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La Infinita Alteza de nuestro fin sobrenatural nos exige especial mortificación o abnegación


Nuestro Señor, en el Sermón de la Montaña, ordena la mortificación de los más pequeños movimientos interiores desordenados de ira, sensualidad y orgullo, ya que estamos en la obligación, dice el mismo, de "ser perfectos como es perfecto el Padre celestial", puesto que somos participantes de su vida íntima, y llamados a contemplarle directamente como él se contempla, y a amarle como se ama él.
Por el hecho de haber sido llamados a un fin sobrenatural de infinita grandeza, que es el mismo Dios en su vida íntima, no basta que vivamos según la recta razón, sometiéndole las pasiones; nos es preciso además obrar siempre, no sólo como seres racionales, sino como hijos de Dios, subordinando la razón a la fe, de tal modo que la caridad sobrenatural inspire todos nuestros actos. Esto nos obliga al desasimiento de todo aquello que sea mero interés terreno, de todo lo que no sea medio para llegar a Dios y llevarle otras almas. En este sentido, hemos de combatir la extremada y natural solicitud, que absorbería nuestra actividad en detrimento de la vida de la gracia.
Es ésta, doctrina de San Pablo, en virtud de este principio (Col., III, 1): "Si (por el bautismo) habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas que son de arriba, donde Cristo está sentado a la diestra de Dios Padre; deleitaos en las cosas del cielo, no en las de la tierra. Porque muertos estáis ya, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios... Haced morir, pues, los miembros del hombre terreno..., la concupiscencia desordenada y la avaricia... la ira y la maledicencia."
También escribe a los Efesios (II, 18-22): "Pues por él es por quien unos y otros tenemos cabida con el Padre, unidos en el mismo Espíritu. Así que ya no sois extraños, ni advenedizos, sino ciudadanos de los santos y domésticos de Dios... para llegar a ser morada de Dios por medio del Espíritu Santo."
De forma que, aunque uno no se obligue a la práctica efectiva de los consejos evangélicos de pobreza, castidad y obediencia, debe, no obstante, tener el espíritu de esos consejos, es decir, espíritu de desasimiento: "El tiempo es corto; y así lo que importa es que los que tienen mujer, vivan como si no la tuvieran; y los que lloran, como si no llorasen; y los que se huelgan, como si no se holgasen; y los que hacen compras, como si nada poseyesen; y los que gozan del mundo, como si no gozasen de él; porque la escena de este mundo pasa en un momento" (I Cor., VII,29-31). Hay que evitar el instalarse en este mundo, si se pretende llegar a Dios, y se desea aprovechar el tiempo para ir a la eternidad. La infinita alteza de nuestro fin sobrenatural pide total abnegación en las cosas humanas, por legítimas que sean, pues podríamos dejarnos absorber por ellas, con detrimento de la vida de la gracia.
Estos principios son particularmente ciertos para los apóstoles (II Tim., II, 4): "Ninguno que se ha alistado en la milicia de Dios debe embarazarse con negocios del siglo, a fin de agradar a aquel que le alistó como soldado." Asimismo, el soldado de Cristo ha de evitar embarazarse con las cosas del mundo, y ha de hacer uso de él como si no lo hiciera. De lo contrario sería como "címbalo que suena", y perdería el espíritu de Cristo; sería como "sal desazonada que sólo sirve para ser tirada y pisoteada por los hombres".
Nada más cierto que esto. Para las cosas terrenas ha de tener el cristiano un gran despego; una gran abnegación, que se la exige la infinita elevación hacia la cual camina, y a la que debe aproximarse con mayor rapidez cada día; porque cuanto más nos acercamos a Dios, más somos atraídos por Él".
(De las "Tres edades de la Vida Interior", capitulo 3 de la segunda parte, de Fray Reginald Garrigou-Lagrange OP).
(Imagen: Todos los años, el Miércoles de Ceniza, el Papa da comienzo a la Cuaresma en muestra iglesia de Santa Sabina, sobre el Monte Aventino, y con la intercesión de esta Santa mártir y bajo la tutela de la Orden de Predicadores se inician las penitencias de este tiempo litúrgico en la Santa Iglesia).


Traditio Spiritualis Sacri Ordinis Prædicatorum

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