El arte y la palabra

Fides “quaerens intellectum”. Los especialistas en discursos teológicos han decantado las expresiones hasta formular tan felizmente la dirección de la fe, siguiendo el misterio de la encarnación. Pero esta señal acota la parcela de la comprensión intelectual, función paralela a otras muchas de la misma categoría antropológica, y por tanto, con la misma tendencia hacia otras terminales: “fides quaerens... sensum, imaginem, figuram”.

También las especulaciones y refutaciones de los iconódulos dejaron un patrimonio de teorías aplicadas, riquísimo, alrededor del mundo de las representaciones pictóricas. Aquí hay una de las lecciones históricas más fuertes relacionadas con el arte y la Teología. El icono queda justificado por la encarnación, pero eso lo acaba formulando un Concilio ecuménico: el II de Nicea del año 787. En la prehistoria del concilio, entre las revueltas sociales y las polémicas doctrinales, y poco después, en las últimas conclusiones posconciliares, se elaboró por parte de los Padres (Germán, Andrés, Damasceno, Nicéforo, Teodoro Studita), un material de ensayo estético de orientación teológica, que no ha sido superado por ningún otro conjunto bibliográfico de la historia. En la inauguración de un templo destruido por los iconoclastas y restaurado, con sus pinturas restituidas, el Patriarca Focio llegó a hablar de “los misterios visuales”.

La experiencia de todos es la del impulso a configurar, bien sea la escritura dentro del discurso, bien sea la catequesis que quiere ser expresiva, bien sea la propia iconografía. La obra de la iglesia, al incluir virtualmente los valores de la humanidad, también el carisma de la estética y la capacidad de configurar lo ideal en forma sensible, logra expresar en obras perceptibles, de rango artístico, el mundo religioso con su adjetivación cultural propia. Así en la Orden Dominicana, se puede reconocer, en todas las épocas, los registros de la vida completa: intelectual, según el lema de “Veritas” y también el expresivo, según cadencia natural del hombre y según dotación específica de algunos. Por citar algún ejemplo de interés de conjunto, pensamos en el núcleo del convento dominicano de San Marcos de Florencia en el siglo XV. Se pudo ver una comunidad con destacados agentes de pastoral: Antonino; de iconografía: Juan de Fiésole; de orientación moral: Juan Dominici, cuyo eco más agrandado llegaría décadas más tarde en la profética voz de Jerónimo Savonarola. En él, además, se pudo ver la fuerza de la palabra dirigiéndose al arte, a los artistas. Fueron en la Florencia del siglo XV-XVI los más grandes: Miguel Angel, Boticelli, etc, los que se vieron señalados por el profeta, en su función iconológica, y los que experimentaron una tensión entre las urgencias evangélicas y las tendencias culturales contemporáneas. Es un momento en el que la producción artística se ve modificada al dictado de una moral más ajustada a la fe.

La señal acabada de misión busca sus configuraciones maduras en la Palabra (carisma general de la Orden representado en Santo Domingo); en la vida espiritual organizada por los maestros Renanos (Eckhart, Taulero, Susón); en el orden profético de justicia (denuncias de la primera evangelización de América); en las empresas misionales (mártires de oriente y presencia en América); en la renovación de la Teología (Le Saulchoir)... en la OP tenemos un sinmumero de artistas que ofrecen su arte como vehiculo a la Predicación...

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