atraiga a todos a sí, “saciando su hambre y sed de justicia” (Mt 5,6)” (p. 107).  

En el Encuentro Internacional sobre Afectividad (19-21 de mayo del 2006),José Antonio Alcázar Cano decía: es un error pensar con el corazón, hay que pensar con la cabeza y educar el corazón. La educación de la voluntad está en las virtudes básicas: la fortaleza y el autodominio.  

Si los hijos no hacen cosas buenas, nunca serán buenos. José Antonio Alcázar Cano seguía: Hay una cosmética de virtudes, en vez de una ética de la virtud.
  
¿Cómo consigo hijos fuertes? Lo lograré si hacen lo que tienen que hacer a pesar de que no les apetezca. Que estudien con o sin ganas, que coman de todo. A veces algún hijo puede decirte:

—No como porque vomito.
—Vomita. La casa es nuestra. Comerás menos, despacio o renegando, pero has de comer.  

Que los hijos se acostumbren a hacer el bien para después saborear los frutos del bien. Es bueno que se sientan bien si hicieron el bien, y que se sientan mal cuando hicieron el mal. Eso sí, acompañarlos, fomentar el encuentro personal con cada hijo.  

— Fulano vive con su novia.
— ¿No estará estropeando su historia de amor?
— ¿Por qué hago mal?— Saber razonarle el por qué de sus principios.

Al hijo varón, sobre todo, hay que enseñarle a expresar lo que siente. La mujer se entrena a ello desde chiquita.  

Objetivos:

  • Enseñar a conocerse
  • Enseñar a reconocer los sentimientos de los demás
  • Enseñar a expresar sus emociones.
Medios:

Juego y cuentos, historias, dramatizaciones, convivencia familiar.  

Hay jóvenes que se enfrentan a la droga porque no saben cómo decir que no; no saben expresarse. Dar la formación con gradualidad y con orden.  

Esta generación tiene que reinventar la orientación familiar. Hace falta una movilización pues nos estamos jugando el futuro de nuestra juventud. Estamos en un momento en que la gente de bien debe proponerse hacer algo. Si te sale mal, no te preocupes, al segundo intento lo harás mejor. 

En Los colegios, dar a la gente permiso para equivocarse. Así las cosas salen mejor.  

Hemos descubierto la educación de las virtudes, de nombre. Las virtudes no se adquieren por repetición de charlas, sino de actos. La educación del corazón es más compleja. Preguntaba un señor:

— ¿Cómo le puedo decir a mi hijo lo mucho que lo quiero?
— ¡Dícelo y ya!
— Me da vergüenza.

Hay que dejar que exponga lo que trae en su corazón.  

Un experto europeo, Jokin de Irala, decía: “Ha habido una información sexual indiscriminada cuando ha habido poca formación en la afectividad, por eso se ha elevado el índice de embarazo adolescente. La educación sexual sin valores es una invitación a experimentar. Es un problema serio de educación pública. La educación sexual se debe integrar con la educación de la afectividad”. 

Los medios de comunicación social conforman una manera de ver la vida, y la conforman a través de los sentidos. Esta intensa comunicación genera generaciones que se centran en lo sensorial. Se está perdiendo la capacidad de asombro. Y esto tiene mucho que ver con la felicidad. Los efectos negativos de ver mucha TV son: se pierde capacidad de asombro (se trivializa el crimen). Se pierde contacto con la realidad (se pierde la proporción y hay confusión), y perdemos contacto con nosotros mismos: hay vacío existencial.(Josemaría Barnils). El periódico, la TV , la prensa, el mercado... invaden la vida cotidiana. El hogar no debe ser sólo un refugio sino el fuego de vitalización, dice Carlos Llano.  

Educar ha de ser una labor creadora y positiva, pues –como ha escrito C. S. Lewis–, el objetivo del educador no puede ser talar bosques, sino fertilizar desiertos.

Autora: Rebeca Reynaud  

12 pasos del obispo Schneider para sobrevivir como familia católica en un desierto herético

Schneider
Mientras la batalla para el alma misma de la familia y de todos sus miembros se intensifica en todo el mundo con el empuje hacia la anarquía sexual enmascarada como “educación”, la demolición de lo que es verdaderamente masculino y femenino en nombre de los “derechos de género” y la destrucción del matrimonio enmascarada como “igualdad”, un pastor que ha sufrido bajo el terror de un régimen comunista ha expuesto un plan de supervivencia para los padres católicos que viven en un ambiente laicista, relativista y hostil y que simplemente quieren educar a sus hijos para que se conviertan en futuros ciudadanos del cielo.
El obispo Athanasius Schneider de Kazajistán, en una entrevista exclusiva dada a LifeSiteNews a principios de este mes [marzo], ha dicho que los padres católicos deben tomarse en serio su “primer deber” de educar a sus hijos en la fe para conseguir superar las influencias negativas e incluso hostiles y destructivas que aprietan por todos lados.
En una entrevista de gran alcance sobre su experiencia de niño católico crecido bajo el comunismo, sus pensamientos sobre lo que significa ser una familia católica hoy, la enseñanza, las malas parroquias y las diócesis dirigidas por sacerdotes y obispos progresistas, además de sus opiniones sobre los fieles laicos deben afrontar las preocupaciones sobre el Papa Francisco, el obispo ha indicado doce pasos que los padres católicos deben adoptar para salvaguardar a sus propias familias y a sus propios hijos.
Mons. Schneider ha dicho que para sobrevivir en un desierto herético, los padres católicos deben:
  1. Ver las persecuciones como una gracia de Dios para ser purificados y reforzados, no simplemente como algo negativo.
  2. Arraigarse en la fe católica a través del estudio del Catecismo.
  3. Proteger la integridad de su propia familia por encima de todas las cosas.
  4. Catequizar a sus propios hijos como primer deber.
  5. Rezar cada día con sus propios hijos las letanías y el Rosario.
  6. Transformar la casa en una iglesia doméstica.
  7. En ausencia de un sacerdote y de la Misa Dominical, hacer la comunión espiritual.
  8. Sacar a su propia familia de una parroquia que difunde errores y frecuentar una parroquia fiel, aunque se deba ir lejos.
  9. Sacar a sus hijos de la escuela si encuentran peligros de inmoralidad en la educación sexual.
  10. Si no es posible sacar a sus hijos, crear una coalición de padres que luchen por este derecho.
  11. Luchar por los derechos de los padres utilizando los instrumentos democráticos a disposición.
  12. Estar preparados para la persecución en la tarea de proteger a sus hijos (véase el primer punto).
El obispo ha dicho que ser una “familia” católica en el verdadero sentido de la palabra es la clave para la supervivencia. (...)
******

Entrevista al obispo Athanasius Schneider en LifeSiteNews

LifeSiteNews: Las familias católicas están experimentando hoy un tipo de persecución. ¿Cómo hizo su familia para afrontar las persecuciones a pesar de vivir bajo un régimen comunista?
Obispo Athanasius Schneider: Diría que he tenido el privilegio de vivir en un tiempo de persecución de la fe y de la Iglesia, porque las persecuciones dan fundamento a toda la vida. Se trata de una gracia. Y por tanto, de algún modo, no querría caracterizar el tiempo de la persecución siempre negativamente. Dios se sirve de estas circunstancias de persecución en diversos grados para nuestro [bien], para purificar nuestra fe, para reforzarla. Es así que querría ver la persecución contra la familia proveniente de la sociedad moderna también como una posibilidad de purificación y de fortalecimiento.
Por mi experiencia en el tiempo de la persecución, fue de importancia fundamental la familia, la integridad de la familia, y el hecho de que ambos padres estén profundamente arraigados en la fe. Esto es más tarde transmitido a los hijos. Querría decir que los hijos deben recibir la fe como la leche de la madre. Y la primera tarea de los padres es la de transmitir a los hijos, de manera simple, la pureza, la belleza, la integridad de la fe católica.
Ante todo pienso que es importante que la madre o el padre impartan la primera catequesis a los hijos en la familia, en casa; no en la escuela o en la parroquia, sino en la familia. Esto no excluye naturalmente que se dé también ulteriormente -de otro modo- la catequesis en la parroquia. Pero en primer lugar en la familia. Y luego los padres deben rezar cada día en familia con sus hijos. Esta ha sido mi experiencia. Hemos rezado todos los días juntos. Por la mañana y por la noche, no mucho, pero al menos hemos rezado juntos.
LifeSiteNews: ¿Cuántos años tenía cuando sucedían estos hechos?
Obispo Athanasius Schneider: Alrededor de 12 años. El recuerdo es muy vivo. Por ejemplo, el Domingo, cuando no había sacerdotes -a veces pasaron años en los que no había sacerdotes, porque los sacerdotes estaban en la cárcel- venían a vernos en un gran secreto. Recuerdo estas visitas secretas de los sacerdotes. Era una gran fiesta. Pero teníamos que ser muy cautos porque estaba todo controlado por los servicios secretos. Por tanto, nuestros padres nos decían: “Calla, no rías, no llores, no grites”.
Cuando venía el sacerdote había un clima de gran reverencia. Ante todo estaba a disposición de las personas para la confesión, de todos, a veces incluso toda la noche. Y qué reverencia cuando había Santa Misa… Verdaderamente inolvidable. Recuerdo estos momentos.
Hemos visto en una sociedad en la que el ateísmo, bajo un régimen comunista, era difundido en la vida pública, en las escuelas. Pero gracias al hecho de que en la familia hemos estado arraigados en la oración y en la fe, eso no nos ha infectado. En la escuela, por ejemplo, teníamos una lección con el título “El ateísmo científico”. Nuestros padres, cuando éramos niños, nos decían: “Algunas palabras se oyen por una oreja y deben salir por la otra. No prestéis atención”. Y así, hemos obedecido a nuestros padres. A veces hemos tenido que tener cuidado de no ser provocadores sino prudentes.
Creo que esta sea hoy la principal tarea para las familias: establecer una cultura de iglesias domésticas.
El otro aspecto que mis padres me han enseñado es que los niños de fuera de nuestra casa, la gente, sabía que somos cristianos. [Mis padres habrían dicho] “Lo saben. Y por tanto, cuando estéis solos debéis comportaros mejor que los que no creen”. Debemos educar así hoy a nuestros hijos y jóvenes.
LifeSiteNews: ¿Cómo hizo su familia para afrontar el hecho de no poder participar en la Misa Dominical?
Obispo Athanasius Schneider: El Domingo nos reuníamos en una habitación, nos arrodillábamos -los padres y nosotros cuatro, los hijos- rezábamos oraciones simples como el Rosario, las letanías, y hacíamos la Comunión espiritual. Y estoy seguro de que el Señor ha visitado nuestras almas con las gracias de la Santa Comunión.
LifeSiteNews: Usted ha citado el papel de los padres en la educación de los hijos. Este es un tema importante para los padres en Occidente a causa del asalto de la educación sexual en las escuelas, que se impone a los niños, estén o no de acuerdo los padres. ¿Cómo deberían responder los padres?
Obispo Athanasius Schneider: Naturalmente [la educación] es el primer deber de los padres. Cuando la escuela imparte a sus hijos enseñanzas inmorales, deben sacarlos. Es su deber.
No se puede exponer a los hijos al peligro de la inmoralidad. Es imposible. Los padres católicos, al defender a sus propios hijos de esta inmoralidad, deben estar preparados a sufrir, sí, a soportar las consecuencias.
LifeSiteNews: ¿Qué deberían hacer los padres en los países donde es ilegal sacar a los hijos de la escuela?
Obispo Athanasius Schneider: Es una cuestión muy delicada, pero en este caso los padres católicos deben formar una especie de liga, una asociación -a nivel nacional- de manera que sean fuertes. [Deben] tener abogados y defenderse con cualquier medio democrático que esté a su disposición. Creo que es importante establecer una coalición de padres en este aspecto específico de la educación sexual para [garantizar] el derecho de sacar a sus hijos.
LifeSiteNews: ¿Qué deberían hacer los padres católicos cuando en una parroquia encuentran un sacerdote, o incluso un obispo, con un programa que difunde una enseñanza en contraste con la fe?
Obispo Athanasius Schneider: Los padres deben conocer muy bien su fe católica. Deben estudiar muy bien el Catecismo, porque el Catecismo es inmutable -es decir, en él encuentran la verdad. [Deben] estudiar el catecismo de sus padres y abuelos, que es muy simple y claro. Es la voz de Cristo y de la Iglesia de todos los tiempos. Deben estar arraigados con gran firmeza en la fe católica. Cuando los pastores o los miembros de la jerarquía contradigan la enseñanza de Cristo, la enseñanza del Magisterio perenne de la Iglesia, del Catecismo, se debe sacar a los hijos de estas iglesias y no frecuentarlas, aunque cueste recorrer 100 km [para frecuentar una iglesia fiel].
Cuando vivíamos en la Unión Soviética -cuando gracias a Dios nos hemos mudado a otro lugar en Estonia- teníamos allí una iglesia católica y un sacerdote en un radio de 100 km. Y nuestros padres han dicho: “¡Oh, qué afortunados somos! Está tan cerca. ¡Una iglesia a 100 km! Hemos estado muchos años sin sacerdote y sin Misa. ¡Ahora debemos ir sólo a 100 km! ¡Qué felicidad!”.
Pienso que en el mundo occidental, en los Estados Unidos, quizá es posible encontrar una iglesia a menos de 100 km en la cual haya un buen sacerdote. Por tanto, evítense las iglesias [en las que es predicado el error]. [Estos lugares] están destruyendo la fe de la gente. Estas iglesias están destruyendo. Debemos evitarlas. [Estas personas] son traidores de la fe, aunque tengan el título de sacerdote u obispo.
LifeSiteNews: Los fieles católicos, que aman al papa y no quieren dañar al papado, ¿podrían expresar preocupación por las declaraciones hechas por el Papa Francisco que no parecen en línea con la doctrina católica o sería mejor para ellos permanecer en silencio?
Obispo Athanasius Schneider: En la Iglesia no se vive en una dictadura. En una dictadura no se tiene el valor de contradecir al dictador. Pero cuando en la Iglesia se llega a una situación en la que los sacerdotes fieles y los obispos tienen miedo de hablar, como en una dictadura, esta no es la Iglesia. Esta no es la Iglesia del diálogo, de la colegialidad, de la familia. No. En una familia debe existir la posibilidad de intercambio de puntos de vista.
A veces también los buenos padres consienten expresarse a sus hijos que están creciendo. ¿Por qué no? Un buen padre acepta que un hijo suyo adulto diga “Padre, eso no es correcto”. A veces sucede.
Y así, el Santo Padre es nuestro padre. Y cuando dice a estos grupos: “No debéis hablar siempre de estas cosas” se puede decir con todo respeto: “Santo Padre, esta es una acusación injusta. Somos acusados injustamente. No vale la pena que usted vuelva cada vez, y siempre, a incidir en este punto. No hablamos siempre de esto. Hablamos del Evangelio, de la vida familiar, de la oración. Por tanto su juicio sobre nosotros es injusto. Su acusación es injusta. Y permítanos, de alguna manera, defendernos, y escuche nuestra voz”.
[Traducido por Marianus el Eremita. Artículo original.]
Fuente: adelantelafe.com/Hemos visto



El Papa en Tuxtla Gutiérrez: “que la Familia, no se pierda por la precariedad y la soledad”


Queridos Hermanos y Hermanas

Quiero dar gracias por estar en esta tierra chiapaneca. Es bueno estar en este suelo, es bueno estar en esta tierra, es bueno estar en este lugar que con ustedes tiene sabor a familia, a hogar. Gracias le doy a Dios por sus rostros y presencia, gracias doy a Dios por el palpitar de su presencia en sus familias. Gracias también a ustedes, familias y amigos, que nos han regalado sus testimonios, que nos han abierto las puertas de sus casas, de sus vidas; nos han permitido estar en sus «mesas» compartiendo el pan que los alimenta y el sudor frente a las dificultades cotidianas. El pan de las alegrías, de la esperanza, de los sueños y el sudor frente a las amarguras, la desilusión y las caídas. Gracias por permitirnos entrar en sus familias, en su mesa, en su hogar.

Manuel, gracias por tu testimonio y especialmente por tu ejemplo. Me gustó esa expresión que usaste:

 «Echarle ganas», como la actitud que tomaste después de hablar con tus padres. Comenzaste a echarle ganas a la vida, echarle ganas a tu familia, echar ganas entre tus amigos; y nos has echado ganas a nosotros aquí reunidos. Creo que es lo que el Espíritu Santo siempre quiere hacer en medio nuestro: echarnos ganas, regalarnos motivos para seguir apostando, soñando y construyendo una vida que tenga sabor a hogar, a familia.

Y es lo que el Padre Dios siempre ha soñado y por lo que desde tiempos lejanos ha peleado. Cuando parecía todo perdido esa tarde en el jardín del Edén, el Padre Dios le echó ganas a esa joven pareja y le dijo que no todo estaba perdido. Cuando el Pueblo de Israel sentía que no daba más en el camino por el desierto, el Padre Dios le echó ganas con el maná. Cuando llegó la plenitud de los tiempos, el Padre Dios le echó ganas a la humanidad para siempre dándonos a su Hijo.

De la misma manera, todos los que estamos acá hemos hecho experiencia de eso, en muchos momentos y de diferentes formas: el Padre Dios le ha echado ganas a nuestra vida. Podemos preguntarnos: ¿Por qué?

Porque no sabe hacer otra cosa. Él sabe echarnos ganas, ¿por qué? Porque su nombre es amor, su nombre es donación, su nombre es entrega, su nombre es misericordia. Eso nos lo ha manifestado con toda fuerza y claridad en Jesús, su Hijo, que se la jugó hasta el extremo para volver hacer posible el Reino de Dios. Un Reino que nos invita a participar de esa nueva lógica, que pone en movimiento una dinámica capaz de abrir los cielos, capaz de abrir nuestros corazones, nuestras mentes, nuestras manos y desafiarnos con nuevos horizontes. Un reino que sabe de familia, que sabe de vida compartida. En Jesús y con Jesús ese reino es posible. Él es capaz de transformar nuestras miradas, nuestras actitudes, nuestros sentimientos muchas veces aguados en vino de fiesta. Él es capaz de sanar nuestros corazones e invitarnos una y otra vez, setenta veces siete, a volver a empezar. Él es capaz de hacer siempre nuevas todas las cosas.

Me pediste, Manuel, que rezara por muchos adolescentes que están desanimados y en malos pasos. Muchos adolescentes sin ánimo, sin fuerza, sin ganas. Y, como bien dijiste, muchas veces esa actitud nace porque se sienten solos, porque no tienen con quien hablar. Y eso me recordó el testimonio que nos regaló Beatriz. Si mal no recuerdo, Beatriz, vos dijiste: «La lucha siempre ha sido difícil por la precariedad y la soledad». La precariedad, la escasez, el no tener muchas veces lo mínimo nos puede desesperar, nos puede hacer sentir una angustia fuerte ya que no sabemos cómo hacer para salir adelante y más cuando tenemos hijos a cargo. La precariedad no sólo amenaza el estómago (y eso es ya decir mucho), sino que puede amenazar el alma, nos puede desmotivar, sacar fuerza y tentar con caminos o alternativas de aparente solución, pero que al final no solucionan nada. Existe una precariedad que puede ser muy peligrosa, que se nos puede ir colando sin darnos cuenta, es la precariedad que nace de la soledad y el aislamiento. Y el aislamiento siempre es un mal consejero.
Ambos usaron sin darse cuenta la misma expresión, ambos nos muestran cómo muchas veces la mayor tentación a la que nos enfrentamos es «cortarnos solos» y lejos de «echarle ganas»; esa actitud es como una polilla que nos va secando el alma.

La forma de combatir esta precariedad y aislamiento, que nos deja vulnerables a tantas aparentes soluciones, se tiene que dar a distintos niveles. Una es por medio de legislaciones que protejan y garanticen los mínimos necesarios para que cada hogar y para que cada persona pueda desarrollarse por medio del estudio y un trabajo digno. Por otro lado, como bien lo resaltaba el testimonio de Humberto y Claudia cuando nos decían que buscaban la manera de transmitir el amor de Dios que habían experimentado en el servicio y en la entrega a los demás. Leyes y compromiso personal son un buen binomio para romper la espiral de la precariedad.

Hoy en día vemos y vivimos por distintos frentes cómo la familia está siendo debilitada, cuestionada. Cómo se cree que es un modelo que ya pasó y que no tiene espacio en nuestras sociedades que, bajo la pretensión de modernidad, propician cada vez más un modelo basado en el aislamiento.

Es cierto, vivir en familia no siempre es fácil, muchas veces es doloroso y fatigoso, pero creo que se puede aplicar a la familia lo que más de una vez he referido a la Iglesia: prefiero una familia herida, que intenta todos los días conjugar el amor, a una sociedad enferma por el encierro y la comodidad del miedo a amar. Prefiero una familia que una y otra vez intenta volver a empezar a una sociedad narcisista y obsesionada por el lujo y el confort. Prefiero una familia con rostro cansado por la entrega a rostros maquillados que no han sabido de ternura y compasión.

Me han pedido que rezara por ustedes y quiero empezar a hacerlo ahora mismo, con ustedes. Ustedes queridos mexicanos tienen un plus, corren con ventaja. Tienen a la madre: la Guadalupana quiso visitar estas tierras y eso nos da la certeza de tener su intercesión para que este sueño llamado familia no se pierda por la precariedad y la soledad. Ella está siempre dispuesta a defender nuestras familias, nuestro futuro; está siempre dispuesta a «echarle ganas» dándonos a su Hijo. Por eso, los invito a tomarnos las manos y decir juntos: Dios te salve María….

Fuente: Radio Vaticana

Convocatoria Encuentro Internacional IDYM y JMJ

Convocatoria Encuentro Internacional IDYM y JMJ

En el año 2016 estamos todos convocados a un nuevo Encuentro Internacional del IDYM. En esta ocasión y con motivo del Jubileo, nos reuniremos en los lugares dominicanos en los que se fundó la Orden de Predicadores: Fanjeaux, Prouilhe, Toulouse, Montreal, Carcassonne. Son los lugares que Santo Domingo pisó, en los que evangelizó y experimentó la necesidad de estructurar la Santa Predicación, a la que dedicó su vida.

 Siguiendo sus pasos, conoceremos los lugares y la historia de nuestros orígenes, pero sobre todo las motivaciones que había detrás y que nos ayudarán a profundizar en la esencia del carisma dominicano. Y que nos permitirán seguir desarrollandolo y darlo a conocer a otros.


Compartiremos lo que nos une como jóvenes dominicos, y disfrutaremos conociendo otras culturas y formas de ser Iglesia. Será también una oportunidad única para conocer a otros jóvenes y descubrir amigos y compañeros de fe de todo el mundo.


Fechas del Encuentro y de la Asamblea

 Las fechas del Encuentro son del 16 al 21 de Julio de 2016:

16: Día de llegada    
21: Día de salida

A lo largo del Encuentro visitaremos Fanjeaux, Prouilhe, Toulouse, y Carcassonne descubriendo los lugares dominicanos más relevantes y su patrimonio cultural y artístico, por no hablar de su naturaleza y sus bellos paisajes. Seguro que te sorprenderán.

Las fechas de la Asamblea son del 21 al 24 de Julio de 2016:    

21: Día de inicio    

24: Día de salida


Coste y que incluye

El coste total es de 180€ por persona. Incluye todos los gastos de alojamiento, comidas, desplazamientos, entradas y traductores durante el Encuentro. Así mismo incluye los costes para todos los representantes que participan en la Asamblea, de modo que no les suponga un coste adicional. Los días anteriores y posteriores al Encuentro y Asamblea no quedan cubiertos en este coste. Los participantes que deseen quedarse en Toulouse durante la Asamblea pueden hacerlo con un coste adicional de 17€/día que incluye alojamiento y comidas.

¿A quién va dirigido el Encuentro?

 La participación está abierta a todos los miembros del Movimiento Juvenil Dominicano de 18 años o más. Así mismo están invitados los jóvenes de grupos o movimientos de carisma dominicano o cercanos a este aunque no pertenezcan al MJD. También acogemos a aquellos grupos y a sus responsables, que quieran conocer más de cerca el IDYM. Los asesores religiosos y laicos de los grupos también están invitados a participar.

Participantes de la Asamblea

A la Asamblea están convocados de manera oficial 2 representantes por país, provincia o movimiento (depende de cada caso) que forme parte del IDYM.

También pueden solicitar su participación en la Asamblea como observadores (con voz, pero sin voto) los representantes de los movimientos que todavía no son oficialmente parte del IDYM y están interesados en ser parte activa.

 Preinscripción

Este formulario es para que el/la responsable de cada país, provincia o movimiento (depende de cada caso) indique el número de personas que acudirán de la misma. Deben asegurarse que cuentan en conjunto con los fondos necesarios o están en proceso de conseguirlo. La preinscripción está abierta hasta el 29 de Febrero o hasta completar las plazas disponibles. Durante Abril y Mayo se abrirá la inscripción definitiva.

Ir al formulario de preinscripción

La "falacia profunda" de la ideología de género

Texto de Benedicto XVI.


En esta frase de Benedicto XVI se observa la vinculación entre ideología de género y pretensión gnóstica es decir intento del hombre de definirse a si mismo o mejor de "crearse" a sí mismo.



El gran rabino de Francia, Gilles Bernheim, en un tratado cuidadosamente documentado y profundamente conmovedor, ha mostrado que el atentado, al que hoy estamos expuestos, a la auténtica forma de la familia, compuesta por padre, madre e hijo, tiene una dimensión aún más profunda. Si hasta ahora habíamos visto como causa de la crisis de la familia un malentendido de la esencia de la libertad humana, ahora se ve claro que aquí está en juego la visión del ser mismo, de lo que significa realmente ser hombres. Cita una afirmación que se ha hecho famosa de Simone de Beauvoir: «Mujer no se nace, se hace» (“On ne naît pas femme, on le devient”)En estas palabras se expresa la base de lo que hoy se presenta bajo el lema «gender» como una nueva filosofía de la sexualidad. Según esta filosofía, el sexo ya no es un dato originario de la naturaleza, que el hombre debe aceptar y llenar personalmente de sentido, sino un papel social del que se decide autónomamente, mientras que hasta ahora era la sociedad la que decidía. La falacia profunda de esta teoría y de la revolución antropológica que subyace en ella es evidente. El hombre niega tener una naturaleza preconstituida por su corporeidad, que caracteriza al ser humano. Niega la propia naturaleza y decide que ésta no se le ha dado como hecho preestablecido, sino que es él mismo quien se la debe crear. Según el relato bíblico de la creación, el haber sido creada por Dios como varón y mujer pertenece a la esencia de la criatura humana. Esta dualidad es esencial para el ser humano, tal como Dios la ha dado. 

Precisamente esta dualidad como dato originario es lo que se impugna. Ya no es válido lo que leemos en el relato de la creación: «Hombre y mujer los creó» (Gn 1,27). No, lo que vale ahora es que no ha sido Él quien los creó varón o mujer, sino que hasta ahora ha sido la sociedad la que lo ha determinado, y ahora somos nosotros mismos quienes hemos de decidir sobre esto. Hombre y mujer como realidad de la creación, como naturaleza de la persona humana, ya no existen. El hombre niega su propia naturaleza. Ahora él es sólo espíritu y voluntad. 

La manipulación de la naturaleza, que hoy deploramos por lo que se refiere al medio ambiente, se convierte aquí en la opción de fondo del hombre respecto a sí mismo. En la actualidad, existe sólo el hombre en abstracto, que después elige para sí mismo, autónomamente, una u otra cosa como naturaleza suya. Se niega a hombres y mujeres su exigencia creacional de ser formas de la persona humana que se integran mutuamente. Ahora bien, si no existe la dualidad de hombre y mujer como dato de la creación, entonces tampoco existe la familia como realidad preestablecida por la creación. Pero, en este caso, también la prole ha perdido el puesto que hasta ahora le correspondía y la particular dignidad que le es propia. Bernheim muestra cómo ésta, de sujeto jurídico de por sí, se convierte ahora necesariamente en objeto, al cual se tiene derecho y que, como objeto de un derecho, se puede adquirir. Allí donde la libertad de hacer se convierte en libertad de hacerse por uno mismo, se llega necesariamente a negar al Creador mismo y, con ello, también el hombre como criatura de Dios, como imagen de Dios, queda finalmente degradado en la esencia de su ser. En la lucha por la familia está en juego el hombre mismo. Y se hace evidente que, cuando se niega a Dios, se disuelve también la dignidad del hombre. Quien defiende a Dios, defiende al hombre”.


 Jóse Miguel Serrano Ruiz=Calderón

Publicado por Silvia S.A.


ORAR POR LA ORDEN DE PREDICADORES


“No es tiempo de dormir, sino de rogar con solicitud al dulce español [santo Domingo] que no duerma en los asuntos de su Orden, que estuvo siempre para exaltación de la fe y ahora se ha convertido en contaminadora. Me lamento hasta la muerte. Ya no puedo sino terminar mi vida en llanto y grandísima aflicción” (Carta de Santa Catalina de Siena a Fray Raimundo de Capua, O.P. [carta: 344]).

(Imagen: Santa Catalina de Siena por Giambattista Tiepolo (1696-1770), Museo de Historia del Arte de Viena).

Traditio Spiritualis Sacri Ordinis Praedicatorum

Noviazgo Cristiano en un mundo super-sexualizado


EL NOVIAZGO: LA BÚSQUEDA DE UNA PROFUNDA AMISTAD COMO PREPARACIÓN DE UN POSIBLE MATRIMONIO

Noviazgo Cristiano en un mundo super-sexualizado
Resumen del libro del R. P. Thomas G. Morrow, S.T.D.


Para una pareja estadounidense, el clásico guión consiste en «salir» seriamente dos o tres veces por semana o más, acostarse juntos después de la tercera cita y contraer matrimonio al cabo de aproximadamente año y medio. La consecuencia es un 50% de divorcios, a menos que vivan juntos antes del matrimonio, en cuyo caso las posibilidades de divorcio llegan al 74%. Y esto, sin mencionar la elevada cifra de enfermedades venéreas (según los Centros de Prevención y Control de la Enfermedad, 65 millones de personas en USA padecen una enfermedad incurable de transmisión sexual), así como el maltrato a la mujer antes y durante el matrimonio.

Si quedas satisfecho con lo anterior, no creo que te guste este libro. Pero si crees que las cosas han ido mal durante los últimos cuarenta años, que el panorama de las «salidas» resulta un poco raro, y que necesitamos iniciar un nuevo sistema de noviazgo, este libro puede ser exactamente el que estás buscando.

Si crees que puedes encontrar algún remedio para la penosa situación que te hemos descrito, léelo pensando en Jesucristo y en su Iglesia. Sin embargo, he de advertirte que todo lo que encontrarás en él es un poco radical, tan radical como el Evangelio mismo. Es un libro destinado a los que quieren hacer las cosas como las haría Cristo, lo que es algo realmente radical (y siempre lo ha sido). No obstante, estoy seguro de que si llevas a cabo lo que está escrito aquí, serás feliz en esta vida y en la otra.

¿UN CURA HABLANDO DEL NOVIAZGO?

Salíamos juntos durante casi un año, en realidad desde que nos conocimos. Tenía el pelo negro azulado, oscuros ojos irlandeses y era alegre y piadosa, de una personalidad chispeante. Llamémosla Judy McIntyre. Hablábamos con frecuencia de la posibilidad de casarnos, así que lo que le dije aquel día debió sorprenderla.

«Judy -le dije-, no tiene sentido que continuemos nuestra relación».
«¿Por qué?» -respondió decepcionada.
«Porque voy a ser sacerdote».

Así, a la edad de seis años, terminó mi primer gran romance. Estaba seguro de que Dios me llamaba al sacerdocio. Judy y yo estábamos en primaria, en la Escuela de San Gabriel de Riverdale, New York, y, mirando hacia atrás, creo que éramos bastante precoces.

Mantuve este propósito a lo largo de los nueve años siguientes, optando por estudiar latín en los dos primeros años de escuela secundaria, con objeto de prepararme para el sacerdocio. Entonces, descubrí las chicas. Jugueteé con la idea de casarme y convertirme en sacerdote de rito oriental pero, por fin, abandoné definitivamente el sacerdocio.

Así, aunque en secundaria y en el instituto salía con chicas de vez en cuando, en segundo empecé a hacerlo con mayor frecuencia, con la perspectiva del matrimonio en el fondo de la mente. Tuve mi primer gran amor en el colegio (o el segundo, con el debido respeto a Judy). Se trataba de una californiana rubia, con una personalidad deliciosa, y católica, aunque sólo marginalmente. Después de salir juntos durante varios meses, se enamoró de otro estudiante con el que terminó casándose.
Luego apareció Sally en Los Ángeles, donde yo había ido a trabajar como ingeniero después de la universidad. Otra rubia, que contaba con el atractivo añadido de ser una católica practicante. Las cosas iban a las mil maravillas hasta que, unos meses después, prefirió a un amigo por correspondencia que había regresado de su destino en el ejército y que la conquistó plenamente.

Por último, está Mary, de Belmont, Massachussets, a la que conocí cuando trabajaba en las afueras de Boston. Procedía de una encantadora y piadosa familia católica y también ella lo era. Contestó a mi proposición con un «probablemente» que me llenó de grandes esperanzas, porque mi madre había respondido así a mi padre cuando le preguntó lo mismo. Sin embargo, el «probablemente» de Mary no era tan seguro como el de mi madre. Muy a mi pesar, se casó finalmente con un novio anterior.
Desde los 18 años hasta los 33 procuré vivir castamente, y aunque salía con católicas, me citaba frecuentemente con no-católicas con la insensata esperanza de resolver nuestras diferencias religiosas antes del matrimonio. En aquella época, me entristecía el hecho de que hubiera en la Iglesia muy pocos grupos donde conocer a una católica alegre y buena. Me propuse aprovechar la primera oportunidad para ayudar a los católicos solteros a vivir castamente y a conocer a otros con el mismo ideal.

A los 31 años empecé a rezar fervorosamente por mi vocación. En lugar de rezar un rosario diario, como hacía desde los 14 años, empecé a rezar dos. Continuaba preguntándome lo que el Señor deseaba hacer con mi vida, dispuesto a todo. A los 33 años, justamente un año después de cortar con Mary, sentí una fuerte llamada al sacerdocio. Todos mis planes de matrimonio se desvanecieron y me invadió una felicidad enorme.

En 1977 entré en el Seminario de San Carlos, de Filadelfia, y en 1982 fui ordenado para la Archidiócesis de Washington. En mis destinos en distintas parroquias me convertí en el capellán de grupos de jóvenes, pero mi esfuerzo resultaba inútil. En 1991 me trasladé a la catedral de San Mateo y allí me encontré con un grupo parecido de jóvenes: un grupo reducido y callado.
Una tarde, estudiando posibles iniciativas, les propuse un taller sobre «relaciones cristianas en un mundo super-sexualizado». Yo había observado que muchos jóvenes venían a rezar y a confesar en la Misa del domingo y también a diario. Era probable que, con un buen programa, el proyecto interesara a un buen grupo de gente joven. Los ocho que me escuchaban respondieron con gran entusiasmo.

Preparamos entre todos un programa basado en la Sagrada Escritura, la Declaración de la Ética Sexual de la Iglesia del año 1975, Los Cuatro amores, de C.S. Lewis y Amor y Responsabilidad de Juan Pablo II. Hicimos algunos folletos en cuya portada aparecía una pareja de aspecto feliz y los llevamos a todas las parroquias que se nos ocurrieron. El programa se desarrollaría durante tres viernes consecutivos, inmediatamente después del trabajo, y con pizza en el intermedio.

Continuamos el otoño siguiente con una charla mensual sobre la fe, y repetimos las reuniones en un local más grande que atrajo la participación de 115 personas por semana. Mantuvimos el mismo seminario durante años, con un rendimiento parecido.

Aquellos jóvenes estaban encantados de que alguien les hablara de castidad y deseaban conocer a otros con ideas similares. Mencioné la posibilidad de crear grupos de solteros de un solo sexo. Les comenté que, cuando era un joven bachiller en Los Ángeles, fui invitado a una cita a ciegas en un baile de «solteronas». Aquellas mujeres, que eran todo menos solteronas, habían organizado su propio grupo para crear un estilo personal de vida social.

Nadie mostró entusiasmo ante esta última sugerencia. Sin embargo, varios meses después mencioné la idea a dos mujeres jóvenes que acudieron solicitando dirección espiritual, y decidieron poner en práctica esta iniciativa pocas semanas después. Yo abordaba a toda joven piadosa que veía en Misa o en las charlas mensuales, invitándola a unirse a nuestro grupo. Con el tiempo, se celebró el primer encuentro al que asistieron unas diez jóvenes. Nos reuníamos mensualmente para rezar el rosario, charlar y discutir sobre temas religiosos.

Tres años después, los jóvenes crearon la contrapartida, con la callada esperanza de mezclarse socialmente de vez en cuando con el grupo de mujeres.

Dos de ellas se mostraban preocupadas por mi insistencia en incluir el tema de la castidad como parte del programa. Estaban seguras de que no funcionaría, pues veían difícil encontrar hombres que se interesaran por la cuestión.

Un año después me recordaban esta conversación, riéndose de su propio escepticismo. Había funcionado. De hecho, si no hubiéramos hablado de castidad el proyecto habría fracasado. Más tarde, una de ellas me dijo: «Padre, yo siempre he querido vivir así, pero no sabía cómo. Esta es la época más feliz de mi vida».

Pero vuelvo a la pregunta inicial: ¿Qué hace un cura hablando
de castidad?

En primer lugar, tengo una cierta experiencia personal. Por otra parte, muchos me han pedido que escriba sobre unos seminarios que dirigí en Washington. En tercer lugar, al haber trabajado estrechamente con jóvenes desde 1992, tengo la certeza de que un noviazgo cristiano es posible. Me entusiasma ver a tantos católicos maravillosos -muchos han llegado a ser amigos queridos- que han triunfado viviendo su fe y casándose bien. Por fin, decidí escribir mis conclusiones, con el fin de ayudar a jóvenes católicos a sobrevivir alegremente en medio de la revolución postsexual.

CAPITULO II
ENTENDER EL AMOR [1]

En mi último año de Teología en el seminario, asistí a una clase llamada «Seminario inter-seminario», donde participaban otros estudiantes de seminarios cercanos. Se trataba de estudiar los diferentes puntos de vista teológicos sobre nuestra fe. Nunca olvidaré el día en que correspondía hablar sobre el amor, y un seminarista afirmó que no había posibilidad de que Dios nos mandara amar [2], pues el amor es un sentimiento y no se puede programar: tiene que llegar. En su atrevimiento negaba la validez de la Sagrada Escritura y comitia un grave error ante los dos grandes mandamientos de Jesús, confundiendo amor y sentimiento. El amor del que habla Jesús es un amor deseado, no el amor que se siente. Afortunadamente, tenía muy reciente la lectura de Los cuatro amores, de C. S. Lewis.

Entonces descubrí la confusión que en este sentido existe entre los anglo-parlantes. Detecté la misma confusión el día en que, charlando con una feligresa, me dijo que ya no amaba a su marido. Le pregunté si le preocupaba el bien de su marido y me respondió que así era.

«Entonces, le amas -le dije-. Ese es el amor que prometiste el día de tu boda, no un sentimiento romántico. Decírselo es el primer modo de manifestarlo».

«Llevo mucho tiempo sin decirle que le quiero», admitió ella.
«Bien, ¿y no crees que deberías hacerlo? Después de todo, prometiste amarle durante toda vuestra vida».
«No sé si seré capaz de hacerlo ahora», contestó.

Era patente que él la había hecho sufrir durante mucho tiempo. Antes de decirle aquello, ella aguardaba la llegada de ese sentimiento de amor. Es curioso el hecho de que las parejas vuelven a amarse solo cuando se lo dicen, y entonces las cosas funcionan de nuevo.

Con objeto de comprender el noviazgo cristiano, tratemos de eliminar la indefinición con la que el idioma inglés se refiere a los significados de la palabra amor. En griego hay cuatro palabras distintas para referirse a él:

- ágape se suele traducir por «amor divino» porque expresa el amor sacrificial de Dios por la humanidad;
- philia, por amistad, llamada algunas veces «amor fraterno»;
- storge se traduce por afecto, y suele llamarse amor familiar;
- eros, la cuarta, por amor sensual.

Como he mencionado anteriormente, C.S. Lewis escribió una explicación clásica de estas cuatro dinámicas de amor, alguna de las cuales emplearé como punto de partida.

«AGAPE» (AMOR DIVINO)

El amor que un hombre y una mujer se prometen mutuamente el día de su boda es un amor divino, al que los griegos llamaban agape. Es el más importante de los cuatro, pues es la condición para la salvación: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas y con toda tu mente...» (Lc 10, 27). La palabra griega emplea da aquí es agapao, derivada de agape. Por tratarse de un mandamiento, ha de ser un acto voluntario, no un sentimiento. Podríamos definirlo como la entrega incondicional de uno mismo por el bien de la persona amada.

Si amas de este modo, entregarás tu tiempo, tu dinero, tu trabajo, todo lo que tienes, por aquel que amas. Pero no lo entregues indiscriminadamente: entrégalo solo por el bien de la persona amada. Entregarse para complacer al otro no siempre es amor divino, ya que lo que agrada no es necesariamente lo que es bueno.

El padre que dice «no» al hijo que le pide un Mercedes al cumplir los dieciséis años, le está demostrando su amor. La joven que dice «no» a su novio, cuando le pide una relación deshonesta, le está demostrando su amor. Los padres que se niegan a alojar al hijo traficante de droga le están demostrando «amor recio». Dios nos demuestra «amor recio» cuando nos desviamos de su camino y parece que nuestra vida se desmorona.

Aquí no hay lugar para condiciones: «si te portas bien», «si continúas complaciéndome», «si no engordas». Los padres han de amar a sus hijos de modo incondicional, siempre dispuestos a luchar por su bien, tanto si les gusta como si no.

No gustamos mucho a Dios cuando pecamos, pero siempre nos aceptará cuando volvamos, porque es un Dios de amor. Su interés por nuestro bien no admite condiciones, y confía en que le amemos del mismo modo.

Agape se expresa generalmente de un modo silencioso y duradero, sin mucho espectáculo. Cincuenta años lavando la ropa de la familia; cuarenta años atendiendo a los enfermos o a los moribundos; décadas de pequeños sacrificios por el esposo y por los hijos; una vida entera entregada a la oración y a enseñar a los hijos. Un amor así es menos apasionante, incluso el más aburrido de los amores, pero a la larga, el más profundo y gratificante.

Es lo mismo que regar un árbol; le echas agua y lo cuidas día tras día, semana tras semana, año tras año, y aparentemente no percibes su crecimiento. Un día, después de muchos años, el árbol florece y, por fin, da fruto. Sólo entonces, tras lo que parecía un esfuerzo inacabable, te das cuenta de que valía la pena. De hecho, este amor es lo único que puede realizarnos como personas. «El hombre -escribe Juan Pablo II en Redemptor hominis, 10- no puede vivir sin amor. Él permanece para sí mismo un ser incomprensible, su vida está privada de sentido si no se le revela el amor, si no se encuentra con el amor, si no lo experimenta y lo hace propio, si no participa en él vivamente».

Esta es la clase de amor agape de la esposa/o profundamente decepcionada, pero que supera esa situación intentando que reine la paz y se salve la relación. Podemos comprobarlo en los matrimonies que llevan casados más de veinticinco años. Juntos han pasado por los roces típicos de toda relación humana, entre pruebas y dificultades. Y ahora, como su amor era incondicional y capaz de mantenerse en pie cuando dejó de ser divertido, tienen algo especial. Ese matrimonio goza de cierta paz, de un resplandor especial: es el agape.

Una mujer me pidió que visitara a su marido, moribundo. Él la había abandonado años antes para irse con una mujer más joven. Más tarde le sobrevino un cáncer y su joven compañera se desentendió. Entonces, su esposa lo recogió y lo cuidó hasta su muerte: había comprendido el poder del amor de agape.

Aunque agape es un movimiento hacia fuera, una donación de uno mismo, los que aman de este modo suelen recibirlo también, de manera inesperada [3]. Por tanto, aunque la mayoría de las veces agape implica dar y también recibir, el deseo del cristiano insiste más en lo primero.

La expresión más profunda de este amor divino es «dar cuando duele». «Nadie tiene amor mayor que el que da la vida por sus amigos» (Jn 15, 13). Cristo predicó este amor y vivió y murió con él. Con su ayuda, también nosotros podemos vivir y morir con él.

AMOR CONYUGAL O AMOR DE ELECCIÓN
(UNA ESPECIE DE «AGAPE»)

La forma verbal agapao, suele usarse ocasionalmente en el Nuevo Testamento para referirse a una elección. Cristo dijo, «nadie puede servir a dos señores, porque o tendrá aversión a uno y amará al otro, o bien se allegará a uno y despreciará al otro» (Mt 6, 24). Es decir, deberá elegir entre uno y otro. Así que hay un amor que podría llamarse «amor de elección» o «agape de elección». Este es el amor que debemos a Dios, porque Él nos hizo elegirle sobre cualquier otro dios que pudiéramos fabricar. Nuestro amor a Dios debería tener cuatro características:

- perennidad, debe ser un compromiso eterno;
- exclusividad, no amaremos a otra persona como amamos a Dios, es decir, con todo nuestro corazón, alma y mente;
- publicidad, deberemos dar testimonio de este amor a los demás;
- fecundidad, deberá dar fruto por nuestra participación de la vida de Dios, la vida de la gracia.

Aunque este amor de elección es único, otro amor lo refleja como un espejo: el amor conyugal, que goza de las cuatro características. Perennidad, debe ser una entrega para toda la vida; exclusividad, cada uno tiene un solo cónyuge; publicidad, las parejas deben casarse en público y dar a conocer su compromiso viviéndolo en público; y fecundidad, en el sentido de que se ordena a engendrar nuevas vidas [4]. De este modo, el amor conyugal en el matrimonio simboliza ante el mundo el amor -esponsal- entre una persona y Dios [5].

Mientras el agape conyugal o de elección puede expresarse en cualquiera de los modos en que lo hace agape, hay un modo particular para ello: la comunión de los cuerpos. Con el Señor, esto implica la recepción de la Eucaristía. En el caso de los esposos, implica las relaciones conyugales.

La Eucaristía es, por supuesto, la coronación del compromiso de amar a Dios sobre todas las cosas, y una fuente de gracia para mantener ese compromiso. Christopher West plantea una analogía similar en Good News about Sex and Marriage: «¿Dónde nos hacemos una sola carne con Cristo? Esencialmente en la Eucaristía. La Eucaristía es la consumación sacramental del matrimonio entre Cristo y la Iglesia. Y cuando recibimos el cuerpo del esposo celestial en nuestro interior, concebimos, lo mismo que una esposa, una vida nueva en nosotros: la auténtica vida de Dios».

La intimidad sexual es el signo físico, sagrado, del agape conyugal del matrimonio. Y como tal, comparte las mismas cuatro características:

1. Perennidad: el acto sexual pide a gritos un mañana. Independientemente del acuerdo previo al que se haya llegado, si no existe un compromiso entre la pareja -el compromiso matrimonial-, más tarde sólo será un triste sentimiento.
2. Exclusividad: nadie realmente enamorado se encontraría cómodo compartiendo su compañero o compañera de sexo.
3. Publicidad: aunque el acto conyugal no tiene lugar en public (gracias a Dios), el marido y la esposa no ocultan el hecho de que duermen juntos.
4. Fecundidad: el acto, por su propia naturaleza, está ordenado a aceptar la procreación de una nueva vida. Los hijos son el fruto del amor conyugal y dan testimonio de ese amor por toda la eternidad.
¿Por qué hay tanto placer en el sexo? ¿Cuál es su finalidad? La razón más obvia del placer sexual es la de estimular la propagación de la raza humana. Sin embargo, esta no puede ser la única razón, ya que el acto sexual y el placer que lo acompaña son buenos y lícitos también durante las épocas en que la procreación es imposible (tras la menopausia, durante los períodos infértiles o en el caso de esterilidad, por ejemplo).

Por tanto, yo añadiría que el placer sexual se entiende también como un estímulo para la entrega y conservación del amor conyugal. El Concilio Vaticano II enseñó que «este amor [conyugal] se expresa y perfecciona singularmente con la acción propia del matrimonio. Por ello, los actos con que los esposos se unen íntima y castamente son honestos y dignos, y ejecutados de manera verdaderamente humana, significan y favorecen el don recíproco con el que se enriquecen mutuamente en un clima de gozosa gratitud» [6].

La intimidad conyugal, pues, simboliza y favorece la amorosa y continua entrega conyugal del marido y la mujer.

La unión sexual es una culminación y una fuente. Es una culminación del compromiso de la amorosa entrega conyugal, y una fuente de aliento para mantener esa entrega.

«PHILIA» (AMISTAD)

Como señala C. S. Lewis, la amistad (philia) es esencialmente una relación basada en la participación en un interés común. Si dos personas comparten la misma fe, las mismas ideas políticas, el mismo gusto por la música, las diversiones, los deportes o las aficiones intelectuales, seguramente disfrutarán pasando el tiempo juntas. Lewis indica acertadamente que mientras eros es cara a cara, la amistad es «uno al lado del otro». Es preferible compartirla con más de una persona porque, de nuevo explica Lewis, hay un aspecto de Doug que sólo sacan a la luz John o Don. Y Doug descubre algo en Don que John no detecta. La philia puede ser cultivada, o puede surgir sencillamente. Además, puede darse entre personas de cualquier edad y sexo.

La clave de una amistad duradera es la moderación. Una flor se aplasta si se la agarra con demasiada fuerza, y se marchita si se la abandona durante demasiado tiempo. Debemos conservar a nuestros amigos, pero no ahogarlos.

Algunas amistades se desvanecen porque las personas cambian y siguen caminos diferentes. En este caso no hay que lamentarse, sino recordarles con simpatía y gratitud. Pero cuando una Amistad aumenta y madura como el buen vino, debe ser atesorada.

Generalmente, los amigos contribuyen a la relación en la misma medida. Sin embargo, hay ocasiones en que uno u otro pueden ser incapaces de dar lo mismo. En este caso el agape, ese amor de donación que es el soporte de todos los amores, debe hacerse cargo. Un amigo está ahí para su amigo/a en caso de necesidad. Durante ese tiempo, esa persona no puede recibir de la amistad más que la convicción de que la relación era algo más que un trato de negocios. De este modo se convierte en una imagen de nuestra amistad con Dios.

San Agustín mantiene que la amistad es el más elevado de los amores humanos (agape es divino). Por cierto, ¿cuál de los amores humanos debe ser el más importante en el matrimonio? Compartir la misma fe, la misma educación, los mismos valores, las mismas diversiones, los mismos gustos... son cosas sobre las cuales se edifican los buenos matrimonios, y sin ellas pueden fallar. Que él reciba clases de baile porque a ella le gusta bailar, que ella se informe sobre el fútbol porque a él le gusta ese juego, son modos de construir una amistad por el bien de la donación amorosa del matrimonio.

Esto no significa que la gente casada no pueda hacer cosas por separado, sin su esposo/a, pero, para reforzar sus lazos de amistad, debe haber muchas que realicen juntos.

La amistad se manifiesta en la participación en los sentimientos del otro, en las alegrías del triunfo y, si la amistad es profunda, en el dolor que producen los fracasos. Esto supone riesgo e incluso heridas, pero el hecho de encontrar una verdadera amistad lo merece.

En una pareja casada, la amistad ha de ser profunda, capaz de compartir sus pensamientos más íntimos, los sentimientos, esperanzas y temores. Compartir todo eso exige mucha confianza, y no suele alcanzarse en la tercera cita. Pero cuando la familiaridad y la confianza empiezan a crecer, la pareja desea compartir esos profundos sentimientos, y descubrir lo que tienen en común.

Cuando se habla de cosas íntimas, ambos deben interesarse por las palabras del otro. Cuando viertes tu corazón en alguien y te responde, «¿dónde iremos a cenar mañana?», ya sabes que existe un problema. Cada uno debe respetar y querer apoyar al otro. Cuando aparece el temor al rechazo, las palabras no fluyen. Como indica Neil Warren Clark, cuando se comparten las cosas, existe una atención esmerada y una auténtica franqueza. Los que reflexionan a través de la oración, los que se encuentran cómodos en medio del silencio y no necesitan tener continuamente conectadas la radio o la televisión, los que leen -también libros de espiritualidad- suelen estar mejor preparados para la intimidad que los que no lo hacen. Esta es una razón más para que la religión sea tan importante en un futuro cónyuge. La religión, es decir, la práctica de la religión, ayuda a preparar a las personas para esa intimidad.

La participación en la intimidad se facilita cuando ambos se encuentran solos en un marco adecuado -un restaurante tranquilo o un largo paseo por la playa-. Algunas temporadas de crisis o de sensación de vacío se prestan a menudo para una conversación íntima. Las parejas que han compartido sus fallos y sus luchas alcanzarán una relación más íntima que las que no lo han hecho. Un hombre y una mujer deben tener una amistad íntima antes de planear su matrimonio.

Entre las cosas más importantes que comparte una pareja casada se encuentra la educación de los hijos, y puede favorecer la amistad entre los cónyuges; los hijos no deben ser considerados como un obstáculo en el amor de sus padres, sino como un fortalecimiento. Por este motivo, las parejas no deben retrasar el nacimiento de los hijos con el fin de «darse tiempo y conocerse mutuamente», pues suele significar «tiempo para disfrutar uno del otro sin obstáculos». Los hijos impulsan a los padres a ese agape de donación, que es la fuente de toda felicidad, y también a la amistad, el mayor de los amores humanos. El amor que, sin una razón importante, intenta excluir a otros aunque sea por poco tiempo, fortalece el egoísmo.

Algunos de los mejores matrimonios comienzan en la amistad, no en el noviazgo. De hecho, son muchos los jóvenes que, como afirma Joshua Harris en Boy Meets Girl, optan por mantener una amistad con alguien que les gusta. Luego, si prospera la amistad, se plantea el noviazgo. Es un gran medio para evitar la tremenda presión que las salidas nocturnas ejercen sobre las parejas. Las salidas actuales son más una preparación para el divorcio que para el matrimonio [7].

¡Qué maravillosa es la amistad! «El amigo fiel es seguro refugio, el que lo encuentra, ha encontrado un tesoro (...). El amigo fiel es remedio de vida, los que temen al Señor lo encontrarán» (Si 6, 14-16).

«STORGE» (AFECTO)

El afecto se llama a veces amor familiar porque surge generalmente entre los miembros de la familia, pero también es de mayor importancia durante el noviazgo. Es el cariño tierno y delicado por alguien.
El afecto se manifiesta de muchos modos: un abrazo; un suave beso en los labios, en la mejilla o en la frente; una sonrisa cariñosa; un ligero toque en el brazo, en la mano o en el cabello. Parece que el afecto sano, desinteresado y casto ha causado baja en nuestro mundo super-sexualizado. Muchos han perdido el arte del cariño.

Todos tenemos necesidad de afecto: una mirada cariñosa, un roce. Este cariño se encuentra entre padre e hijo, entre una mujer y su marido, entre una muchacha y su mejor amiga. En el lugar adecuado, en el momento oportuno, un gesto afectuoso es un modo hermoso de comunicar el amor, a veces el único.

Hace unos años, Ann Landers llevó a cabo una encuesta entre sus lectoras casadas, preguntándoles si preferían ser acariciadas a tener relaciones sexuales. En torno al 70% prefirió las caricias. No creo que se debiera a que no les gustaban dichas relaciones, sino a que hacía mucho tiempo que nadie las abrazaba.

Muchas mujeres casadas suelen decir que todo lo que quieren los maridos es tener relaciones sexuales. Cuando les pregunto si practicaron el sexo antes del matrimonio, la inevitable respuesta es «sí». Esa es la raíz del problema. Son parejas que nunca han desarrollado la costumbre de compartir el cariño juntas. Cuando un hombre se ha acostado con su mujer antes del matrimonio, suele considerar los besos y las caricias como una mera introducción al acto sexual. Esas mujeres deben hacer comprender a sus maridos la importancia del cariño. Los maridos y las mujeres han de ser capaces de acariciarse, de abrazarse, de besar y ser besados sin que sea el preludio de un acto sexual.

El cariño es un lenguaje importante del amor, un lenguaje que debe aprenderse bien durante el noviazgo.

A menudo, cuando se habla de castidad en un contexto religioso, el trato afectuoso apenas se menciona. A causa de ello la gente joven está confundida, con toda la razón, sobre lo que es aceptable y lo que no. Solemos hablar sobre lo que no debes hacer, sin plantear positivamente lo que debes hacer.

Un joven de unos 30 años vino a verme después de uno de nuestros seminarios sobre «Las salidas cristianas en un mundo super-sexualizado », y me preguntó, «bien, ¿cómo debería entonces despedirme de mi novia?».

Le respondí: «Pues bien, podrías ponerle la mano en el rostro, acercarte muy despacio a ella y besarla suavemente. Una vez. Dos. Entonces, le das un gran abrazo, lento, presionando tu mejilla contra la suya y sintiendo el calor como un modo de proclamar tus cálidos sentimientos hacia ella. Luego, quizá puedes decir algo como, «eres tan valiosa para mí...». Luego le das las buenas noches y la besas una vez más, lentamente, cariñosamente como si temieras romperla si no tienes cuidado».

«No está mal, padre».
«Ha pasado el tiempo, pero tengo buena memoria».

¿Hay un cariño más romántico que el de un beso de despedida? En absoluto. Si una pareja ha salido durante algún tiempo, él, cuando llega a recogerla, debería darle un abrazo y un beso breve pero tierno en la mejilla. Debería besarle la mano de vez en cuando. Cuando pasean, debería tocarle la cara o la mano en algún momento. En ocasiones debería pasarle el brazo por encima del hombro, o acariciarle el pelo. Los abrazos lentos, cariñosos, son actos que simbolizan poderosamente la unión.
La joven debería ser capaz de mostrarle también su cariño, especialmente si le ha dado motivos para que confíe en su amor por ella. Podría apoyar la cabeza en el hombro de él mientras ven una película, o podría tocarle suavemente la mano o besarle cariñosamente en la mejilla. Otra posibilidad sería tomarle la mano y ponerla alrededor de su cintura, inclinándose ligeramente hacia él cuando pasean juntos.

Este debería ser el límite de las expresiones físicas de amor en el noviazgo. Imagínate lo sano que sería, espiritual y psicológicamente, si esta fuera una norma admitida para expresar el cariño.
Recuerda, compartir el afecto actuando lentamente suele ser el modo de dar, respetar y servir a la persona amada. El hecho de hacerlo con más rapidez o de acariciar con mayor intensidad suele ser indicio de búsqueda, de complacencia y de servir al yo.

LIBERTAD EN LA MODERACIÓN

Pues bien, para algunos esto supone un gran paso atrás. Pero es el único camino realmente sano. Muchas personas que lo han emprendido están satisfechas. El problema radica en que en nuestro mundo occidental adoptamos una actitud hedonista hacia el placer: «si me resulta agradable debo atracarme de eso». Actualmente, cuando algo es placentero, tendemos a poseerlo hasta saciarnos. Si nos gusta el esquí, nos convertimos en esquiadores compulsivos. Si nos gusta el tenis, en adictos al tenis. Si disfrutamos besando, acabamos durmiendo juntos.

Ese no es el camino cristiano. El planteamiento cristiano del placer consiste en disfrutarlo durante un momento y luego olvidarlo, gozar de algo sin aferrarse a ello. Dicho de otro modo, no desear cosa ni persona fuera de Dios hasta el punto de no poder ser feliz sin ella. Por eso, San Francisco de Asís veía a Santa Clara solamente una vez al año: disfrutaba tanto con su amistad que no quería que su felicidad dependiera de ella.

Es una bendición disfrutar de los pequeños placeres de la vida, viendo en ellos un atisbo del gozo del cielo, sin ser esclavo de ellos, incluso en pequeña medida. Es decir, el auténtico cristiano puede satisfacerse con pequeños placeres en la comida, en la bebida o en el beso de despedida, sin insistir en recibir más.

Nuestra plenitud [8], no se alcanza en este mundo sino en el futuro.

En cualquier punto donde pongas el umbral de tu satisfacción -un abrazo, un beso cálido y casto, una relación sexual- quedarás igualmente insatisfecho. ¿Por qué? Porque nuestros deseos son infinitos y tratamos de colmarlos con cosas finitas que nunca llegarán a satisfacernos. Cuanto más cedamos a nuestros apetitos, como pueden ser las comidas exóticas, los licores o el sexo, más peaje nos exigirán. Si ponemos el umbral de nuestros placeres en un nivel lícito, estaremos tan satisfechos psicológicamente como si lo ponemos en un nivel hedonista. Sin embargo, situarlos en un nivel lícito nos capacita para estar desprendidos del placer, y nos libera para entregarnos al amor desinteresado (agape), sin vivir esclavizados por nuestras pasiones y sin usar a los demás para satisfacerlas.

Mujeres, decid a los hombres lo que os gusta y lo que no. Si son inteligentes, responderán. Pedir lo que te gusta no es manipular; es enseñar al hombre cómo ha de tratarte. Solamente sería manipulación si trataras de que hiciera algo que no desea hacer. ¿Y si no quiere tratarte como tú deseas? ¡Dile adiós!

Muchas parejas no alcanzan la intimidad durante el noviazgo. Están demasiado ocupadas besándose y abrazándose (entre otras cosas) cuando tendrían que estar hablando de los profundos sentimientos de sus corazones.

¿RETRASAR LOS BESOS HASTA EL MATRIMONIO?

¿Qué decir de unas personas como Joshua Harris [9], que decidió no besar hasta estar casado? ¿O de Elisabeth Elliot [10] y Steve Wood [11], cuyo primer beso llegó con sus respectivos compromisos? ¿Son estas actitudes el mejor camino?

Puedo comprender el motivo de semejante reacción, ya que muchas cosas buenas, como el cariño, se han sexualizado y explotado. Pero creo que su actitud es exagerada. Es necesario rehabilitar el afecto y colocarlo en su lugar, purificado de connotaciones sexuales. El cariño puro y noble es algo maravilloso. Cuando una pareja pospone los besos, incluso los más inocentes, hasta el matrimonio o el compromiso, puede estar aceptando implícitamente que las muestras de afecto no son más que una forma moderada de explotación sexual. No lo son. Son una maravillosa expresión de amor y satisfacen una necesidad humana.

¿Qué pasa con las expresiones de cariño en público? Aconsejo que sean muy pocas y sólo en los lugares oportunos: pasear de la mano, besos breves de saludo o de despedida, un abrazo en el aeropuerto, tomar su mano durante una cena. Pero las caricias insistentes y los besos repetidos reclaman intimidad, vida privada. Comportarse educadamente tiene como objeto, en primer lugar, lograr que los demás se sientan cómodos. A todo el mundo le resulta realmente incómodo ver que un hombre y una mujer son incapaces de apartar sus manos el uno del otro.

El cariño, como escribió Karol Wojtyla (Juan Pablo II) en Amor y Responsabilidad no tiene como objeto el disfrute, «sino la sensación de cercanía» [12]. Compartir el cariño, «tiene el poder de librar al amor de los distintos peligros implícitos en el egoísmo de los sentidos...». «El afecto es un importante factor del amor, pero exige un profundo control personal».

En ocasiones, una persona descubre que su novio/novia está poco preparado para el cariño; tiene dificultades para abrazar o acariciar. Algunas veces, esta reticencia se debe al temor al acercamiento sexual, como consecuencia de nuestra cultura impregnada de sexo. O quizá podría deberse a que él/ella proviene de una familia donde las manifestaciones externas de afecto eran escasas. En ambos casos, yo recomendaría tratar este tema con delicadeza y diplomacia, y promover el hábito de compartir un cariño casto. Esto puede aprenderse, pero poco a poco, sin presión externa.

Otra causa de la timidez ante el cariño puede ser el bloqueo psicológico producido por una mala experiencia anterior. En este caso, por su propio bien y el de la futura familia, debería recibir el asesoramiento de un especialista, a ser posible cristiano, para llegar a la raíz del problema.

No cabe duda de que el ambiente cultural influye en las modas del cariño. En general, los latinos, filipinos y algunos europeos orientales se sienten cómodos besando y abrazando a la familia y a los amigos. Esto no significa que los de otros lugares se satisfagan con un afecto mínimo. Muchos estudios afirman que las demostraciones físicas de cariño son una terapia para todo el mundo, con independencia de la nacionalidad.

Respecto al cariño con los hijos, Gary Smalley afirma en su libro The Blessing que, «una caricia elocuente puede evitar que un niño satisfaga esta necesidad en los lugares equivocados». El mismo Jesús hizo que los niños se acercaran a Él, «y abrazándolos, los bendecía imponiendo las manos sobre ellos» (Mc 10, 16). Juan Pablo II llega a afirmar que los niños tienen un «derecho especial al cariño». Smalley defiende también que una caricia elocuente produce beneficios psicológicos, disminuye la presión sanguínea y puede añadir dos años a la vida del marido.

Muchos padres dejan de abrazar o de besar a sus hijas cuando llegan a la adolescencia. Quizá se debe a que, como las hijas van siendo ya mujeres, piensan que no conviene prodigarles muestras de cariño. Se equivocan: el que un padre dé a su hija un buen abrazo, un abrazo casto, lo dice todo de él. Los psicólogos que han estudiado las tristes consecuencias de esas omisiones coinciden en aconsejarlo encarecidamente.

El afecto es una gran ayuda para el bienestar mental y un aspecto importante del noviazgo.

«EROS» (ENAMORAMIENTO)

El cuarto de los cuatro amores es el enamoramiento, o eros. Significa estar muy contento con alguien o algo, gustarle mucho. A veces empleamos «gustar» para describir nuestros sentimientos sobre un ordenador nuevo, un coche o una casa. «¡Me gusta!». En realidad, lo que significa es que nos gusta, pero no lo suficiente como para hacernos decir «¡Me gusta muchísimo!». En inglés, «love» -I love it- ha llegado a ser el superlativo de «like» -I like it-.

SIGNIFICA SUSPENSIÓN TRANSITORIA DEL JUICIO RACIONAL.

En el noviazgo, el enamoramiento significa encaprichamiento, una atracción emocional por otro, que parece incontrolable, pero que no lo es. El Papa Juan Pablo II lo subrayaba en sus charlas sobre la teología del cuerpo: «según Platón, eros representa la fuerza interior que atrae al hombre hacia todo bien, verdad, y belleza...» [13]. Así, en nuestro contexto, significa un profundo deseo por el bien, la verdad y la belleza del otro. Este es el sentimiento más fuerte de atracción, poco menos que una experiencia mística: es estar «enamorado».

Eros no es un mero deseo sexual como Freud enseñó equivocadamente, aunque la atracción sexual representa una parte. Es primordialmente personal. Uno desea poseer el conjunto de la persona, no solamente su cuerpo: en este sentido es mucho más poderoso que la atracción sexual.

¿Cuál es el propósito de este amor? Lo más probable es que esté concebido como un catalizador del matrimonio, que ayuda a las parejas a vencer las dudas ante el compromiso de un matrimonio para toda la vida.

De hecho, probablemente es el primer aliciente para el matrimonio, aunque como demuestran una y otra vez los enamorados de Hollywood, no es el primer ingrediente para el éxito de un matrimonio. Recuerdo haber oído decir a una actriz, de unos sesenta años, hablando en televisión sobre su cuarta boda: «este es auténtico amor. Los otros no lo fueron. Este matrimonio durará porque nuestro amor es real». A los pocos años, el matrimonio había tocado fondo.

C. S. Lewis insiste en un punto que deberíamos recordar: si haces un dios del eros, este se convertirá en un demonio y te destruirá. Eros es una cosa maravillosa, estupenda, pero es finita; no es Dios. Imita a Dios en la medida en que está muy por encima de otros placeres de la tierra: parece ser un dios, pero no lo es. Solamente Dios es infinito, eterno. Eros no.

Si sabes lo finito que es ese amor que imita a la divinidad, y comprendes que no necesitas entregarte a él por mucho que se empeñe, te evitarás gran cantidad de desgracias. Por otra parte, cuando entiendes su sentido y lo compartes con tu cónyuge, es muy dulce.

En toda relación, el enamoramiento se debilita invariablemente por dos razones. Primera, crece con el misterio, y el misterio se desvanece con la familiaridad. Segunda, como amor humano, es limitado y necesita ser alimentado y sustentado por el amor divino. Si no está divinizado, morirá como mueren todas las cosas meramente humanas.

¿Cómo lo mantiene uno vivo -aunque no como en el día de la boda- en el matrimonio? En primer lugar, creciendo y aumentando uno mismo en gracia y sabiduría, es decir, preservando cierto misterio en la relación. Segundo, poniendo en práctica el amor divino (agape). De este modo, el enamoramiento, bueno en sí mismo, puede mantenerse vivo y la relación conserva cierto aliciente.
El enamoramiento puede expresarse con las palabras «estoy enamorado de ti» o con los hechos. Pero, ¿con qué hechos? ¿Hechos apasionados para sentimientos apasionados? Aplicando este razonamiento a otros sentimientos exigiría hechos coléricos para sentimientos coléricos (arrojando, quizá, una silla o dos, o rompiendo unas pocas ventanas), o hechos de celos para sentimientos celosos (quizá un puñetazo en la boca). Naturalmente, los sentimientos deben expresarse, pero de un modo constructivo y razonable.

Los hechos apasionados y su consecuencia natural, la relación sexual, son algo mucho más profundo que un sentimiento. Simbolizan entrega, exclusividad, una donación total, un amor tan rico que desea dar a luz una nueva vida con la que compartir ese amor.

La manifestación física más honesta del enamoramiento es el cariño romántico. El modo de acariciarse, de abrazarse, de besarse, expresa una pura gratitud y un deleite en la felicidad del otro, que me ha dado semejante felicidad. Este es el modo cristiano de expresar el eros, despojado del egoísmo que mata el amor, y divinizado por el amor divino. Y esta expresión del eros, por estar divinizada, hará que perdure.

En la Eucaristía encontramos la promesa del cumplimiento del impulso natural del enamoramiento: consumir al amado. Al recibir la Eucaristía consumimos a nuestro Dios como Él nos consume más y más dentro de su vida de la gracia, como signo del amor consumado que nos espera en su Reino. El enamoramiento, pues, es un signo del fuego incontenible con el que todo nuestro ser arderá ante la mera visión de Dios.

Por cierto, la palabra eros no aparece en el Nuevo Testamento, pero sí en el Cantar de los Cantares, del Antiguo Testamento. Es la historia del amor apasionado entre Dios y su pueblo:

Prendiste mi corazón, hermana, esposa,
prendiste mi corazón en una de tus miradas
en una de las perlas de tu collar.
¡Qué encantadores son tus amores, hermana mía, esposa!
¡Qué deliciosos son tus amores, más que el vino!
Y el aroma de tus perfumes es mejor que el de todos los bálsamos.
Miel virgen destilan tus labios, esposa,
miel y leche hay bajo tu lengua;
Y el perfume de tus vestidos
es como aroma de incienso.
Eres jardín cercado, hermana mía, esposa;
eres jardín cercado, fuente sellada.
Tu plantel es un vergel de granados
de frutales los más exquisitos. (Cant 4, 9-12)

Como solía decir Fulton J. Sheen, «los hombres prometen lo que sólo Dios puede dar. Y toda mujer promete lo que sólo Dios puede dar». Solamente cuando una persona comprende esto, podrá disfrutar del eros sin convertirse en su esclavo.

Y, además, todos podemos concebir en el corazón un amor apasionado por Dios aquí en la tierra. Aunque es una idea ajena a la mayoría de los cristianos, San Agustín la expresaba así: «¡Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé! El caso es que tú estabas dentro de mí y yo fuera. Por fuera te andaba buscando y, como un engendro de fealdad, me abalanzaba sobre la belleza de tus criaturas. Tú estabas conmigo, pero yo no estaba contigo. Me tenían prisionero lejos de ti aquellas cosas que si no existieran en ti, serían algo inexistente. Me llamaste, me gritaste, y desfondaste mi sordera. Relampagueaste, resplandeciste, y tu resplandor disipó mi ceguera. Exhalaste tus perfumes, respiré hondo, y suspiro por ti. Te he paladeado, y me muero de hambre y sed. Me has tocado, y ardo en deseos de tu paz».

RESUMEN

Cada uno de los cuatro tipos de amor tiene su propio lugar en nuestras vidas. Los cuatro son buenos en el lugar adecuado. Solamente agape es divino y vivifica a todos los demás. Los tres amores humanos se marchitan y mueren en el egoísmo si no están animados por el amor divino. Si por la gracia, agape se convierte en el tema dominante de tu vida, ocurrirán dos cosas. En primer lugar, empezarás a amar como Dios ama, algo que te encantará. En segundo lugar, serás capaz de unirte con Dios y con los demás en el amor. Ningún placer de la tierra puede superar esas buenas relaciones. Ninguna otra cosa nos proporcionará esa felicidad imperecedera, en el noviazgo, en el matrimonio, o en el cielo.

Tomado del muro de: Juan Bosco Abascal Carranza

Publicado por Silvia S.A