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El heroismo de los mártires cristianos – mirémosles la cara

¿Como puede la Iglesia perder el tiempo con pseudo preguntas como la “comunión” para divorciados vueltos a ‘casar’” cuando multitudes de Cristianos están siendo masacrados cada día?
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QUE EL PAPA MANDE EVACUAR LOS 300 CRISTIANOS DE TRÍPOLI CON SU OBISPOS PARA SALVARLOS DE LA MASACRE
Hay que mirar a la cara a los 21 jóvenes cristianos de Libia que, por no renegar de Cristo, han sufrido el martirio, y que antes de ser decapitados por el EI –según la lectura del movimiento de sus labios– no dejaban de pronunciar el nombre de Jesús. Como los antiguos mártires.
EL NOMBRE DE JESÚS
Dice su obispo: “Se puede decir que ese Nombre, susurrado en sus últimos momentos, ha sido el sello de su martirio”. Los cristianos coptos son gente fuerte, curtida por catorce siglos de persecución islámica. Son herederos de San Atanasio de Alejandría, que salvó la verdadera fe católica de la herejía arriana que profesaba la mayor parte de los obispos. Son cristianos firmes, no pusilánimes como los católicos tibios de Occidente.
Ésa es la verdadera fuerza; no la del que odia y mata a los indefensos (niños incluidos), crucifica al que profesa otra religión y viola a las mujeres enarbolando la bandera negra y escondiendo la cara.
La verdadera fuerza es la de los indefensos que aceptan el martirio para no renegar de su dignidad, es decir, de su fe, para testimoniar la maravilla del Amor Hermoso,  según una antigua manera de llamar al Hijo de Dios.
Un gran testimonio. Estos son los verdaderos mártires: los cristianos. No los que van a masacrar inocentes indefensos.
Esta es la gloria de los cristianos: seguir a un Dios que ha salvado al mundo haciéndose matar. No matando a otros, como han hecho todos los cabecillas, agitadores e ideólogos (o revolucionarios) de este mundo que son exaltados en los libros de historia.
LA LECCIÓN
Una gran lección para un Occidente ebrio de corrección política que, como el desastroso Obama, se ha impuesto a sí mismo la obligación de no pronunciar siquiera palabras como “islam” y “musulmanes” cuando habla de las masacres perpretradas en estos últimos meses desde el norte de Iraq a Libia pasando por París. Un Occidente nihilista que se avergüenza de sus raíces cristianas y no desaprovecha ninguna oportunidad para cubrirlas de desprecio.
Una dolorosa lección, por último, para la Iglesia ante todo. Para una Iglesia que ha dejado de dar testimonio del fuego ardiente de la fe.
Para la Iglesia de Bergoglio,  que mientras hombres y mujeres dan la vida por Cristo califica de solemne tontería la proclamación y el proselitismo cristianos. Esa iglesia de Bergoglio que, mientras los cristianos son perseguidos y masacrados en todo el mundo musulmán, va a realizar actos de culto en la mezquita, y se adhiere a la ideologia obamiana dominante evitando cuidadosamente referirse al islam en términos que no sean elogiosos (y cuyo portavoz en Buenos Aires atacó a Benedicto XVI por su discurso de Ratisbona sobre el islam).
Y sobre todo para ese papa Bergoglio que dice que la gran emergencia actual de la Iglesia no tiene que ver con la fe, sino con el medio ambiente, y en segundo lugar la acogida a las nuevas modalidades de pareja y dar la comunión a los divorciados que se han vuelto a casar. Algo parecido a la película de Benigni en la que se decía que el verdadero gran problema de Palermo era… ¡el trafico!.
Tanto que dentro de poco veremos la encíclica de Bergoglio sobre la ecología y las ventajas de  tirar la basura en contenedores diferenciados, en vez de un grito de amor a Dios en este mundo sin fe ni esperanza. Un llamamiento contra la contaminación, en lugar de denunciar el odio anticristiano en todo el planeta (ya en la misa inaugural de su pontificado habló del medio ambiente, como en el discurso en la Expo, en vez de hablar de Cristo).
El papa Bergoglio, que recibe a los representantes de centros sociales como Leoncavallo* y les dirige alocuciones, no a los cristianos que de modo heroico y pacífico luchan por dar testimonio de la salvación mientras son objeto del desprecio y las acusaciones del mundo.
El Bergoglio que elige cardenales por su ideología (y hace ver que si quiere puede incluso decidir crear cardenal a, por ejemplo, el obispo de Ancona), en lugar de conceder la púrpura –símbolo del martirio– a obispos que en estos mismos días, viven precisamente de forma heroica entre sus fieles amenazados, jugándose verdaderamente la vida con ellos.
SALVAR A ESOS CRISTIANOS
Tal es el caso del obispo de Tripoli, monseñor Martinelli, que en 2011 fue casi el único (si bien apoyado por Benedicto XVI), que clamó todos los días contra la guerra, explicando que equivaldría a abrir la Caja de Pandora, que fue lo que efectivamente sucedió.
Una tragedia a la que debemos la concesión del Premio Nobel de la Paz a Obama y Sarkozy.
Y mientras hoy, tanto en Italia como en el extranjero, los que aplaudieron aquella guerra fingen ignorancia (véase por ejemplo lo publicado ayer por Maurizio Belpietro en el diario Libero**), mientras que estos días Libia corre el riesgo de convertirse en una base de EI, el obispo Martinelli ha decidido quedarse, exponiéndose a la muerte: “He visto cabezas cortadas –dice–, y creo que también puedo terminar así. Y si Dios quiere que yo también termina con la cabeza cortada,  sea como Él quiera […]. Poder dar testimonio es una cosa preciosa. Doy gracias al Señor por permitirme darlo, aunque sea con el martirio. No sé adónde me llevará este camino. Si me lleva a la muerte, eso querrá decir que Dios lo ha querido así… De aquí no me muevo. Y no tengo miedo”.
No quiere abandonar su pequeño rebaño, constituido por unos trescientos trabajadores filipinos que, comprensiblemente, están aterrorizados. Dicho prelado es el único italiano que queda en Tripoli, con algunas monjas y religiosos no italianos.
Ayer tarde todavía no habían recibido ninguna llamada del papa Bergoglio, que acostumbra ser tan generoso telefoneando  (ha llegado a llamar a Pannella*** , así como – varias veces– al amigo Scalfari****). Tal vez, vista la presión mediática, lo llame en las próximas horas.
Pero más que palabras hacen falta hechos. Quisiera proponerle una cosa al papa.  Con ayuda del gobierno italiano, el Vaticano podría solicitar un puente humanitario, una operación relámpago para rescatar a los cristianos que quedan allí, junto con su obispo. Son sólo trescientos, y su vida peligra a causa de su fe. El Vaticano podría acogerlos, y después ya decidirían si regresan a las Filipinas.
Se puede hacer. ¿Por qué no? Este es mi ruego al papa Bergoglio para salvar de la masacre a todos los cristianos de un país junto con su pastor.
Sería sin duda una obra digna de la Santa Sede. No ese clima de caza de brujas y depuraciones que desde hace algún tiempo reina en la camarilla vaticana contra los grandes cardenales como Ratzinger que, fieles a la Iglesia, han osado oponerse a Kasper en el Sínodo de octubre.
Sería increíble que el Vaticano se dedicara a efectuar purgas mientras en el mundo martirizan cristianos.
 Antonio Socci
Libero, 18 de febrero de 2015
Facebook: “Antonio Socci pagina ufficiale”
(Foto: rostros de algunos de los 21 cristiani coptos martirizados en Libia)
* Leoncavallo: Centro social autogestionado de Milán, sede de actividades culturales y sociales.
** Maurizio Belpietro es el director del diario Libero, de centro-derecha.
*** Marco Pannella es político, periodista y secretario del Partido Radical-
**** Eugenio Scalfari: Periodista y político socialista, fundador del periódico La Reppubblica (ideológicamente análogo a El país en España)
[Traducido por J.E.F. Artículo original]
Fuente: RRORATE CÆLI

1 comentario:

  1. Comparto plenamente el drama de los cristianos en los países dominados por los extremistas musulmanes. Y mi oración constante está con ellos, para que el Señor les de fortaleza y tengan en mente la patria eterna como bálsamo. Ahora, decir que es una pseudo pregunta el tema de la comunión a los divorciados, es como darles vía libre a que coman y beban su propia condenación. Es más, ya están en el cielo como mártires por su fé estos héroes cristianos, que los divorciados queriendo su propia condenación al querer comulgar.

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