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Fray Bruno Cadoré, maestro general de los dominicos, «La mayor misericordia es invitar a la amistad con Dios»

 «La mayor misericordia es invitar a la amistad con Dios»

La Orden de Predicadores celebra un Año Jubilar por sus 800 años de vida. ¿Cómo habría sido la Iglesia sin santo Domingo de Guzmán? 

Lo primero que viene a la mente son los grandes santos de la Orden, hombres y mujeres como santo Domingo de Guzmán, san Alberto Magno, santo Tomás de Aquino, santa Catalina de Siena, san Martín de Porres, Fra Angélico, san Vicente Ferrer… y también otras figuras importantes, aunque no hayan sido canonizados, como el maestro Eckhart, Francisco de Vitoria, Bartolomé de las Casas o Henri-Dominique Lacordaire. También podemos pensar en las muchas maneras en que hombres y mujeres dominicos han predicado el Evangelio en estos 800 años: a través de la palabra y de la escritura, por medio de su compromiso en favor de los más pobres y la promoción de los derechos humanos, a través de la música y las artes, a través de la vida de las comunidades y la celebración de los sacramentos. Los dominicos hemos sido grandes misioneros, llevando el Evangelio a todos los rincones del mundo, a América del Norte, Latinoamérica, Asia, África y Oceanía. Los dominicos hemos sido en la Iglesia memoria de la primera predicación del Evangelio. Es tarea para toda la Iglesia, una llamada a todos los cristianos, y los dominicos queremos recordar que esta tarea no se olvida en la Iglesia. 


¿Cuál es la realidad de la Orden hoy? 

Hay cerca de 6.000 frailes dominicos, unas 2.700 monjas de clausura, unas 23.000 hermanas de vida activa, unos 165.000 laicos dominicos y alrededor de 275 sacerdotes diocesanos que pertenecen a fraternidades sacerdotales de la Orden. Hay vocaciones a todas las ramas de la Orden, al menos en algunas partes del mundo. En Europa, por ejemplo, la mayoría son frailes mayores, pero también hay algunos jóvenes que entran cada año, si bien no tantos como antes. En otras partes del mundo, especialmente en el hemisferio sur, hay muchos frailes jóvenes, en Colombia, Nigeria, África ecuatorial, India o Vietnam.

 La Orden está presente en la mayoría de los países del mundo. Algunas de estas presencias, en Europa por ejemplo, vienen desde los orígenes de la Orden, y algunas otras son muy recientes, como Myanmar, Timor Oriental y Tailandia o las Iglesias aún jóvenes de África. Santo Domingo envió a los primeros frailes a los centros universitarios para estudiar, para predicar y establecer conventos. Todavía es una tendencia natural de la Orden la de vivir en las grandes ciudades y estar presentes, donde es posible, en los grandes centros universitarios. Para la Orden es una prioridad la reflexión filosófica y teológica sobre el Evangelio, sobre la situación de los seres humanos y sobre la presencia y las promesas de Dios para la vida humana. Pero también es posible encontrar dominicos predicando en muy diferentes contextos y situaciones. Los dominicos predicamos y enseñamos, escribimos y damos conferencias, publicamos libros y revistas, trabajamos en la televisión y en la radio, predicamos en Internet y utilizamos las redes sociales para construir fraternidad entre las personas, para compartir experiencias, para orar juntos. 

¿Se están incorporando laicos en la espiritualidad de la Orden? 

Hay en torno a 165.000 hombres y mujeres que son laicos dominicos. Viven su vida cristiana según una regla establecida por la Orden que les permite participar del carisma de santo Domingo de una forma adaptada a sus otras responsabilidades. Así, rezan y estudian juntos, y predican de diferentes maneras a través de proyectos específicos encomendados a fraternidades concretas o a través de su propia colaboración en la vida parroquial, en la atención pastoral en escuelas o prisiones, como escritores o profesores, etc.

 Un grupo más pequeño de laicos pertenecen a Institutos seculares, emiten algunos votos, en particular el del celibato, pero por lo demás se integran en la vida habitual ordinaria y tratan de ser levadura en el mundo. 

Y en la Orden siempre ha habido, junto con los sacerdotes, hermanos cooperadores –frailes no ordenados–; algunos de los santos más destacados han venido de este grupo, como san Martín de Porres. 


El panorama de la evangelización ha cambiado desde santo Domingo. ¿Cómo predican ustedes hoy?

 Santo Domingo fundó la Orden en una época en que era necesaria una nueva evangelización. Obviamente tenemos medios de comunicación de los que no disponían santo Domingo ni los primeros dominicos: la imprenta y la radio, la televisión e internet, formas de viajar que nunca hubieran imaginado… Por eso, los métodos de evangelización han cambiado significativamente desde santo Domingo, como también lo ha hecho el contexto en el que se hace la predicación. Pero está presente el mismo entusiasmo y ardor por la predicación. 

Esperamos que la celebración de los 800 años de vida de la Orden nos dé un nuevo impulso en este sentido. Un Capítulo general en los primeros tiempos de la Orden animó a los frailes a «aprender el lenguaje de los vecinos», y debemos continuar haciendo esto. El lenguaje de los vecinos no se refiere simplemente a aprender alemán, francés o español, sino a las formas de pensar, modos de conocimiento, métodos científicos, formas culturales de vida, al impacto de las redes sociales. Hay tantas preguntas sobre cómo vivir una vida plenamente humana… y los predicadores del Evangelio deben afrontarlas en el estudio y la contemplación, antes de atreverse a hablar de estas cuestiones en el diálogo, la enseñanza y la presentación del Evangelio. Sabiendo que su principal responsabilidad es la predicación del Evangelio, la reflexión de la Orden se centra en cómo debe hacerse, atendiendo a los hombres y mujeres de nuestro tiempo. 

El Papa Francisco está poniendo el acento en la misericordia. ¿Cómo ofrecen la misericordia los padres y religiosas dominicas?

 Una de las antífonas a santo Domingo que cantamos al finalizar la oración de la noche lo describe como «predicador de la gracia». En la Biblia, los términos de gracia y misericordia son a menudo intercambiables; se refieren a la vez a la bondad, el perdón, la llamada, el amor, el interés, la fidelidad, la vida, el amor inagotable de Dios. Así, la misión de la predicación de la Orden puede entenderse como una misión de misericordia. 

La primera tarea de los dominicos fue predicar y oír confesiones. La predicación pretendía abrir el camino a la reconciliación. La celebración del sacramento de la misericordia de Dios fue considerada como la conclusión natural de la predicación. «¿Qué tenemos que hacer, hermanos?», preguntó la gente a los apóstoles cuando comenzaron a predicar la resurrección de Jesús. Los primeros dominicos podrían haber dicho: «Arrepentíos y confesad vuestros pecados». Nosotros decimos: «Deja de lado todo lo que debilita y envenena tu vida y busca la plenitud de vida que Cristo vino a darnos».

 Los dominicos también ofrecemos misericordia en el mundo a través de nuestras obras de caridad, ayudando a las personas en situaciones concretas de necesidad. Ofrecemos misericordia a través del estudio de la verdad dondequiera que se encuentre, y de esa manera llegar a amar el trabajo tanto de Dios en la creación como los logros humanos en el pensamiento y en la cultura. Mostramos misericordia cuando predicamos el Evangelio que es la Buena Noticia de la gracia de Dios, que nos llama a la amistad con Él. Esta es la mayor misericordia: ser invitados a esta amistad.

 Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo / op.org

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