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Los Alquimistas Medievales


Las creencias sobre los alquimistas medievales cabalgan entre la Leyenda y la Historia, y lo mismo puede decirse de algunos de los descabellados propósitos que perseguían. Como la piedra filosofal, por ejemplo, que convertiría en oro todo lo que tocara, o el elixir de la larga vida, del que se decía que era capaz de otorgar la eternidad (o al menos una abundante longevidad) a quien lo bebiera. 
Cualquiera entre la infinidad de entendidos que pueblan el civilizado mundo en el que vivimos, mejor que clasificar tales creencias como productos de la Leyenda, las catalogará más bien como un producto propio de la Edad Oscura, que fue la más lóbrega, a su entender, de las que ha conocido la Historia del Mundo. Es la Edad en la que, según se nos asegura, la gente creía en brujas, en duendes, en fantasmas, en encantamientos..., además de someterse ciegamente a una Iglesia Institución opresora de las conciencias y que imponía la creencia supersticiosa en un mundo sobrenatural, por otra parte ajeno a toda crítica analítica y a cualquier especulación racional. 

Así que, según los sabios de este mundo, transcurrido tan malhadado Período de Tinieblas, llegó por fin, al cabo de los tiempos, la actual Edad de la Ciencia y la Razón (inaugurada seguramente por El Siglo de las Luces). Y aquí sí que resulta difícil dejar de recordar, a modo de paréntesis, lo que dice la Biblia acerca de que la sabiduría de este mundo es necedad ante Dios (1 Cor 3:19). 

Pero la Historia humana está repleta de paradojas, de contradicciones y de sinsentidos. Pues es el caso de que, puestos a hablar de mentiras, de coacción y manipulación de las conciencias, de supersticiones y creencias tan ridículas como absurdas, de utopías irracionales aceptadas como dogmas, de corrupción a gran escala (individual, social, nacional e internacional), de atentados aberrantes contra la Ley que rige la naturaleza humana, de fórmulas o de recetas mágicas todavía más desatinadas que la de la piedra filosofal, etc., nuestro mundo moderno está saturado de todo eso... y de mucho más. 

Los medievales creían en niñerías que hoy nos hacen reír. Si bien es de notar ---dicho sea de paso--- lo poco que significa la futilidad de tales creencias, en medio de una Edad y de un mundo repletos de sabiduría filosófica y teológica, de florecimiento de todas las artes, de inmortales monumentos literarios, de fe profunda de un pueblo cristiano que, al fin y al cabo, fue el que puso los cimientos de la moderna ciencia. 

Pero nuestro mundo, en cambio, acepta firmemente utopías que han esclavizado y asesinado a millones de seres humanos. Como el marxismo, por ejemplo, que pese a todo sigue teniendo plena actualidad. Como lo prueba el hecho del último atentado terrorista en Madrid, que costó la vida a doscientas personas e hirió o mutiló a cerca de dos mil; cuando todo el mundo sabe que fue obra de bandas armadas amparadas a su vez por partidos políticos, unos y otros de ideología marxista. 
Si los medievales eran tan ingenuos como para creer en una alquimia milagrosa de fórmulas mágicas, por ejemplo, que al fin y al cabo no hacían mal a nadie, tampoco hay que olvidar que nuestra moderna sociedad también cree y practica cosas quizá más ridículas todavía... pero, desde luego, mucho más peligrosas. 

¿Qué decir también acerca de la utopía de la Paz Universal o pacifismo? Algo que, como aspiración y consigna, está en la boca de todo el mundo, por más que los hechos están demostrando constantemente que la cruda realidad camina en sentido contrario. ¿Que la Paz Universal es cosa que puede lograrse...? Tal vez alguien pueda creerlo. Yo, por mi parte, estoy convencido de que el pacifismo no es otra cosa que un instrumento de dominación por parte de ciertos Poderes y una manera, en todo caso, de manipulación política para lograr determinados intereses. Acerca de lo cual cada uno podrá pensar lo que quiera, aunque, por lo que a mí respecta, me quedo con la Biblia, que afirma que las disensiones entre las naciones irán en aumento hacia los últimos tiempos: San Pablo incluso utilizaba la ironía cuando decía que cuando estén clamando ``Paz y Seguridad'', entonces, de repente, se precipitará sobre ellos la ruina ---como los dolores de parto de la que está en cinta--- sin que puedan escapar (1 Te 5:3). Y en cuanto a quienes no creen en la Biblia, me limitaría a recomendarles que se informaran acerca de los arsenales nucleares que está acumulando el mundo musulmán. 

Y siguiendo con la lista de fórmulas o soluciones mágicas, que no pasan de ser ensoñaciones pero que mantienen idiotizado a nuestro mundo, podríamos aludir también a la idea del Gobierno Universal, tan preconizada por la Masonería y que incluso ha tenido acogida en ciertos Estamentos Ecesiásticos. 

O a la de la Primavera Eclesial, con el anuncio del Nuevo Pentecostés y de la Nueva Iglesia anunciados que fueron con solemnidad para el comienzo del actual milenio. Donde una vez más, la realidad se impuso a los deseos, puesto que es ahora, en la actualidad, cuando la Iglesia se ha tenido que enfrentar a la mayor catástrofe y más grave crisis jamás antes conocidas en su Historia. 

Si aceptamos que los medievales creyeron en niñerías y que la suya fue una Edad Oscura, confesemos también honradamente que ahora vivimos en otra Edad ciertamente diferente, aunque gobernada esta vez por la Mentira y la Iniquidad. Jamás nadie hubiera pensado en que la Humanidad legalizaría el asesinato de miles de niños diariamente mediante el espantoso crimen del aborto. O que admitiría como una forma de progreso cosas como el matrimonio entre homosexuales, en el que no se sabe que admirar más: si el espantoso nivel de degradación al que ha llegado la naturaleza humana, o el inmenso abismo de ridículo que supone para la Humanidad el hecho de haber aceptado tan estrambótica y estrafalaria patochada.

ESCRITO POR P. ALFONSO GÁLVEZ

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