TV DOMINICA

dominicostv on livestream.com. Broadcast Live Free
Watch live streaming video from dominicostv at livestream.com

Una especie de luz. San Agustín


¿Qué es lo que amo, cuando amo a Dios?

No una belleza corpórea, ni una armonía temporal, ni el brillo de la luz, tan apreciada por estos ojos míos; ni las dulces melodías y variaciones tonales del canto ni la fragancia de las flores, de los ungüentos y de los aromas, ni el maná ni la miel, ni los miembros atrayentes a los abrazos de la carne.

Nada de esto amo cuando amo a mi Dios.

Y, sin embargo, amo una especie de luz y una especie de voz, y una especie de olor, y una especie de comida, y una especie de abrazo cuando amo a mi Dios, que es luz, voz, fragancia, comida y abrazo de mi hombre interior. Aquí resplandece ante mi alma una luz que no está circunscrita por el espacio; resuena lo que no arrastra consigo el tiempo; exhala sus perfumes lo que no se lleva el viento; se saborea lo que la voracidad no desgasta; queda profundamente inserto lo que la saciedad no puede extirpar.

Esto es lo que amo cuando amo a mi Dios.



A LA BÚSQUEDA DE DIOS POR LA BELLEZA DEL MUNDO

¿Y qué es esto?. Pregunté a la tierra, y me respondió: "No soy yo". Idéntica confesión me hicieron todas las cosas que se hallan en ella. Pregunté al mar, a los abismos y a los reptiles de alma viva, y me respondieron: "Nosotros no somos tu Dios. Búscalo por encima de nosotros". Pregunté a la brisa, y me respondió la totalidad del aire con todos sus habitantes: "Yo no soy tu Dios". Pregunté al cielo, al sol, a la luna y a las estrellas. "Tampoco nosotros somos el Dios que buscas", respondieron.

Entonces me dirigí a todas las cosas que rodean las puertas de mi carne: "Habladme de mi Dios, ya que vosotras no lo sois. Decidme algo de él". Y me gritaron con voz poderosa: "El es quien nos hizo".

Mi pregunta era mi mirada; su respuesta era su belleza.

Acto seguido, me dirigí a mí mismo y me pregunté:" ¿Y tú quién eres?". Yo contesté: "Un hombre". Aquí me tienes equipado de un cuerpo y de un alma, el uno exterior, la otra interior. ¿A cuál de los dos preguntarle sobre mi Dios?(...) Indudablemente, el elemento interior es el más selecto. A él es a quien todos los mensajeros del cuerpo referían, en su calidad de dirigente y árbitro, las respuestas del cielo, de la tierra y de todo cuanto hay en ellos.

El hombre interior aprendió todo esto con auxilio del hombre exterior. Yo, el interior, he aprendido esto. Yo, yo, el espíritu, por medio de los sentidos de mi cuerpo.(...)

Estas realidades creadas no contestan a quienes preguntan, si éstos no saben juzgar. Se aparecen a todos bajo un mismo aspecto. Lo que pasa es que para unos son mudas y a otros les dirigen la palabra. Mejor dicho, dirigen la palabra a todos, pero sólo la comprenden aquellos que confrontan la voz que les llega del exterior con la verdad que está en su interior. La verdad me está diciendo: "Tu Dios no es el cielo, ni la tierra, ni ningún cuerpo"(...)

Tú eres mejor, alma mía, te lo digo yo. Tú das vida a la masa de tu cuerpo, y le das una vida que ningún cuerpo puede dar a otro cuerpo. Pero tu Dios es para ti incluso la vida de tu vida.



TRASCENDER LO VITAL Y LO SENSITIVO

En resumidas cuentas, ¿qué es lo que amo cuando amo a mi Dios? ¿Quién es aquel que está sobre lo más alto de mi alma? Subiré a él sirviéndome de mi misma alma.

Trascenderé mi fuerza, la que me liga al cuerpo y llena de vida mi organismo. Con esta fuerza no hallo a mi Dios, pues de lo contrario también lo hallarían el caballo y el mulo, privados de inteligencia, pero equipados de esta misma fuerza, por la que tienen vida también sus cuerpos.

Existe otra fuerza: aquella con la que no sólo doy vida a mi carne, sino que también la hago sensitiva. Me la ha fabricado el Señor mandando al ojo que no oiga y al oído que no vea, pero mandando al primero que sea instrumento de mi visión y al segundo medio de mi audición. Lo propio ha hecho con cada uno de los sentidos específicos, según el puesto que ocupan y el oficio que desempeñan. De este modo, yo, un único espíritu, realizo por medio de ellos acciones diversas.

Trascenderé igualmente esta fuerza mía, porque también gozan de ella el caballo y el mulo, pues ellos asimismo disfrutan de sensaciones que les vienen por conducto de sus cuerpos.



LOS AMPLIOS SALONES DE LA MEMORIA

Recalo en los solares y en los amplios salones de la memoria, donde están los tesoros de las incontables imágenes de toda clase de cosas que se han ido almacenando a través de las percepciones de los sentidos (...)

Grande es esta potencia de la memoria, muy grande, Dios mío. Es un santuario vasto y sin fronteras. ¿Quién ha tocado fondo en él? Y siendo ésta una potencia de mi espíritu y una parte integrante de mi naturaleza, de hacho me veo personalmente incapaz de abarcar la totalidad de lo que soy. En este supuesto, ¿es el espíritu tan angosto como para abarcarse a si mismo? En caso afirmativo, ¿dónde puede estar aquello que de sí mismo es incapaz de abarcar? ¿Estar  fuera de él? ¿No estará en él? ¿Y cómo es que no lo abarca? Esto me deja profundamente admirado y lleno de estupor.

Se desplaza la gente para admirar los picachos de las montañas, las gigantescas olas del mar, las anchurosas corrientes de los ríos, el perímetro del océano y las órbitas de los astros, mientras se olvidan de sí mismos, y no se maravillan de que yo, al nombrar todas estas cosas, no las veo con mis ojos. Y, sin embargo, sería incapaz de hablar de ellas si interiormente no viese en mi memoria las montañas, el oleaje, los ríos y los astros que personalmente he tenido ocasión de contemplar, ni el océano del que he oído hablar, con dimensiones tan grandes como si los viese fuera.



Y ENCIMA DE LA MEMORIA, DIOS

La facultad de la memoria es algo grandioso. Es algo que me inspira pavor, Dios mío. Algo de una complejidad profunda e infinita. Y esto es el espíritu, esto soy yo mismo. ¿Que soy yo, pues, Dios mío? ¿Cuál es mi naturaleza? Es una vida cambiante, multiforme e inmensa hasta no más. Mira, yo recorro los campos abiertos, las grutas e innumerables cavernas de mi memoria, incalculablemente pobladas de innumerables objetos de toda especie, algunos presentes en ella en imagen, como es el caso de los cuerpos; otros, presentes por sí mismos, como es el caso de las artes; otros, presentes bajo la forma de no se que nociones o improntas mentales, como es el caso de los sentimientos del espíritu, que la memoria retiene aunque el espíritu no los experimente, porque todo lo que está en la memoria está en el espíritu. Por todos estos parajes hago mis excursiones, unas veces mariposeando de acá para allá otras adentrándome en ellos cuanto me es posible. Pero no logro tocar fondo. ¡Tan extraordinaria es la facultad de la memoria!

¿Y qué es lo que tengo que hacer, Dios mío, mi vida verdadera? Rebasaré esta facultad mía que recibe el nombre de memoria. La rebasaré para encaminarme hacia ti, mi dulce luz. Mira, al subir por mi espíritu a ti, que estás por encima de mí, voy a rebasar también esta facultad mía que se llama memoria; quiero unirme a ti íntimamente y en la medida en que esto me sea posible. De hecho, también las bestias y las aves tienen memoria, porque si así no fuera, no sería capaces de volver a sus madrigueras ni a sus nidos, ni harían otras muchas cosas que tienen costumbre de hacer, si no fuera por la memoria.

Rebasaré, pues, también mi memoria para llegar a aquel que me distinguió separándome de los cuadrúpedos y me hizo más sabio que las aves del cielo. Rebasaré también la memoria, pero ¿para hallarte dónde, mi bien verdadero y mi suavidad garantizada? ¿Para hallarte dónde? Porque si te encuentro fuera de mi memoria, es seguro que no me acuerdo de ti. Y si no me acuerdo de ti, ¿cómo voy a encontrarte?



BÚSQUEDA DE DIOS, BÚSQUEDA DE LA FELICIDAD

¿Cómo te busco, pues, Señor? Porque al buscarte, Dios mío, busco la felicidad. Te buscaré, Señor, para que viva mi alma. Mi cuerpo vive de mi alma, y mi alma vive de ti. ¿Cómo busco, pues la felicidad? Porque de hecho no la tengo hasta que digo: "¡Basta! ¡Allí está!" (...)

¿No es precisamente la felicidad eso que todo el mundo busca, y que no hay absolutamente nadie que no la quiera? ¿Donde la vieron para enamorarse de ella? Seguro que la poseemos, aunque no sé cómo. Existe la modalidad de quien la posee y se siente feliz. Y hay quienes son felices en esperanza. Estos últimos la poseen en grado inferior a los primeros, que son felices al poseer la felicidad real, pero están en mucho mejor situación que aquellos que no son felices ni por la realidad ni por la esperanza. Ni siquiera éstos desearían ser felices si no poseyeran la felicidad en cierto grado. Lo que es certísimo es que la desean. No sé cómo, pero han tenido conocimiento de ella; por eso tienen no sé qué noción de ella.



NO TODO GOZO DA LA FELICIDAD

¡Lejos, Señor, lejos del corazón de tu siervo que te confiesa a ti, lejos de mí la idea de considerarme feliz con cualquiera de los goces de que disfruto! (...) La felicidad consiste en el gozo que viene de ti, que va a ti y que se motiva en ti. Esta es la felicidad, ni más ni menos. Y todos los que piensan que la felicidad es otra, es claro que el tipo de gozo que andan buscando es otro, no el gozo auténtico. De todos modos, su voluntad no se aparta de una cierta imagen de gozo.



DIOS EN LA MEMORIA

Mira qué gran excursión he realizado por mi memoria, yendo en busca tuya, Señor. Fuera de ella no te he encontrado. Desde el día en que te conocí, no encuentro nada de ti que no sea un recuerdo personal mío. Desde el día en que te conocí, no te he olvidado. Donde he encontrado la verdad, allí he encontrado a mi Dios, que es la mismísima Verdad. De esta Verdad no me he olvidado desde el día en que la conocí. Por eso, desde que te conocí, resides en mi memoria. En ella te encuentro cuando me acuerdo de ti y me deleito en ti. Estos son mis goces santos con que me ha obsequiado tu misericordia al poner sus ojos en mi pobreza.

Cuando te recordaba, no te hallaba entre las imágenes de las cosas corpóreas. Entonces rebasé las zonas de mi memoria que le son comunes con las bestias. Y llegué a aquellas otras zonas suyas donde tengo depositados los sentimientos de mi espíritu. Pero tampoco te encontré allí. Y entonces penetré en la sede de mi mismo espíritu, en la sede que tiene en mi memoria, ya que el espíritu también se acuerda de sí mismo. Tampoco estabas allí, porque como no eres imagen corpórea, ni sentimiento de ser vivo como es el sentimiento de alegría, de tristeza, de deseo, de temor, de recuerdo, de olvido o de algo que se les parezca, así tampoco eres el mismo espíritu. Tú eres el Señor Dios del espíritu, y siendo mudables las cosas, tú te mantienes inmutable sobre todas ellas y te has dignado habitar en mi memoria desde que te conocí.



¿DONDE TE ENCONTRÉ PARA CONOCERTE?

Entonces, ¿dónde te encontré para conocerte? Porque resulta que antes de conocerte no estabas aún en mi memoria. ¿Dónde, pues, te encontré para conocerte sino en ti sobre mí? Aquí no existen ni emplazamientos ni lugares. Nos apartamos y nos acercamos, pero aquí no hay ni asomo de lugar o espacio. Tú, que eres la Verdad, ocupas un puesto de preferencia en todas partes para responder a los que te consultan. Respondes simultáneamente a todos, aunque te consulten sobre los asuntos más heterogéneos. Tus respuestas son claras, pero no todos las oyen con claridad. Todo el mundo te consulta sobre lo que quiere, pero no todos oyen siempre lo que quieren. Tu mejor servidor es aquel que no tiene sus miras puestas en oír de tus labios lo que él quiere, sino en querer, sobre todo, aquello que ha oído de tu boca.

¡Tarde te amé, belleza tan antigua y tan nueva, tarde te amé!

El caso es que tú estabas dentro de mí y yo fuera.

Y fuera te andaba buscando y, como un engendro de fealdad, me abalanzaba sobre la belleza de tus criaturas.

Tu estabas conmigo, pero yo no estaba contigo.

Me tenían prisionero lejos de ti aquellas cosas que, si no existieran en ti, serían algo inexistente.

Me llamaste, me gritaste, y desfondaste mi sordera.

Relampagueaste, resplandeciste, y tu resplandor disipó mi ceguera.

Exhalaste tus perfumes, respiré hondo y suspiro por ti.

Te he paladeado, y me muero de hambre y de sed.

Me has tocado, y ardo en deseos de tu paz.

No hay comentarios:

Publicar un comentario